Hazlo por Schopenhauer: las secuelas de la creación

Ya lo dijo Rafael El Gallo: «Hay gente pa tó». Sí, hay quien piensa que la creación es algo sensacional, fabuloso, la repera. Lo he oído varias veces en ambientes de creación colectiva. Como si el arte fuera un juego, algo lúdico, divertido, incluso fácil. Qué curioso. Yo que creía que era un sufrimiento absoluto. Van Gogh se cortó un pedazo de oreja y, como esto no era suficiente, se pegó un tiro. Nietzche tomó el otro camino: la locura. Por no hablar de los Románticos. La senda del arte está plagada de dolores, malos tragos y penas hondas. Pero hoy en día parece que hacer arte es lo mismo que correrse una juerga. Quizá se deba a que en la actualidad el peso de la obra no recae siempre en un solo hombro -lo mal que lo debió pasar el desgraciado de Kafka componiendo El proceso-, sino en el de varios, aunque, claro, siempre hay alguien que se descuelga.

Lo duro que es construir esa especie de golem. Que se presenta, de primeras, cual anunciamiento divino para luego transformarse en una bestia salida del infierno.

– ¿Por qué hay tanta gente que quiere crear si el arte es una tortura, un dejarse la piel?

– Es una moda.

– Ah, vale.

– Es que pareces tonta.

– Oye, sin faltar. Ingenua también valía.

A aquellas personas que, pese a todo aún tengan agallas, les advierto acerca de las secuelas de la creación:

lumbalgia

migrañas

caída de cabello

eccemas

taquicardias

pérdida de apetito sexual

¡Uy, eso sí que no! Mejor nos hacemos otra cosa, Lolo. Me ha dicho Abigail que está preparando un cursillo de jotas aragonesas estupendo.