Harakiri – El remake de Miike

PortadaTakashi Miike es uno de los directores japoneses, y mundiales, más prolíficos que hayan existido jamás. Capaz de llegar a dirigir más de una decena de producciones distintas, contando, cine, televisión y teatro, en un mismo año. Tal torrente de creatividad, por lo general, cristalizaba en forma de producciones alejadas de la normalidad o la sobriedad. Muy al contrario, Miike hacía de la extravagancia su sello de identidad, de la exageración un medio más para contar sus historias. Valga como ejemplo una de sus películas más recordadas: Audition (Ôdishon, 1999).

Tal reguero de sangre ha dejado a lo largo de los años, tanto le ha quedado fama de ser exclusiva carne de festival, que ha podido sembrar la duda sobre si Miike sabría manejarse en otros registros, si escogía sus películas simplemente porque le divertían o porque no era capaz de ofrecer algo aceptable bajando las revoluciones. Eso, unido a la noticia de que preparaba un remake en 3D de Harakiri (Seppuku, 1962), dirigida por Masaki Kobayashi, considerada una de las obras maestras del cine japonés, pudo hacer que mucha gente se llevase las manos a la cabeza, porque la película de Kobayashi parecía en las antípodas de la línea de Miike.

¿Podría el maestro del exceso hacer justicia a la obra original? La pregunta quedó resuelta de forma afirmativa. Quien haya seguido su trayectoria con un poco de ojo clínico, habría visto ya el talento de Miike, pero Harakiri: Muerte de un Samurái (Ichimei, 2011) fue la prueba palpable para los más escépticos. Quienes ya conozcan la original recordarán el primer sepukku con la katana de bambú, algo que en manos de Miike podría inundar literalmente la pantalla de sangre. Sin embargo, evita ser explícito y aparta la cámara en el momento adecuado, sin frenar el impacto emocional que supone y deja huella en el espectador por su crudeza.

Pero Miike no sólo respeta el original de Kobayashi, en ocasiones hasta de forma casi ceremoniosa, sino que durante el metraje va dejando pequeñas pinceladas para darle un toque diferente y evitar el corta/pega que tan mal sienta a los remakes. Recurre más a los flashbacks, dándole una estructura más lineal que el original y a la vez más emocional en lo que al relato de los hechos previos se trata. También quiere darle un trato más honorable a los samuráis que asisten en el primer seppuku.

Fotograma

En cuanto al 3D, al que me he referido inicialmente, se nota que Miike no quiere aprovecharlo. Posiblemente se trató de una imposición ya que fue lanzada en plena fiebre del 3D y toda película había de incluir esa técnica durante el rodaje, o añadirla en postproducción, por lo que su uso es simplemente testimonial.

La carrera de Miike está llena de producciones con diversa fortuna, siempre irregular pero siempre interesante, y Harakiri seguramente no sea representativa del 99% de su trabajo, pero quizá sea el trampolín que permita a Miike ser reconocido por un público más amplio.