713avo Amor: rumba ruido rock

713avo Amor.“Doy luz a zonas oscuras que normalmente la sociedad prefiere silenciar. El exorcismo es en primer nivel necesario y compartible, luego uno tiene que profundizar y buscar formas nuevas donde la salud pueda reemplazar a la enfermedad.”[1] Honestidad a niveles de vértigo, en estas palabras de Carlos Desastre se resume al dedillo los instintos artísticos de los inimitables 713avo Amor. Nacidos en Málaga durante 1988: Carlos Desastre, Antonio Acien, Emilio Salvatierra y Albert Meagle -este último, rápidamente fuera del grupo- pondrán nuevos aires de visceral poesía en carne viva que conecta con el universo de Corcobado y propuestas expuestas por grupos como Demonio Tus Ojos y Vírgenes Adolescentes. Pero más allá de esta conexión, la música de 713avo conectará con el impulso suicida de los primeros discos de los Swans y las punzantes atmósferas calcinadas del “Spiderland” (Touch&Go, 1991) de Slint. Plantilla tendente a una embargadora sensación de exceso y vértigo, si a todo esto le añadimos la magia aura andaluza que rebosa el retorcido imaginario Valdelomariano de Desastre, tendremos el cuadro completo, uno turbadoramente pintado entre sombras goyescas y susurros abisales.

Tras un rodaje de tres años y maquetas, los andaluces se colarán en el recopilatorio “Rocke ‘n’ Babia” (Tritón / Running Circle, 1991), incluyendo el tema “La última nota”. Poesía borracha entre brumas cercanas a unos Sonic Youth contenidos. Cielo e infierno Tras esta entrada oficial en el mundo discográfico, 713avo Amor arrancarán por ellos mismos a través del single “Limosna para morir/Cielo bajo tierra” (Subterfuge, 1992). Indescriptible sensación de lirismo sucio, impúdico y hermosamente terrible; la fuerza de las palabras masticadas por Desastre se ampara en una fosa instrumental, siempre esperando por un ataque a traición, de una onda expansiva de las que, realmente, retuercen estómagos. Impepinables cualquiera de las dos, no obstante, la segunda de éstas se merece un capítulo aparte. Historia repleta de personajes a la deriva, esta es muy representativa del infame elenco de protagonistas que pueblan las crónicas escocidas de Desastre. Sobre lo personal que llegan a ser estos relatos, el propio Desastre se explica: “yo no soy el protagonista personal de las canciones que escribo, recreo mundos que he experimentado, o que han experimentado seres que vivieron cerca de mí, cosas que suceden o sucedieron a mi alrededor, más o menos cercano, pero que me afectaron tan profundamente, que luego aparecen cuando canto o escribo; también traigo verdades de la imaginación a las canciones, pero no necesariamente soy yo, los personajes o protagonistas de las mismas. Cuando las canto, me meto en la piel de todos, pero eso forma parte de mi acuerdo con la creación, ser una con ella cuando se interpreta, es lo mínimo que puedo ofrecerle a todos los que me dictan tantas cosas hermosas… sea la hermosura terrible o bella, o terriblemente bella.[2]

 Después de este sencillo titánico, llegará el momento del primer LP. La recreación del arte como un intrínseco acto de supervivencia, “A Veces el Dolor” (Experience, 1993) escuece y raja como pocos discos. Refulgente anomalía de ruido atormentado y versos de grotesca belleza, entre estos dos planos se cuece toda la masa sonora, creada desde una obra donde el dolor y la injusticia se convierten en indispensables fuerzas motrices de sus creaciones: “Durante mucho tiempo he visto la vida en sociedad como choques de estructuras de poder en los que se engendra mucho dolor y sufrimiento, y en las que la belleza y conocimiento propios de la Naturaleza, humana, animal, mineral, vegetal y astral, son ignorados, se les da la espalda. No digo que ahora no sigo viéndola así en cierta forma, puesto que los cimientos de la sociedad son engaño, aprovechamiento, falsedad y guerra, pero sí puedo decir que entonces obviamente yo quería ayudar a concienciarnos, ayudar a cambiar las cosas, aportar mi modesta visión, para contribuir a mejorar el clima de tensión, con armonía y colores. Al principio gritaba todo mi dolor y compartía mi neurosis y mi enfermedad. Tenía mucha ilusión, muchas ilusiones y también mucha rabia, mucho enfado por cómo sucedía todo. No entendía cómo podía haber tanta injusticia.”[3] Impulsados por este empuje animal, el debut de 713avo Amor se resquebraja en nueve trozos de infierno existencial, donde el brutal contraste entre las imágenes disparadas por Desastre invocarán desde dañinas tormentas eléctricas como a  obnubilantes habitáculos de calma sincopada. Haciendo del extremismo una nueva religión, tras la batalla interior dinamitada en esta obra, llama la atención lo espeluznante de “La materia no existe”. El teatro de los horrores en toda su dimensión. Al abrir la cortinilla, podremos ver a Los Swans fornicando salvajemente en los mundos del Marques de Sade y Pasolini. Insondable cumbre del primer LP de los malagueños, alrededor de este desproporcionado centro gravitatorio planearán satélites emponzoñados de amor y horror como “Botellita de Cielo” -puro “Spiderland” (Touch&Go, 1991)-, el lacerante metal-blues de hormigón de “Lago de ceniceros” y los Fugazi más viscerales en “La chofer del diablo” y “A veces el dolor”. Oleadas de acomplejante intensidad, entre otras cosas, “A Veces el Dolor” pregoniza el sonido altamente tempestuoso de los últimos Lisabö, y formaliza el sello acuñado de “rumba ruido rock”: “La rumba ruido rock nace de una broma, pero en realidad es una síntesis perfecta para definir lo que queríamos unir en nuestra música. Rumba, representa a todo lo aprendido del folk, o música de raíces; el ruido, a todo lo abstracto, experimental y desconocido o novedoso, y rock a todo lo referente a lo extranjero, a lo internacional, a lo que de fuera llegaba y nos enseñaba. Algo así como las raíces extranjeras, podría decirse, puesto que ya crecimos en esa era internacional. Lo de ruido lírico, nació de varios ensueños, cuando era muy joven, me vi creando escenarios y sonidos en el instante y compartiéndolos con el público, un público muy activo, nada pasivo, yo cambiaba de voces, representaba a distintos personajes. En uno de ellos, en una sábana gigante de papeles como si fueran nubes, pintaba la leyenda, “ruido lírico es nuestro”, y se lo daba a la gente. Era un ambiente de alegría caótica, con muchas risas, y también con esa característica misteriosa y a la vez real, de los ensueños. Ruido lírico es sonido y palabras, ritmo y melodía, todo como uno, un camino de búsqueda hacia la síntesis, hacia la unión, que es el estado natural que nos pertenece a todos.”[4]

