EL VERDUGO: LA TRAGEDIA OCULTA EN LA ERA FRANQUISTA

el-verdugo cartelLuis García Berlanga alumbró en 1963 El verdugo, una joya del cine español que en sus primeros pasos se vio fuertemente censurada por el régimen franquista – sufrió varios cortes y permaneció en cartel tan sólo dos semanas. – La cinta tuvo también sus encontronazos con la izquierda, quien, por lo visto, no supo entender su propósito. Años más tarde, algunos de los que antaño criticaron la obra, reconocieron su error públicamente y admitieron el valor de la misma[1]. Como suele suceder con las grandes obras, el tiempo puso las cosas en su sitio. El verdugo ha sido declarada mejor película española de la historia, obteniendo diversos premios, entre ellos el Gran Premio de la Academia Francesa del Humor Negro de 1965[2].

La genialidad de El verdugo se esconde tras las innumerables capas que conforman la película: un humor afilado, crítico y desconcertante; una técnica tan sutil como el suave balanceo de una barca en una bahía; la interpretación magistral de todos y cada uno de los actores, ya fueran protagonistas o secundarios; una brillante elección de la música, que va desde el cante jondo del comienzo del filme hasta el twist del verdugo que cierra el mismo. Y, como no, el arriesgado planteamiento de su temática, la pena de muerte.

El humor español, la miserabilización y el arco berlanguiano

En El verdugo nos encontramos con un Berlanga arrojado, que se atreve a abordar un tema tan fatídico como la pena capital por medio de la comedia. El empleo del humor negro, que el realizador valenciano identifica con el humor español[3], alcanza con este filme su máximo exponente, rayando, en ocasiones, lo grotesco. Es digna de mención la secuencia con la que da inicio el filme. Un funcionario de la cárcel trata de desayunase. Sin embargo, se ve interrumpido por los enterradores, así como por el verdugo, quien pone el maletín, que contiene las herramientas del garrote vil, sobre su mesa. Fastidiado por la situación, exclama: “¡Vaya mañanita! ¡Qué suerte la mía!”, ignorando por completo las nefastas circunstancias del hombre que acaba de ser ejecutado. Humor español que Berlanga acentúa con el reflejo de la insolidaridad humana.

El verdugo, vaya mañanitaSe ha hablado mucho acerca de la influencia del cinismo de Azcona en el humor berlanguiano. Según diversos autores, a raíz de su colaboración con el brillante escritor y guionista, el humor de Berlanga se tornó más ácido, su visión del hombre y el mundo más pesimista[4]. Sin embargo, no debe hablarse de una ruptura en su obra, sino de una evolución de su forma de entender la comedia[5]. Un punto esencial del humor azco-berlanguiano que se hace patente en El verdugo es la miserabilización, que pone al descubierto a sus personajes, a todos ellos, sin hacer distinciones entre pobres y ricos. Muestra de todos ellos sus miserias.

Según el propio Berlanga: “Con Azcona refuerzo la miserabilidad de todo y de todos, pero eso es algo que ya estaba en mí. (…) Se me ha acusado de crueldad hacia el pobre, hacia el desamparado, hacia el obrero. Hay que darle la vuelta al problema. Hay que decir que los pobres son tan miserables, tienen tantas ganas de piscina y de aplastar al contrario como los ricos.”[6]

Asimismo,

¿Por qué hay que ceder el paso a un miserable o el asiento a un mutilado? Uno puede estar también deprimido, agotado o triste. ¿Por qué no te ceden a ti, entonces, el asiento? Además, si a un cojo le das una patada en lo cojones, aunque le duela, pensará que qué bien, que no debe dar tanta sensación de inútil, de inválido, y se irá feliz; cojo pero feliz.[7]

