«Somniar la vida» de Victòria Gras: superioridad teatral

Todo empieza con un sueño: volver a trabajar por todo lo alto.

SABINA.- M’han donat el programa [de televisió]! Amb un pressupost per escriure-hi totes les fantasies!

Con la ilusión de recuperar el pasado. La vida. La dignidad.

SABINA.- Perquè saben que sóc la persona indicada; em valoren, em necessiten.

 Pero el sueño se tuerce al momento.

SABINA.- Has dubtat del que jo significava per a ells.

MARE.- Com vols que digui coses que et molesten?

SABINA.- Es que no ho deies; ho pensaves! Ho pensaves amb tanta de força que me n’adonava.

Somniar la vida (Editorial Millà, 1996), pieza teatral de Victòria Gras, da comienzo con un golpe sobre la mesa. El conflicto entre dos de los personajes aparece de inmediato. MADRE e hija conviven en un lugar que acusa el paso del tiempo, las estrecheces económicas y un odio soterrado. La presentación de SABINA y su MADRE es impúdica: las descubrimos al instante, están desnudas. Conocemos un pasado perdido y un presente insoportable, la debilidad de SABINA, las macabras intenciones de la MADRE. Desazón que conduce a la locura, hacia la fantasía. Una vida hecha trizas motu proprio.

SABINA, la eterna niña que no ha abandonado el nido, porque alguien la sujetaba de una de sus patas. La MADRE, una Saturna, se come a su hija, pero no la digiere, sino que, como una vaca, rumia y la devuelve. Afuera, llena de desperdicios. Así puede subyugarla. Retenerla. Con embauques.

El hecho de presentar el conflicto tan pronto en una obra dramática entraña un riesgo que la mayoría de textos no son capaces de superar. No obstante, Gras lo salta cual experimentada corredora de obstáculos. Lejos de detener el ritmo de la obra, el conflicto se crece en cada palabra, en cada escena, hasta culminar al final de un primer y único acto.

El texto es extremadamente breve. Algo habitual en la autora, quien describe su literatura como «aforística». Cuenta tan sólo con seis escenas. No le hace falta más. Somniar la vida es ya un clásico. Por su universalidad, la complejidad de sus personajes, por el dominio de la palabra y su profundidad filosófica. Por su carácter trágico:

«La tragedia como el género poético más elevado. […] El fin de esa labor suprema del genio poético es mostrarnos el aspecto terrible de la vida, los dolores sinnúmero, las angustias de la humanidad, el triunfo de los malos, el vergonzoso domino del azar y el fracaso al que fatalmente están condenados el justo y el inocente, lo que nos suministra una indicación importante sobre la naturaleza del mundo y de la vida. La tragedia nos representa el triunfo de la voluntad consigo misma en todo su horror»[1].

SABINA y su MADRE son seres atrapados en una existencia claustrofóbica, asfixiante, que no les permite vivir, salir al exterior. Y el exterior es tan hermoso:

MARE.- Veu els turons d’aquí a la vora? I els jardins que envolten la casa? […] Pot tocar les branques de l’acàcia de la finestra estant. Ara no hi ha fulles, però no trigaran a sortir i els penjolls de flors arribaran a tocar els vidres; omplen la cambra d’olor.

MARCEL.- I tants de miralls?

MARE.- Repeteixen la imatge de les branques i dels jardins veïns, i de les escalinates dels palauets que veu… Al defora, hi fan concerts les nits d’estiu i els músics sembla que els tinguem al voltant d’aquest baldaquí.

Pero SABINA y su MADRE no son las únicas apresadas en una atmósfera enrarecida: CAROLA, una mujer de buena posición gracias a la herencia de su madre, es incapaz de disfrutar de su fortuna debido al trauma que arrastra, causado por su progenitora. Trauma que evidencia su pierna de madera.

