…Y la Eurocopa ya se ha ido (II)

Continuamos analizando esos pequeños destellos que nos ha dejado la Eurocopa de Francia. Esa en la que a los buenos aficionados al fútbol de España nos ha dado más de un retortijón al ver cómo, debido a los múltiples problemas de miembros ejecutivos de la UEFA, era Villar quien presidía varios de los partidos como más alto cargo de la organización europea del fútbol. Tan en serio se lo ha llegado a tomar en serio el hombre, que incluso hasta alguna cabezada se ha llegado a pegar en medio de un partido.

Pero atendiendo a lo que realmente importa, nos toca fijarnos en otra de esas selecciones que han aportado alegría al torneo: Irlanda del Norte. Sí, evidentemente su fútbol estaba más cercano a la época de Pedro Picapiedra que los cánones actuales, con balón largo continuo y a pelearla de cabeza, pero la necesidad manda y dicta que la selección norirlandesa ha de ser así como se juegue las habichuelas.  Además, si alguien lo sabe perfectamente son sus propios aficionados, porque de otra forma no se entendería que acabes tu participación con una victoria y tres derrotas y seas recibido como un héroe.

La explicación reside en que Irlanda del Norte es la viva imagen de la humildad, de quien lleva años sufriendo derrota tras derrota y una solitaria victoria frente a Ucrania ha hecho que merezca la pena la espera, todos los años que han pasado hasta que se han vuelto a ver en una fase final de un gran torneo. Por eso merece toda la atención Gareth McAuley, un central que ha tenido el honor de ser el primer norirlandés que marca en la fase final de una Eurocopa.  A sus 36 años, McAuley se convertía en el héroe inesperado tras largos años bregando por los campos de Inglaterra, y hasta hace cinco temporadas ni siquiera había podido disputar la Premier. Ni siquiera fue uno de los fijos de la selección hasta entonces, porque sólo ha disputado 28 partidos y el gol contra Ucrania era el segundo.

Con todo, pese al destello de McAuley, no sería justo dejar pasar de largo a uno de los fenómenos del torneo: Will Grigg. Este jugador se ha ido de la competición tras jugar 0 minutos en 0 partidos y anotar 0 goles, por lo que evidentemente sus méritos no han destacado dentro del campo sino fuera de él. Grigg ha tenido una temporada notable en la tercera división inglesa (League One), anotando 25 goles con el Wigan. Tan destacable fue su actuación que un aficionado adaptó la canción Freed from Desire, y ahí fue cuando cambió todo porque la canción se hizo viral durante la Eurocopa. Motivo por el cual el recibimiento a Will Grigg en su país fue el más efusivo, sin haber disputado ni un solo minuto.

 

Siguiendo en las Islas Británicas, toca centrarse en Gales, debutante en el torneo que llegaba con pocas expectativas. Cierto es que el cuñadismo futbolístico aseguraba con vehemencia, antes de comenzar la competición, que en aquella parte de la Gran Bretaña sólo existía un jugador de verdadero nivel: Gareth Bale. Evidentemente los expertos futbolísticos de pasillo se olvidaban que por allí también estaba Aaron Ramsey, nombrado mejor centrocampista de la premier en 2014 junto a Yaya Toure, o Joe Allen, contrastado centrocampista bregador del Liverpool. Pero pese a que es cierto que la actuación de Bale merecía mayor reconocimiento por parte de la UEFA, que le ha dejado fuera del once ideal, aquí vamos a posar nuestra mirada sobre Ashley Williams, uno de los centrales del equipo que han resultado cruciales para que Gales alcanzase las semifinales y se quedase a las puertas de la gloria de una final.

Ashley

De Williams nos quedará una imagen que parece sacada de otro tiempo, ya que en cuartos de final, en el partido frente a Bélgica, Williams sufrió un aparatoso choque que lesionó su hombro. Inicialmente todo parecía pensar que iba a ser sustituido, pero el fornido central gritó con rabia que él se quedaba allí, sobre el césped, y que no haría falta sustituirle ¿Inconsciencia o coraje infinito? Que cada uno juzgue pero, como he dicho, esa acción parecía que nos hacía regresar a la memoria a la imagen de Beckenbauer con el brazo en cabestrillo. Williams ni necesitó cabestrillo, seguramente hoy en día ni se lo permitiría el árbitro, pero jugó con su brazo izquierdo prácticamente paralizado. Saltando y corriendo y sin cesar de entrar al choque, pese a las muestras de dolor. Si lo analizamos con lógica, tendríamos hasta que reprochar la actuación de Williams, pero si lo hacemos con el corazón no podemos sino aplaudir que Williams nos recuerde que el fútbol clásico no ha muerto.