Lady Snowblood: La venganza a través de la sangre.

PortadaEl cine asiático está repleto de historias de venganza, sin duda es un sentimiento que fascina por cómo dirige al ser humano, gobernando sus actos y llevándole a superar sus límites con tal de calmar su ansia interna. Dentro de esta temática hoy nos referiremos a Lady Snowblood (Shurayukehime, 1973) dirigida por Toshiya Fujita y basada en un manga de Kazuo Kumimura, quedando destacada como una de las más reverenciadas obras de venganza con una protagonista femenina: Yuki Kashima, interpretada por una Meiko Kaji que polariza casi toda la atención por su belleza serena y su convincente actuación, siendo además la interpreta del tema principal de la cinta, The Flower of Carnage, usada también por Quentin Tarantino en su Kill Bill, pero la influencia de Lady Snowblood en la película de Tarantino no se queda aquí, sino que su protagonista fue la gran inspiración para crear al personaje de Lucy Liu, O-Ren Ishii.

Lady Snowblood es una hiperbólica historia de venganza, engrandecida hasta la exageración y asentada sobre escenas con amputaciones, chorros de pintura roja y planos con vertiginosos zooms típicos de la época y de los que podíamos disfrutar en producciones como las de los Shaw Brothers. Dentro de ese contexto de grandilocuente violencia (casi paródica para los ojos de un espectador actual) encaja perfectamente la historia de Yuki, cuya madre, Sayo Kashima, sufre un episodio que marcará el resto de su existencia. El marido de Sayo es asesinado frente a sus ojos, siendo posteriormente violada y golpeada por un grupo de tres hombres y una mujer. Tiempo después Sayo asesina a uno de sus asaltantes y es enviada a la cárcel. Allí traza un plan para vengarse más allá de la muerte y mantiene relaciones con sus carceleros con el fin de quedarse embarazada y transmitir su sed de sangre a su progenitor.

Sayo esperaba un varón fuerte, según sus propias palabras, pero en cambio da a luz a una niña bajo una fuerte nevada. Sayo fallece en el parto, pero su voluntad es tan fuerte que se la transmite a su hija, quedando ella marcada de por vida y dirigiendo cada paso con el fin de consumar la venganza de su madre. Contada de forma no lineal, la historia de Yuki resaltará el honor y la disciplina, virtudes ambas muy apreciadas en la sociedad japonesa. Por ello no resulta difícil saber por qué se ha convertido en una película de culto, una pequeña joya a descubrir por ojos acostumbrados a apreciar producciones realizadas en otras latitudes, con otras sensibilidades y formas de plasmarlas en el celuloide.

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Para destacar, aparte de la interpretación de la protagonista, tendríamos la escena final rodada en un baile de máscaras con una gran fuerza icónica y una cuidada escenografía. Pero Lady Snowblood es en su conjunto una gran muestra de cine de serie B, falto de medios pero rebosante de ideas y voluntad.

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