«El baloncesto es una guerra y nosotros
Los soldados»
Zeljko Obradovic
El entrenador europeo más relevante de estas tres últimas décadas, al hablar de Zeljko Obradovic lo estamos haciendo del competidor nato por excelencia. Ganador de más títulos que Iñaki Perurena en levantamiento de piedra, sus hazañas se hacen inigualables desde el mismo momento que comprobamos los datos de sus records: ochos Copas de Europa, como entrenador de clubes; y campeón de la Eurocopa y el Mundial de baloncesto con Serbia.
El ejemplo más representativo de lo que significa sacar el máximo partido a una plantilla, Obradovic ha realizado auténticos milagros con jugadores que en equipos como Licor 43 apenas serían jugadores de rotación, y desde el banquillo… Ejemplos hay muchos, algunos casi delirantes. El caso de un jugador tan limitado como Lasa, reconvertido a especialista defensiva o Calathes, transformado inusual jugador total -en la semifinal de la final four contra el Siena logrará 17 puntos, seis rebotes y dos balones robados- dejan muy a las claras que quizá el gran secreto de Obradovic empieza por su propio trabajo psicológico con los jugadores; hasta los, en principio, menos relevantes. Con el entrenador serbio nadie tiene el puesto asegurado; y si no, que se lo pregunten este año a un intocable como Linas Kleiza; sencillamente, reducido a calientabanquillos durante buena parte de esta última temporada.
Obradovic es un maestro otorgando roles en sus jugadores. Su determinación a explotar las cualidades de hasta el utillero de su plantilla, hace que cada uno de sus jugadores siempre se sientan importantes; forman parte de un ‘equipo’.
Por supuesto, tal plan de integración siempre ha requerido un esfuerzo extra. Ferrán Martínez recuerda como en el Joventut, Obradovic seguirá una disciplina férrea como un marcaje de John Salley en el poste alto.
Obradovic “No existe la vida fuera del baloncesto. Si quieres lograr la excelencia con algo, debes entregarte a ello 24 horas al día.”[1]
Ferrán Martínez: “Explotaba nuestro talento, nos hacía ganadores natos. A su manera, era un gran psicólogo.”[2]
Obradovic marcará una época durante sus años en el Panathinaikos. Del 2000 al 2012, el equipo griego ganará cinco Final Four once ligas y siete copas griegas, con el balcánico mando y Diamantidis como su extensión sobre la cancha. Etapa de dominio casi insultante, hasta los favoritos a priori, como el CSKA de Papaloukas caerán sin remisión ante la alargada sombra que proyectaba Obradovic. Porque el técnico serbio daba miedo, más que cualquier Batiste de la vida. Como un potro mexicano hasta los topes de guindilla, la imagen recurrente de Obradovic es la de un demonio echando pestes a los árbitros del partido, mientras dirige telepáticamente los movimientos de su equipo. Eso sí, lo mejor es cuando pide un tiempo muerto porque su equipo va perdiendo… Momentos para el recuerdo hay muchos, pero este año con el Fenherbace ha llegado a niveles de puro vértigo. Y si no que se lo digan al pobre de Vidmar. Yo creo que los piños que se le rompieron en el Europeo de 2013 se le cayeron unas cuantas veces más, a lo largo de la temporada, ante las broncas mefistofélicas de Obradovic.
Sin embargo, su leyenda empezará a gestarse desde una década antes, debutando con apenas 31 años como entrenador del Partizan de Belgrado, el equipo de su vida, y haciéndole campeón de Europa ya al año siguiente. Bueno, teniendo como tenía al mejor Djorjevic todo es más fácil…
Poco después llegará otro hito, la Copa de Europa ganada con el Joventut de Badalona, con ese Pinone negro llamado Cornie Thompson y la saga post-Margall formada por Villacampa, Jofresa y compañía. Precisamente, Ferrán Martínez, será uno de los protagonistas de aquella gesta ante el todopoderoso Olimpìakos de Paspalj.
Ferrán Martínez: “Estábamos en la final-four de Tel-Aviv (1994) y nuestro objetivo era quedar campeones de Europa, pero teníamos que vencer primero en la semifinal contra el F. C. Barcelona, que tenía un gran equipo. Este partido no comenzó nada bien para nosotros; de hecho, perdíamos por catorce puntos en la primera mitad. Lejos de enfadarse en el vestuario, en el tiempo de descanso Obradovic nos felicitó a todos porque con lo mal que estábamos jugando sólo perdíamos por esta diferencia, y no por veinticinco puntos, como sería lo normal. Nos dijo que apoco que mejoráramos en algunos aspectos, como la agresividad defensiva y la selección de tiro, ganaríamos seguro.
Saltamos a la pista en el segundo periodo con una motivación enorme, concentrados y seguros de nuestras fuerzas. Así fue como anulamos la defensa zonal de rival y conseguimos la clasificación para la final.
El día de la gran final teníamos la oportunidad de nuestra vida de cambiar la historia. El rival, el Olimpiakos de Atenas, era el claro favorito, pero Zeljko Obradovic tenía un plan para que no “nos comiéramos el coco”. Pasamos la mañana en el hotel, horas antes de jugar. Luego nos llevó de paseo a toda la plantilla a un zoo de Tel-Aviv. Durante horas estuvimos caminando y contemplando plantas plantas y pájaros, incluso dimos una vuelta en barco por el lago. Al regresar al hotel estábamos algo extrañados de haber dedicado la jornada a eso, pero ciertamente nos liberó de la presión de pensar demasiado (nos limpió la mente). Por la tarde jugamos un gran partido y vencimos. Entramos en la historia al ser el primer equipo catalán en conseguir la Euroliga.”[3] Sin duda, genio y figura.
Una de las obsesiones, y claves del éxito, de Obradovic comenzará por algo tan simple como “si perdías un balón tenías que enfrentarte a su ira balcánica o, literalmente, te mandaba al banquillo castigado”.
Ferrán Martínez: “El miss match: aprovecha las debilidades de tu enemigo para atacarle donde más duele. Obradovic daba mucha importancia a no regalar nunca nada al contrario (es decir, no perder balones).
Exigía concentración y disciplina táctica, control absoluto de las posesiones y creer en él.”[4]
Un guerrillero que no conoce la palabra rendición, tras un año de rodaje en el Fehnerbace, que nadie se piense que el año que viene volverá a caer a las primeras de cambio. Lejos de aceptar el fracaso y cambiar de aires, el torbellino balcánico seguirá dando guerra de la buena.
Ya para terminar, que mejor que hacerlo con una antología de frases míticas del discípulo del gran Kikanovic:
“Si un jugador te pregunta y no tienes la respuesta adecuada, tienes un problema.”
“Cada vez que te corrijo es porque me interesas como jugador. Si un día dejo de corregirte, habrás dejado de interesarme.”
“Sólo los tontos no cambian nunca.”
“Ganar tanto no cansa nunca, trabajas para ello.”
Batiste hablando de Obradivic: “Moriría por él. Es como un padre.”