Tras la triste disolución de Surfin’ Bichos, Joaquín Pascual, Carlos Cuevas y José Manuel Mora dan cuerpo a Mercromina. Experiencia tan revitalizadora como curativa, el primer hermano carnal nacido de la escisión de los Surfin’ se conver- tió en una de las bandas más sorprendentes y cromáticas del pop español. Muy grandes. Eso sí, lo que Fernando tenía preparado era todavía más relevante: un nuevo bicho llamado Chucho. Aunque posterior en el tiempo, ya que Mercromina data de 1995, veo necesario comenzar por la banda de Fernando ahora que, mientras me sumerjo este artículo, la resucita acuciado por la carnaza que necesita ese animal de pop rabioso al que dio vida a mediados de los años 90. Empecemos, pues.
Tras la disolución de los Surfin’ Fernando se siente más solo que nunca. Muy perdido. La música que antes daba cuerda a todos sus impulsos vitales se ha convertido en una sombra de todo lo que quería dejar atrás. Demasiados inconvenientes con los Surfin’ Bichos. La música que tanto amaba le debía mucho más de lo que él le había dado en forma de clásicos en la penumbra. Sin ganas de volver al meollo, el gusanillo empezó a germinar el día que Los Kebrantas, una de las bandas que más admiraba el trabajo de Fernando, le llaman para que les produzca su primer álbum. Sorprendido y honrado, esta llamada marcó un nuevo punto de partida en la historia personal de Fernando y del indie e patrio. Tras este momento, a Fernando le surge un dilema: volver en solitario o formar una banda. Descartada la primera opción, ya que sus canciones no estaban ideadas para este formato, el día que va a ver una actuación de República Gorila, para la ocasión bajo el nombre de ‘Ataúd Johnson y su sepulturero Jones’, le surgió la oportunidad de volver a formar un grupo.
Como si tuviera una revelación tras esta actuación, Fernando volvió a la vida aceptando la propuesta que anteriormente ya le habían hecho los componentes de República Gorila. Ésta no era otra que una petición para que contara con ellos si algún día decidía volver a formar un grupo. Bendita providencia, que se dice.
Con las pilas cargadas y un nuevo concepto sonoro dentro de su cabeza, sin límites estilísticos ni expresivos, Fernando se sirvió de los conocimientos en el terreno de las programaciones de sus dos nuevos aliados, Javier Fernández y Juan Carlos Rodríguez, para dar forma a sus nuevas inquietudes. Una nueva leyenda comenzaba a tomar forma. El animal ya salivaba.
Fue a finales de 1995 cuando se producen dos hechos fundamentales en la génesis de Chucho: la creación, junto a su inseparable Isabel León, del sello discográfico Limbo Starr; y la primera prueba física de su nuevo proyecto, mediante Chucho EP, publicado en enero de 1996.
Un cúmulo de nervios agarrotados, el chucho ladrando que sale en la portada no podría ser más indicativo de lo que nos depara esta bajada a los infiernos internos de Fernando. Visceral, desproporcionado y vomitado, Chucho EP no se encuentra entre lo más granado de su carrera, pero sí es uno de sus discos más importantes si queremos ahondar en la figura de Fernando. “Ladrándole al infierno”, «Breath», «Conexión de huesos», las cinco dentelladas que da este Alfaro arrebatado es de las que duelen. Punk con aliento post-hardcore, Chucho EP suena como si Steve Albini -Big Black, Shellac- se hubiese filtrado en el ADN del ex-Surfin’.
Con unas ganas locas por plasmar las nuevas canciones que tenía compuestas en un nuevo álbum, Chucho toma la sorprendente decisión de fichar por una multinacional. Después de lo que habían pasado con Surfin’… no tenía mucho sentido. Pero aquí había truco, al tratarse de una filial de la Virgin, llevada por Lydia Fernández, que, tras haber echado el resto en la promoción de Hermanos Carnales (Virus/RCA, 1992), volvía a aparecer en la vida de Fernando para acompañarle en su nueva aventura musical.
Ya con las manos en la masa, en junio de 1996, durante la grabación del primer LP, ocurre una noticia tan terrible como inesperada: la muerte del padre de Fernando. Como si se hubiese soltado la anilla de la granada, de repente, explotó toda la carga acumulada que llevaba Fernando en sus entrañas: el mundo de las drogas, la perdida de sus hermanos carnales, la muerte de su amigo Ricardo López, esa sensación de vacío a la que se expuso tras Surfin’ Bichos, y ahora la puntilla…
Tal fue la devastación que sufrió en sus carnes que sería incapaz de encontrar su voz para poder terminar las canciones. Ante la imposibilidad de finiquitar el álbum, la grabación se pospuso hasta octubre. Para ésta empresa, Fernando marchó a Londres a rematarlo. Decisión a todas luces acertada, la escapada de Fernando en un entorno donde era un completo desconocido, sirvió como providencial filtro al volcán que le escocía en su interior. De esta manera, en abril de 1997 sale a la calle 78 (Virgin, 1997). Striptease emocional en grado sumo, Fernando se multiplica en un exorcismo del que quedaron empapados todos los cortes del álbum.
