La Vida de los Otros – La vida en la Alemania Democrática

PortadaEl debut de Florian Henckel von Donnersmarck como director y guionista difícilmente pudo ser más exitoso. El alemán, de apellido extenso e indudablemente de alta cuna quiso mandar una mirada retrospectiva hacia la Alemania Democrática, el supuesto paraíso socialista que cayó junto con el muro de Berlín y que hasta entonces había logrado construir un entramado de vigilancia, formado por 100.000 policias y 200.000 informantes, que mantenía a los alemanes orientales bajo un ojo observador difícilmente evitable.

La Vida de los Otros (Das Leben der Anderken, 2006) lograba retratar una época tan difícil, donde toda la población vivía en libertad vigilada y bajo la sospecha permanente, y donde la cúpula del partido hacía y deshacía a sus anchas. Uno de los elementos principales de este entramado era la Stasi, la policía secreta, encargada de descubrir los trapos sucios aunque hubiese que exagerarlos o, incluso, incitar de alguna forma para que el ciudadano cometiese el error que propiciase que fuese detenido.

La primera escena de La Vida de los Otros es una clara declaración de intenciones, con Gerd Wiesler dando clase sobre cómo sonsacar al detenido la verdad. Interminables sesiones de interrogatorios en los que se aprovecha para captar el olor del detenido, por si las fugas, y donde se le machaca psicológicamente hasta que comete el error y su historia deja de concordar. Wiesler es un agente eficiente, y recibe el encargo de su superior y amigo Anton Grubitz de acudir con él al teatro para encontrarse con el ministro de cultura Bruno Hempf. La obra es de Georg Dreyman, escritor afín al régimen pero que ha cometido la equivocación de ser el novio de Christa Marie Sieland, actriz principal de la obra y objeto de deseo del ministro Hempf.

El poder corrompe, y Hempf cree ser poseedor de la verdad absoluta y de tener el derecho a usar a los ciudadanos como se le antoje. Por eso encarga a la Stasi, concretamente al teniente coronel Grubits, que vigile a Dreyman y busque actividades sospechosas, mientras él amenaza a Christa Marie para que acceda a complacerle. Es entonces cuando Wiesler encabeza la operación destinada a ocultar micrófonos en la casa de Dreyman, continuado con sesiones de escucha durante las 24 horas del día, llevados a cabo por el propio Wiesler y siendo revelado cada 12 horas por un compañero, en el que se ha de anotar todo, dejando completamente al desnudo la intimidad de Dreyman. No sólo él, sino que todos los artistas acaban siendo vigilados ya que el régimen quiere cercenar cualquier conato de pensamiento individual, como el de Albert Jerka, amigo personal de Dreyman, al  que le prohíben dirigir cualquier obra en el país.

Fotograma

Wiesler se muestra hierático en todo momento, sin que aparentemente nada le afecte, pero al entrar en la intimidad de Dreyman y Christa Marie, comprobar que, efectivamente, no hay nada denunciable en su vida y que, sin embargo, es hostigado para que encuentre lo que sea y amenazado con ser rebajado de categoría pese a su intachable hoja de servicios. Sin embargo, su vigilancia poco a poco irá haciendo mella en él, oyendo las reflexiones de los espiados y despertando la duda en él. La magistral interpretación de Ulrich Mühe, quien fallecería sólo un año después del estreno, logra que empaticemos con Wiesler durante su lenta y totalmente creíble transformación interior.

Todo ello para desembocar en un desenlace memorable, que logra emocionar sin aspavientos ni sensiblerías innecesarias. Todo gris, oscuro, como la Alemania Oriental, pero a la vez con vida y emociones latentes.