Si el cine sigue considerándose un arte no es gracias a las películas más taquilleras, rendidas cada vez más al puro artificio y en busca de la mera rentabilidad económica sacrificando casi en su totalidad cualquier expresión artística, salvo honrosísimas excepciones. Son producciones que pasan casi desapercibidas para el gran público las que siguen manteniendo bien alto el estandarte de la calidad y El Arca Rusa (RusskiyKovcheg, 2002) de Alexandr Sokurov es un claro ejemplo de ello, gracias a su arriesgada propuesta y fascinante puesta en escena.
El concepto que dio vida a El Arca Rusa sólo podría ser definido como locura, pero bendita locura la que animó a su director a movilizar a cerca de 2000 actores, filmados en un único plano secuencia de 96 minutos en el museo Hermitage de San Petersburgo (antiguo Palacio de Invierno) con la música en directo de tres orquestas. Todo grabado en una cámara de alta definición Sony HDW-F900 que transmitía directamente la imagen sin comprimir a un disco duro que sólo podía grabar 100 minutos y no podía ser regrabado, por lo que la precisión del cámara (el alemán Tilman Büttner) resultaba también crucial y la comunicación con el director debía ser fluida, algo nada fácil de conseguir ya que ambos sólo hablan su lengua materna (ruso y alemán), por lo que un traductor debía estar continuamente pendiente de ambos. Además disponían de un único día para rodarla, ya que el museo debía cerrarse por completo, lo que añadía tensión extra al rodaje siendo necesario que no se produjese ni un solo error. Por suerte para los amantes del cine, tras tres tomas fallidas a la cuarta se logró completar la película y también se pudo cumplir el último requisito: no realizar ningún tipo de edición posterior. Con todas estas particularidades, El Arca Rusa puede ser considerada una auténtica pionera de la historia del cine, algo nada fácil de lograr con los más de 100 años que tiene a sus espaldas.
Ya centrándonos en la película en sí, podremos observar a dos personajes principales. Uno es invisible y sólo podremos oír su voz (la del propio Sokurov), el siguiente si es visible y se identificará como un europeo, basado en el Marqués de Custine. Ambos recorrerán las salas del museo, siendo testigos de distintas escenas de la historia rusa e incluso llegando a interactuar en algunas de ellas, mientras que en otras pasan desapercibidos por el resto de personas presentes y caminan entre ellos sin ser vistos. Durante la película “el europeo” mantendrá varios diálogos con el director dejando claro su recelo por la historia de Rusia, tratando de desprestigiar el arte ruso y tachándolo de mero plagio, definiendo el Museo Hermitage como una simple copia del Vaticano, incluso llegando a afirmar que “todos los compositores son alemanes”, haciendo patente su desdén tal y como lo hacía en la realidad el propio Marqués de Custine en su libro La Russie. El propio director parece mostrarse incómodo, representando la situación de Rusia a caballo entre Europa y Asia sin sentirse totalmente perteneciente a ninguna de las dos, reafirmando su propia identidad.
Visualmente El Arca Rusa sólo puede ser considerada como fabulosa, con un trabajo de vestuario simplemente sobresaliente y una recreación en general brillante, llegando a su clímax en la escena final que recrea el último baile imperial, celebrado en 1913, con una orquesta sinfónica dirigida por Valeri Gérgiev que logra que te den ganas de unirte al aplauso del público presente, para a continuación presenciar cómo la totalidad de los actores abandonan el museo mientras la cámara sigue deslizándose entre ellos y abandonando asimismo la estancia, dando así por finalizado un espectáculo visual difícilmente igualable.