El 21 de enero de 1950 falleció tuberculoso en Londres el periodista y escritor George Orwell (pseudónimo de Eric Arthur Blair). Un año antes había publicado su última y mejor obra: 1984. Desarrollando temas ya tratados en algunos ensayos y en la fábula satírica Rebelión en la granja, Orwell analiza el engranaje de un imaginario gobierno totalitario con una prosa inspirada en la tradición radical de Defoe y Cobbett. La obra profetizaba el futuro de 1984.
George Orwell nació el 25 de enero de 1903 en Motihari, Bengala, (India). Fue también policía, librero, maestro de escuela, redactor de noticias de la BBC’s Indian Service y confidente del gobierno británico. Poco antes de morir apuntó una lista de 130 cripto-comunistas, entre ellos personalidades tan famosas como Charles Chaplin, Georges Bernard Shaw, John Steinbeck y Orson Welles.
Hijo de un funcionario colonial británico en la India, Orwell estudió en Eton y trabajó luego como oficial de la policía imperial en Birmania entre 1922 y 1927. Tras su dimisión, se convirtió en un crítico feroz del imperialismo británico y vivió una etapa de vagabundeo por París y Londres. En diciembre de 1936 llegó a Barcelona y en enero de 1937 participó como brigadista en la Guerra Civil española en las filas republicanas, alistándose en las milicias trostskistas del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Fue enviado al frente de Alcubierre y Huesca. Aquella experiencia quedó reflejada en su reportaje Homenaje a Catalunya (1938), escrito tras ser herido gravemente en el cuello el 20 de mayo de 1937. Al ser declarado el POUM ilegal por la República, Orwell y su primera esposa, Eileen O’Shaughnessy, huyeron de la KGB a pie por la frontera francesa. En esta obra, de la que sólo se vendieron 700 ejemplares en el Reino Unido, atacó a los comunistas de inspiración soviética por su inexorable politica dirigida a monopolizar las fuerzas republicanas, en un esfuerzo partidista que fue una de las causas principales de su derrota ante las tropas de Franco.
Socialista libertario, Orwell criticó con violencia el autoritarismo comunista y denunció el carácter represor del régimen soviético. Sus dos obras cumbres son Rebelión en la granja y 1984. La primera es una de las sátiras más crueles y terribles que puedan leerse. Se inserta en la tradición inglesa que pasando por More y Jonathan Swift, busca vengarse de las desilusiones del presente refugiándose en el reino de la utopía, poniendo en tela de juicio el papel histórico de la izquierda socialista.
1984 se editó en Londres en 1949, meses antes de la muerte del autor el 21 de enero de 1950, que se casó en segundas nupcias mortis con Sonia Brownell. Se trata de una novela de anticipación que describe con oscuras pinceladas un futuro en el que los estados totalitarios y policíacos han llegado a su máximo desarrollo.
1984 es una novela descarnada cuyo protagonista, Winston Smith, vive en uno de los tres bloques absolutistas en los que se halla dividido el mundo: Oceanía, Eurasia y Asia Oriental. Winston reside en Londres que forma parte del bloque comunista llamado Oceanía y basa su ideología en tres máximas escritas por doquier por el Ministerio de la Verdad:
«La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza«
que constituyen los pilares del gobierno liderado por El Gran Hermano, «un hombre de unos cuarenta y cinco años con un gran bigote negro y facciones hermosas y endurecidas«, según Orwell. Tras estos paradójicos lemas se esconde la verdadera voluntad del Partido cuya única aspiración es el poder que consigue mantener la autoridad a través del exterminio de aquellos que no se doblegan a sus intereses mediante la tortura, la vigilancia policíaca del individuo y su destrucción como ser único e irrepetible y la perseverante distorsión de la historia.
Winston Smith trabaja en el Ministerio de la Verdad, uno de los cuatro Ministerios del férreo sistema gubernamental: Ministerio de la Paz, Ministerio del Amor y Ministerio de la Abundancia. Su labor consiste en corregir artículos del diario Times cambiando fechas, nombres y cifras por otras convenientes al Superestado. Smith se enfrenta diariamente a la manipulación de la verdad y de la historia. Un día Oceanía está en guerra contra Eurasia y al siguiente entra en guerra contra Asia Oriental, mientras que su eterna aliada ha sido siempre Eurasia.
Frente a este entramado dantesco se encuentra Winston Smith que no puede ni quiere someterse a los sinsentidos del Partido y que intentará dejar su testimonio de la verdad a las nuevas generaciones puesto que ve en ellas la única salvación de la humanidad y la destrucción del Partido. Winston emprende su particular misión redactando en un diario sus pensamientos acerca del Partido y de la manipulación histórica. Sabe que está firmando su sentencia de muerte porque tarde o temprano acabarán por descubrirlo, pero insiste en su empeño para que algún día se descubra la verdad. Escribe en su diario:
«Si hay alguna esperanza está en los proles«. Si había alguna esperanza tenía que estar en los proles porque sólo en aquellas masas abandonadas, que constituían el ochenta y cinco por ciento de la población de Oceanía, podría encontrarse la fuerza suficiente para destruir al Partido».