CAROLA.- No sap l’infern que pot ser una casa on tot són trapaceries, trabanquetes, mentides. Aquestes parets m’han estat tan odioses! Encara estan impregnades d’intriga i d’embolic. No se n’ha adonat mai que aquest ambient és corrupte?

CAROLA vive en una mansión que emula el lujo de la época dorada de Hollywood. Ostentación de la que no puede huir. Las muletas que utiliza para caminar tienen incrustaciones y relieves. Es grotesco. Pese a ello, CAROLA no puede abandonar su casa. Está anclada ahí, como SABINA a su MADRE.

SABINA trabaja para CAROLA como naturoterapeuta. Le cuenta mentiras sobre su vida. Le dice que quiere con locura a su MADRE, y que ella también le adora. Finge vivir en un mundo perfecto de afecto, ingenuidad y compasión. CAROLA se bebe las fantasías de SABINA sin percatarse de que envenenan. Pues CAROLA queda atrapada en ese ir soñando una vida ajena e idílica. Falsa.

Se podría pensar que existe un paralelismo entre ambos personajes. Las dos han sido víctimas de sus madres, unas mujeres que las han traumatizado de por vida. CAROLA odia a su madre, pese a que lleva años muerta. SABINA detesta a la suya; sabe que la está engañando, que la retiene contra su voluntad, pero es incapaz de huir de ese zulo que otros llaman hogar. Tiene el síndrome de Estocolmo. Sin embargo, CAROLA se acerca más a la MADRE. Aunque no posee su voluntad caníbal, está incapacitada para el amor. Recela de los hombres y hace lo posible para apartarlos de su lado. Pero también persigue a MARCEL cuando cree que la está engañando. Por su parte, la MADRE se entretiene con los hombres como un gato con un ratoncito moribundo. Le gusta jugar, engañar. CAROLA ha olvidado lo que es la ingenuidad, es taimada. El trauma infantil y su constante apego a él son un vivero de psicopatía.

Por si todo esto no fuera suficiente -y en esta obra, de hecho, hay mucho más-, Victòria Gras da un giro de 180º con MARCEL, «un home naturalment elegant i simpàtic, de físic agradable; un home atractiu sense afectació, i de bon tarannà». El único personaje masculino de la obra, encarna el amor, el deseo, lo bello. La inocencia.

MARCEL.- Per què em decantes com si fos un estrany?

CAROLA.- Perquè ets un estrany. Què en saps de mi, Marcel, sinó allò que t’explico?

MARCEL.- T’ho penses. No és el que em dius el que jo sé de tu, sinó el que sento quan sóc a la teva vora.

Todos aquellos adjetivos que durante siglos han sido atribuidos a las mujeres, ahora los posee este hombre. Y lo mejor de todo, lo hace sin el menor atisbo de artificio. Así pues, Gras ofrece un cambio de perspectiva radical que no sólo debe ser celebrado, sino reconocido.

**

Rosa Victòria Gras i Perfontan (1933) es Doctora en Filología Catalana. De su labor como dramaturga han nacido obras como Somniar la vida, Balneari celeste, La vigilia, Per testimony, Sàskia, El Contraverí, Mima, la boja damunt la teulada, Dues Medees y Atracciones Gasparino.

La autora ha cultivado la poesía, el ensayo, el cuento. Es traductora de teatro y ha impartido clases de dicción en el Institut del Teatre de Barcelona. Gras ha escrito diversos cursos que se han emitido en radio y televisión: Curs de català parlat (Premio Ondas, 1977), Català amb nosaltres y Lliçons de català (Premi d’Omnium Cultural, 1980).

En la actualidad sigue en activo, escribiendo poesía.

 


[1] Schopenhauer, Arthur: El mundo como voluntad y representación, Editorial Pórrua, S.A., México D. F. 1992, Libro III, página 201.

Un comentario en ««Somniar la vida» de Victòria Gras: superioridad teatral»

Los comentarios están cerrados.