El Verdugo-personaje IVEn el filme que nos ocupa reaparece el personaje berlanguiano que, encarnado en José Luis (Nino Manfredi), alcanza su máximo y funesto exponente. El protagonista es un ser pasivo[8], que a lo largo del filme no cesa de repetir que quiere irse a Alemania para aprender mecánica y así abandonar el siniestro oficio de enterrador. Pero no se marcha. José Luis es un flojo. Una buena persona, sí, pero un flojo al fin y al cabo. Un hombre fácilmente manipulable, maleable[9]. Pese a sus buenos sentimientos, se deja enredar por Carmen (Emma Penella), mujer objeto de deseo, que acaba llevándolo al altar y conduciéndolo, junto con su padre, Amadeo (José Isbert) el verdugo jubilado, al patíbulo. Se trata de un hombre huidizo, que no intenta de enfrentarse a la situación que se le viene encima, tan peligrosa como aciaga, sino que, por el contrario, se empeña, sin éxito alguno, en escapar. Observamos esto en varias escenas. Al principio del filme debe transportar al ejecutado en la camioneta y su compañero se ofrece a llevar también al verdugo. José Luis se niega en un primer momento, y acelera el vehículo. Intenta huir. Pero no lo consigue. Y el verdugo acabará acompañándolos. Se trata del inicio de la tragedia. Asimismo, al desembarcar en Palma de Mallorca, donde debe ejecutar a un condenado, intenta desertar cuando divisa a la pareja de la guardia civil que lo espera para llevarlo a la cárcel. Se trata de una escena terriblemente divertida, que entraña, sin embargo, el conflicto existencial del protagonista. De la misma manera, José Luis es un hombre sumamente ingenuo. Cuando debe entregar los documentos para acceder al puesto de verdugo, lo hace con un helado en la mano, como un niño.

El personaje berlanguiano está condenado de antemano al más absoluto de los fracasos[10], haga lo que haga, su situación sólo puede hacer que empeorar[11].

En mis películas hay siempre una miserabilización final del personaje. Mis  personajes nunca consiguen mejorar de posición[12]

A esto se le ha denominado el arco berlanguiano, mezcla de las leyes de Murphy y el pesimismo schopenhaueriano.

Un arranque en donde se expone una situación y un problema, un momento de euforia a lo largo de la película, donde parece que el problema va a ser resuelto de manera favorable, y una caída final hacia una situación igual o inferior a la del arranque[13].

José Luis se halla envuelto en unas circunstancias hostiles, de las que no consigue zafarse, hasta el punto que lo llevan a convertirse en un asesino. A través de este personaje, Berlanga nos señala que cualquiera puede convertirse en verdugo, algo que también ha señalado aunque de forma más descarnada Alexander Solzenitzin en Archipiélago Gulag[14].

El padre condenado y el miedo a ser condenado

el verdugo, quiero vivirDel mismo modo que la mayoría de películas que tratan de la pena de muerte, como ¡Quiero vivir! (I Want to Live!, 1958), de Robert Wise, Primera plana (The front page, 1974) de Billy Wilder, Ejecución inminente (True Crime, 1999) de Clint Eastwood, Bailar en la oscuridad (Dancer in the dark, 2000) de Lars Von Trier, El verdugo supone un férreo alegato contra la pena capital. Sin embargo, el filme de Berlanga supone una innovación y, a la vez, una genialidad, ya que el protagonista de la película no es el condenado a muerte, sino el propio verdugo. Y por si fuera poco, Berlanga le da otra vuelta a la tortilla, convirtiendo al verdugo en víctima, en condenado.

Se ha especulado mucho sobre lo que empujó a Berlanga a hacer un filme alrededor de esta temática. El motivo principal, se ha dicho, es debido a que su padre fuera condenado a pena de muerte durante la Guerra Civil Española, hecho que, indudablemente, marcó al joven Berlanga de por vida. Afortunadamente, consiguieron salvar a su padre, pagando una cantidad no despreciable de dinero, lo que ha denominado el propio Berlanga como estraperlo de la muerte[15]. No obstante a esto, el realizador valenciano ha objetado que la razón principal por la que se opone a la pena de muerte es el miedo a que él mismo pudiera ser condenado alguna vez.