Al límite del infarto, las canciones de 78 respiran azufre y escupen pop sanguinolento. Ahondando en la patente sonora de Chucho EP, para esta ocasión Fernando, Javier y Juan Carlos dan un paso adelante y pulen las formas dentro de una taquicárdica telaraña de programaciones. A esto le sumamos algunos de los momentos más inspirados de toda la trayectoria de Fernando, y resulta evidente que su nuevo alumbramiento cumplió todas las expectativas.
Preñado de bombas de pop estratosférico, como «Pegado a tus pies», «Un ángel turbio», «Sin piel» y «El detonador EMX-3», el único problema del disco viene provocado por ciertos temas como «El ángel inseminador» y «Cerca del animal», que sin ser prescindibles, sí que adolecen de algunos pasajes demasiado recargados. Un disco sobresaliente, a pesar de estos pequeños lunares, la inclusión de “El detonador EMX-3” en la banda sonora de la película «Abre los ojos» bien podría haber sido un espaldarazo que, cómo no, jamás se produciría. Tras expulsar tal cascada de violencia sulfurada, nadie estaba preparado para lo estaría por ocurrirle a Fernando: una asombrosa mutación atiborrada de luz cegadora.
Antes de poder comprobar esta nueva reencarnación, ocurrió un hecho cuanto menos curioso, y bastante representativo de su espíritu a contracorriente. Éste vino provocado por una campaña de Pepsi que, buscando grupos emergentes de la escena española, le pidió a Chucho una canción para ver si se amoldan al espíritu “juvenil” que buscaban. Como no podía ser de otra manera, Fernando no les envió precisamente su tema más amable. Ni mucho menos. Para tal ocasión, «Perruzo» fue el tema escogido. Irreverente bofetada de punk con la mano abierta, los directivos de Pepsi se quedaron escandalizados ante tal artefacto de rabia incontrolada, en la que los santos se llamaban San Farmacio y de lo que había ganas era de “meter”. Incluida en su siguiente lanzamiento, a finales de 1999 nace entre los terrestres una nueva estrella en el firmamento. Primeramente titulado “Una Moto que Suena como Samuel Barber”, al final, “Tejido de felicidad” fue el nombre escogido como bautizo para este renacimiento en toda regla.
Sin palabras. Tejido de Felicidad (Chewaka, 1999) es mucho más que el reverso luminoso de 78. Con algunas sombras en su interior -“Perruzo”, «Alicia rompecuellos»-, éstas enriquecen aún más el tremendo contraste entre el nuevo y el viejo Fernando. A la altura de piedras roseta del calibre de Fotógrafo del cielo (1991) y Hermanos Carnales, la nueva obra de Chucho marca un punto y aparte en todo lo que hará Fernando en sus siguientes trabajos.
Con Isabel León dejando sus coros epidérmicos en el corazón de joyas como «Una f-foto tuya», lo mejor de todo será el nuevo enfoque de pop multicolor, en el que la nostalgia torna en un crisol de emociones reparadoras, nunca dañinas. De esta manera, «Mare nostrum», «Revolución» o la emoción escalonada de la reveladora «Una nueva vida» marcan el nuevo camino a seguir. Aprovechando el trabajo realizado para “Abre los Ojos”, Fernando incluye pasajes de cuerdas en maravillas como «Aguacero al infinito» y «Mivida con fiebre». Guardándose en la recamara alguna de sus balas más certeras en forma de punk-pop certero, «Amorhambre» reflejaba que Fernando ya tenía ganas de cantarle al amor, el mismo que hace que nazca su primera hija entre las sesiones de 78 y su reciente álbum.
Pero si hay un tema que marcó esta nueva vida interior de Fernando, ese fue «Magic»; sin duda, el tema por el que siempre será reconocido Tejido de Felicidad: el mejor disco posible para terminar la década de los 90, una en la que fue el verdadero rey sin corona del pop nacional.
Después de darlo todo en este clásico indiscutible, sin embargo, aquí no acabaron las nuevas aventuras de Fernando. Sabiendo que el listón se lo había puesto a una altura mareante, su siguiente paso en largo fue aún más atrevido.