Carne y poesía

Dos animales desnudos. Dos cuerpos. Carne y poesía. La esencia de los amantes radica en lo puramente sexual, en lo más íntimo. En un secreto. Si el amanticio traspasa el límite de lo carnal, los amantes mutan y devienen otra cosa: pareja.

Claire (Kerry Fox) visita a Jay (Mark Rylance) todos los miércoles, a las dos de la tarde.  Son amantes. Se comunican a través de sus cuerpos, sus movimientos, sus miradas, su boca. No hablan, sólo follan. Se trata de un silencio propio de los amantes, que se ve interrumpido únicamente por jadeos y gemidos. Nada saben el uno del otro. Apenas sus nombres. Se conocieron en el bar dónde él trabaja por la noche, un ambiente teñido de oscuridad, que da fe de la clandestinidad de su relación.

Intimidad cartelEn Intimidad (Intimacy, 2001) Patrice Chéreau[1] nos hace penetrar, como nadie, en el universo de los amantes con tremendo realismo – sus encuentros no se adornan, Jay y Claire se desnudan como cualquier persona, a veces con torpeza, a veces con la violencia propia del deseo; sexo explícito y necesario, pues ¿qué hay más íntimo, que una felación?; Jay utiliza preservativo para mantener sus relaciones con Claire, algo insólito en la gran pantalla – y una cámara muy cercana – el filme está repleto de primeros planos que nos adentran profundamente en los personajes, en sus cuerpos, en sus sentimientos, en sus  miedos y deseos; la cámara se acerca a los personajes en los momentos de mayor intimidad, tanto sexual, como emocional.- Después del éxtasis los cuerpos de Claire y Jay todavía están engarzados, trémulos. Sus tonos de piel son distintos. Chéreau consigue sumergirnos de tal forma en la intimidad de los amantes – algo tan intangible para un tercero -, haciéndonos no sólo conocedores de esta íntima historia entre Jay y Claire, sino incluso protagonistas. Tanto, que casi notamos el contacto de su piel.

Pero la vida de los amantes es efímera, fugaz. Dura lo que el encuentro sexual. Es asimismo sumamente frágil. Imagínate lo difícil que resulta para los amantes mantener intacta esa pompa de jabón que contiene todo su mundo. Algo tan simple como una puerta que no llega a cerrarse es capaz de desmoronar por completo su universo. Después de uno de sus encuentros Claire se marcha de casa de Jay dejando, inconscientemente, la puerta de entrada abierta. Jay podría no haberse dado cuenta y su mundo habría permanecido, por el momento, intacto. Sin embargo, se percata de ello. Como llevado por un impulso empieza a perseguirla, pero pronto desiste al sentirse ridículo. Todavía no lo sabe, pero ha abierto la caja de Pandora.

intimite_intimacy_1999_referencePatrice Chéreau nos introduce en la historia de estos amantes desconocidos de manera magistral. En la primera parte del filme conocemos sólo a Jay. Su presente se nos va abriendo paulatinamente, mostrándonos su trabajo y a sus amigos, así como su pasado, la familia que abandonó debido a una infidelidad de su esposa. No obstante, al principio nada sabemos de Claire, esa misteriosa mujer que nada le pide a su amante, más que intimidad. El espectador va descubriendo a Claire, al mismo tiempo que lo hace Jay, quien empieza a comportarse como un verdadero detective, persiguiendo e indagando la vida de la mujer. Quiere saber. Quiere conocerla. Jay actúa como un filósofo ante un dilema. Pero Jay no sabe que cada pedazo de Claire que descubre, agrieta su pompa de jabón. Su mundo peligra. En una de las persecuciones, Jay pierde el rastro de Claire, al entrar ella en una tienda. Al salir, Claire ve casualmente a su amante y, como tratándose de un juego, comienza a perseguirlo. Éste es, sin duda, uno de los mejores momentos de la historia del cine, por su magia, por las sensaciones que provoca al espectador, que se hace partícipe de la persecución, de la emoción que conlleva la curiosidad del descubrimiento. La misma esencia del amante: lo desconocido. Un momento maravilloso, en el que Claire sigue a su amante con una sonrisa en los labios. Momento que se ve truncado, cuando Jay, sin saberlo, la conduce al pub donde Claire actúa. La mujer descubre de este modo que ella misma ha sido descubierta. Se produce entonces un punto de inflexión: la pérdida de la inocencia, que comporta el conocimiento. Jay y Claire ya no son desconocidos. Dejan, por tanto, de ser amantes. Y pasan a ser una maraña reproches, sentimientos encontrados y silencios rotos. Mientras uno de ellos intenta alcanzar al otro con la punta de sus dedos, el otro…



[1] No está de más mencionar que Patrice Chéreau era un feminista declarado.