Ya he dicho muchas veces que la razón principal por la que estoy contra la pena de muerte es porque no quiero ni pensar que yo, en algún momento, pudiera ser condenado a muerte. No es broma, no; es que no soporto esa idea, y siempre que lo pienso me aterra porque, quién sabe, uno a veces puede encontrarse en esa situación. […] Estoy contra la pena de muerte por razones egoístas, aparte de las humanitarias[16]”.

La muerte

A raíz de la colaboración con Azcona, aparece uno de los temas que se convertirá en una constante en la filmografía del director: la muerte. En Plácido hizo ya su primera aparición en la escena de la boda “in articulo mortis”. No obstante, en El verdugo, supone la trama principal de la película. La muerte aparece como algo omnipresente, incluso omnipotente. Algo que hay que temer, pero contra lo que no se puede luchar sin resignarse. Domina las vidas de los personajes, desde Amadeo, el verdugo con cuarenta años de profesión, pasando por Carmen, para quien la mujer de negro ha pasado a formar parte de la cotidianeidad, hasta José Luis, quien deberá enfrentarse a ella cara a cara. No obstante, la muerte no se presenta de forma natural, sino que lo hace cuando el Estado la llama. Ahí radica la punzante crítica del filme. Una crítica no sólo de la pena de muerte, sino del mismo franquismo. Una crítica frontal, abierta y despiadada.

Yo, en definitiva, lo que intentaba con mis películas era atacar, erosionar o desmontar aquellas instituciones que defendían tanto la dictadura, y que en realidad siguen defendiendo las otras ideologías que han venido detrás. Esas cosas sagradas de este país, tan respetadas y elogiadas.[17]

elverdugo personajeEn esta ocasión, Berlanga va más lejos, ya que con El verdugo ataca al mismo Franco, quien firmaba las penas y que las siguió firmando hasta poco antes de morir. ¿Quién, sino Francisco Franco, fue el verdadero verdugo durante casi cuarenta años? Por tanto, es de destacar la valentía del realizador a la hora de abordar un tema controvertido en la época –recordemos que la ejecución de Julián Grimau era entonces reciente y que durante ese mismo año murieron a manos de la justicia dos presos anarquistas, Francisco Granados Mata y Joaquín Delgado Martínez-. Sin embargo, Berlanga no dirige su crítica tan sólo hacia el régimen franquista, sino que a lo largo del filme hace alusiones en boca de los personajes a otros países que entonces aplicaban –uno de ellos aún lo hace- la pena capital, como Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña. Y no hay que olvidar que en dichos países gobernaba una democracia.

Del mismo modo, la figura del verdugo en el filme no deja de ser la de un funcionario del estado que, además, dispone del privilegio de tener acceso a un piso de protección oficial, a diferencia de muchos otros ciudadanos, quienes no disfrutaban de esa ventaja. Encontramos, pues, una dura crítica al régimen franquista. Un régimen que, como tantos otros, ejecutaba a hombres de manera legal. Observamos esta crítica en una frase que pronuncia Amadeo: “Si existe la pena, alguien tiene que aplicarla.

El origen del filme: La imagen y el caso de la criada asesina

En estas líneas finales del artículo, volvamos al inicio del filme, que no es otro que su final. El verdugo nace de una imagen: una sala enorme, blanca, de elevados techos. El condenado a muerte es llevado hacia el patíbulo por un grupo de funcionarios de prisiones. Detrás le sigue el verdugo, arrastrado del mismo modo por varios hombres. El origen del filme es, pues, el final de la película[18]. Asimismo, la idea parte de un caso real, que Berlanga conoció a través de un amigo suyo abogado de oficio, quien tuvo que asistir a una ejecución. Una criada asesinó al resto de empleadas del hogar para servir ella sola a su señora – ¿no os recuerda esto a Rebeca (Rebecca, 1940) de Alfred Hitchcock? – En el momento de la ejecución el verdugo se puso malo, tanto que parecía él el verdadero condenado, hasta el punto que hubo que administrarle un sedante[19]. Esa imagen despiadada y fatídica fue la que empujó a Berlanga a realizar el filme[20].

