Tras la retirada de Hayao Miyazaki e Isao Takahata, con sendos filmes de despedida, el futuro de los prestigiosos estudios Ghibli parecía destinado a la incertidumbre. No en vano estamos hablando de dos miembros fundadores y de dos creativos fundamentales en el devenir de la compañía durante toda su historia. Sus dos realizadores más reconocidos, realmente.
¿Qué hacer en este momento? Quizá la respuesta inicial fuese buscar talento en Japón que pudiese paliar tal pérdida. Pero el corto Padre e Hija (Father and Daughter, 2000) de Michael Dudok de Wit y el buen sabor de boca que dejó en los realizadores japoneses, les animó a mirar también al extranjero y contactar con el propio Michael Dudok, que hasta entonces únicamente había dirigido cortos y había colaborado en otras producciones.
¿Qué haces cuando eres un estudio con décadas de éxitos y contratas a un director extranjero sin experiencia en largometrajes? Pues la respuesta sorprendió al propio Michael Dudok de Wit, ya que, según sus propias palabras, el estudio le dio libertad absoluta para que llevase su obra hacia la dirección que él decidiese. Un giro sorprendente y que seguramente en otras latitudes no sería posible.
La Tortuga Roja (La Tortue Rouge, 2016) es el resultado de esta unión, una coproducción entre Bélgica, Francia y Japón dirigida por un holandés, y el resultado es excelente. La película narra sin palabras la historia de un náufrago, únicamente escucharemos algún grito de lamento, desde su llegada a la isla solitaria y sus intentos por abandonarla. Los primeros pasos son de aceptación de la situación y exploración, en la que ya comenzamos a ver amplios planos para darnos la sensación de dominio de la naturaleza sobre el hombre. El bosque de bambú parece propicio para conseguir materiales para una balsa, y así lo hace. Pero su salida al mar es frustrada por una misteriosa tortuga roja, que parece empeñada en conseguir que el náufrago se quede en la isla.
A partir de aquí entramos en el terreno de la especulación, ya que es nuestro cometido interpretar qué es realmente la tortuga. Pero toda la película funciona alrededor de la relación entre el hombre y la naturaleza, interpretando nuestro ciclo de la vida desde la perspectiva del minimalismo, en el que cada pequeño gesto parece un acontecimiento y relativiza la importancia real de todo lo que el náufrago ha dejado atrás.
Una película para experimentar por uno mismo, en el que la ausencia de palabras no es un impedimento, sino una virtud.