713avo Amor. Cielo Bajo Tierra.Sin la repercusión merecida, por suerte, para su siguiente trabajo discográfico 713avo Amor encontrarán en Triquinoise el necesario respaldo para seguir adelante con su demoledor modus operandi: “En triquinoise hemos encontrado nuestro mecenas, uno que nos respeta. No sé por qué coño se gasta el dinero en nosotros, si siempre nos estamos quejando.”[5]

Nuevo salto al vació, “Horrores Varios de la Estupidez Actual” (Triquinoise, 1994) logrará lo que parece imposible: superar el desgarro de su anterior álbum: “Nos sentimos muy bien con este disco. Hemos terminado con muchas pesadillas, con muchos malos rollos, con muchos sueños retorcidos. Creo que por primera vez se va a ver lo que el grupo realmente es; lo que puede hacer sobre un escenario y en un estudio.”[6]

“Niños y niñas, pasen y vean: el horror está servido.” Ejemplar arranque a “Alubias y sus sueños rotos”, no puede ser más representativa esta modélica invitación al mundo preñado de llagas de 713avo Amor. Más recitado que cantado, más experimental y directo. La belleza que surge de la creación sin andamiajes anclados en fórmulas cerradas brota a lo largo de un cancionero de una fuerza despiadadamente magnética. El mundo actual visto tras el monóculo de un funambulista de la desmesura. Puede que “Horrores Varios de la Estupidez Actual” sea demasiado largo -73 minutos de duración-, demasiado intenso y demasiado excesivo. Sin embargo, limitarlo a un burdo ejercicio de estilo sería ir contra la naturaleza desorbitante de estos gallardos lobotomizadores del rock.

Obra alambicada sobre cinco ejes fundamentales: “Cadena perpetua / Condena voluntaria”, “Alubias y sus sueños rotos”, “Un día, solo, ante la puerta de mi cabeza”, “De rango basurero” y “Nos cambiaron por pistolas”. Sobre esta última cabe hacer una parada de excepción. Veinte minutos de western fronterizo, el desierto y la verborrea pantagruélica de Desastre se explaya a lo largo de una película digna de Jodorowski en sus mejores tiempos. El auténtico blues del horror, tras los bocados de electricidad oxidada que mueven el relato, Desastre se muestra más en primer plano que nunca. Más narrativo que poético, entre sus fervientes cuerdas vocales las palabras duelen más que nunca. Canción por la que hubiera matado el Nick Cave de “Your Funeral…My Trail” (Mute, 1986), “Nos cambiaron por pistolas” es la guinda a la corta, pero sustanciosa trayectoria de 713avo Amor. Y es que tras tamaño esfuerzo, la respuesta comercial volverá a ser nula. Peligrosa ceguera ante un esfuerzo de esta enjundia, 713avo Amor llegará a su fin desde Bilbao en marzo de 1994, tras otro de sus fervorosos rituales de ruido y poesía con los que hacían crepitar las tablas.

Únicos en su especie, la propuesta de 713avo Amor será tan honesta y extrema con sus propios instintos creativos y vitales que, salvo Lisabö, nunca ha podido ser enfocada por posibles nuevos herederos. Tan geniales como excesivos, su rastro no habrá sido seguido por muchos pero lo que nadie, jamás, podrá borrar del mapa será el arrebato amplificado que sigue restañando entre sus demostraciones de arte al límite, sin cotas ni estúpidos aranceles para con las modas.

Pérdida irreparable, siempre nos quedará el consuelo de saber lo difícil que hubiera sido volver a sorprender bajo estos mismos parámetros de violencia sonora. Como si hubieran llegado al límite de su propio sonido, la senda marcada por 713avo amor irá mutando en próximos proyectos de extraperlo, con Desastre como máximo protagonista: Después de Nada, El Corsal Desastre y Dando Amor.

Discografía:

“Limosna para morir/Cielo bajo tierra” (Subterfuge, 1992) -single-

“A Veces el Dolor” (Experience, 1993)  -LP-

“Horrores Varios de la Estupidez Actual” (Triquinoise, 1994)  -LP-



[1]  Campos, Enrique: “El Corsal Desastre: Artesanía del Corazón, PE Magazine, 11/05/2007 en “http://www.paisajeselectricos.com/2007/05/11/el-corsal-desastre/

[2]  ibídem

[3] Ibídem

[4] Ibídem

[5] Entrevista sobre las “Jornadas de Poesís Alternativa” de 1994, en http://www.youtube.com/watch?v=oyWv8_vI-QU

[6] Ibídem