Los proles, esto es, el proletariado, eran considerados como animales y, por tanto, eran libres. La libertad que se ha considerado durante tantos siglos como un don exclusivo del hombre que lo apartaba así del resto de la Naturaleza, se convertía entonces en algo que únicamente poseían los proles, es decir, los animales. Y esa libertad era el justo instrumento que les hacía poderosos frente al partido, aunque ellos no reconocían su fuerza.
El Partido obliga a sus miembros a una sumisión total de sus ideales y dogmas, también en lo referido al pensamiento, a lo emocional y a lo espiritual. Uno de sus slogans reza:
«El Gran Hermano te vigila«.
Efectivamente, se trata de una vigilancia constante a través de telepantallas en las que se puede leer el pensamiento de las personas. Entre otras prácticas de control y sumisión, el Partido instaura la Semana del Odio, un período en el que se obliga a que las personas se odien. Hasta dónde llega el cinismo del Partido que se da una fecha y una hora para que la gente acuda a las salas de cine, donde aparecen los disidentes para insultarlos, abuchearlos e incluso arrojarles objetos.
Asimismo los miembros del Partido deben practicar la castidad pues el sexo es un mero instrumento para la procreación, eliminando toda forma de placer e incluso de amor en el acto sexual, que debe ser algo mecánico suprimiendo las emociones. Se ha elaborado un nuevo lenguaje, la neolengua o newspeak que pretende acabar con el anterior y minimizar lo más posible los conceptos y las palabras, creando el doblepensar, una fórmula que permite al individuo transformar un hecho verdadero en falso, o viceversa, dependiendo de las exigencias del Partido. Otro de los slogans es:
«El que controla el presente, controla el pasado«.
Por lo que respecta a este punto no podemos dejar a un lado el paralelismo que existe entre esta manipulación de la historia en la novela con la realidad soviética. Alexander Soljenitsin nos da su testimonio, y el de doscientos veintisiete seres humanos más, en Archipiélago Gulag:
«Lo olvidamos todo. No se nos queda grabado en la mente lo acontecido, la historia, sino únicamente el patrón rectilíneo que han sabido estampar en nuestra memoria a fuerza de inculcárnoslo«.
Milan Kundera recuerda en su novela El libro de la risa y el olvido: «En febrero de 1948, el lider comunista Klement Gottwald salió al balcón de un palacio barroco de Praga para dirigirse a los cientos de miles de personas que llenaban la Plaza de la Ciudad Vieja. Aquél fue un momento crucial de la historia de Bohemia. Gottwald estaba acompañado por sus camaradas y justo a su lado estaba Clementis. Cuatro años más tarde a Clementis lo acusaron de traición y lo colgaron. El departamento de propaganda lo borró inmediatamente de la historia y, por supuesto, de todas las fotografías. Desde entonces Gottwald está solo en el balcón. En el sitio que estaba Clementis aparece sólo la pared vacía del palacio.» La historia desaparece en un instante, para siempre, y se rehace sin más. Esta manipulación se ha repetido posteriormente.
A pesar de que se le ha vinculado en numerosas interpretaciones a una crítica del estalinismo y del fascismo, el poder de El Gran Hermano supone un paso agigantado que estos dos sistemas no alcanzaron. Se trata de un Estado perfecto, un blindaje sin resquicios, que prevalecerá por los siglos de los siglos. Así pues, 1984 no deja de ser una obra universal, cuyo epicentro radica en la crítica a cualquier sistema totalitario. En nuestra opinión, tampoco debería tomarse la novela literalmente como un libro profético, sino más bien como el testimonio de Winston Smith sobre un futuro posible frente al cual no hay que bajar la guardía. Y ahora menos que nunca, ya que en este recién nacido siglo XXI todavía hallamos régimenes dictatoriales y totalitarios, y democracias secuestradas, que quebrantan los derechos humanos. Sin olvidar a la ciencia que avanza y no siempre en favor de la humanidad.
Un investigador norteamericano, David Goodman, inventarió 137 previsiones concretas hechas por Orwell en su libro, de las cuales alrededor de cien se han cumplido. Extrapolando la ficción de 1984 a la realidad geopolitica actual, ciertos partidos radicales abrigan ambiciones, por fortuna irrealizables, semejantes a las del Partido descrito por Orwell y algunos líderes tienen perfiles de Gran Hermano. Orwell vaticinó que con el desarrollo de la televisión, la vida privada tocaría a su fin tal como ha ocurrido. Las telepantalllas del siglo XXI son, evidentemente, incapaces todavía de leer el pensamiento, pero sí de adoctrinarlo siguiendo las consignas gubernamentales. La lucha por dominar la televisión revela hasta qué punto el poder precisa de tan útil instrumento para lavar cerebros.
Tomemos, por último, una reflexión de Winston Smith recogida en su diario secreto:
«Para el futuro o para el pasado, para la época en que se pueda pensar libremente, en que los hombres sean distintos unos de otros y no vivan solitarios… Para cuando la verdad exista y lo que se haya hecho no pueda ser deshecho.
«Desde la época de la uniformidad, de este tiempo de soledad, la Edad del Gran Hermano, la época del doblepensar… ¡muchas felicidades!«.
¡Abajo el Gran Hermano. Abajo el Gran Hermano!