el verdugo, imagen primera

El verdugo como víctima de la sociedad

El eje central del filme gira en torno a cómo el mismo verdugo se convierte en condenado. Mientras son arrastrados por el corredor de la muerte ambos se confunden, ambos son el mismo. Al principio, José Luis intenta resistirse. Los funcionarios de la prisión lo agarran e intentan calmarlo. “Si no se va a enterar, si es muy rápido”, le dicen. José Luis exclama una y otra vez: “¿Por qué?”, “No”. Intenta escapar en la otra dirección, pero los funcionarios lo agarran y lo llevan a rastras hacia el patíbulo. José Luis siente arcadas, se desmaya por unos instantes. Quizá se trate de la escena más dramática del cine español. El verdugo convertido en víctima de la sociedad[21]. El realizador muestra de este modo la confrontación entre el individuo y la sociedad. José Luis es conducido, al igual que el reo, hacia un final funesto. Entra en el círculo vicioso de una tragedia griega. Gómez Rufo señala: “La justicia también ajusticia al verdugo.”[22] Asimismo, Berlanga muestra el ajusticiamiento de José Luis, cuando los funcionarios de la cárcel le anudan al cuello una corbata. Es la sociedad la que ha empujado al individuo a transformarse en un asesino, a perder la inocencia, su libertad para poder sobrevivir y prosperar. Y es esta misma sociedad la que lo rechaza al final del filme, cuando los guardias civiles se niegan a estrecharle la mano y se despiden con el saludo militar[23].

El filme plantea una cuestión filosófica, existencial. A Berlanga le aterraba la idea, la posibilidad de convertirse en condenado a muerte. Algo completamente normal, porque una cosa es que el ser humano tenga consciencia de su propia mortalidad y otra muy distinta es tener que enfrentarse al horror de que la propia muerte tenga fecha y ¡hora! Sin embargo, ¿no resulta igual de aterrador la idea de tener fecha y hora para matar? ¿De estar obligado a matar, en desigualdad de condiciones, de forma impune, legal, burocrática incluso?

Epílogo

Para adentrarse en esta obra maestra del cine español es preciso hacerlo con los ojos bien abiertos. Porque, a pesar de los años transcurridos, no ha perdido su contemporaneidad. La pena capital sigue hoy en día vigente en demasiados países, entre ellos China, Irán, Irak, Arabia Saudí y Estados Unidos. Según Amnistía Internacional, en 2012 fueron ajusticiadas 682 personas fueron ejecutadas en 21 países[24], lo que supone un claro descenso y abre las puertas a la esperanza, si comparamos esta cifra con la de 2004, año en que perecieron al menos 3.797 personas en 25 países al aplicárseles la pena capital[25]. China ejecutó a más personas que el resto de países juntos[26]. En Irak el pasado año se produjeron casi el doble de ejecuciones que en 2011[27]. Los métodos utilizados en los países que aplican la pena de muerte, mencionados algunos de ellos en el filme, son: decapitación, ahorcamiento, inyección letal y fusilamiento[28].

Por otro lado, se han dado casos de ejecuciones públicas en Irán, Corea del Norte, Arabia Saudí y Somalia[29]. Afortunadamente, este año no se produjo ningún caso de lapidación legal[30]. Sin embargo, dos mujeres Intisar Sharif Abdallah y Layla Ibrahim Issa Jumul, fueron condenadas a muerte por lapidación por cargos de “adulterio estando casada” en Sudán. Tras la apelación, las acusadas fueron finalmente absueltas, quedando en libertad[31].

Según Amnistía Internacional al acabar el año 2012 existían al menos 23.286 personas condenadas a muerte[32].


Citas: 

[1] Luis García-Berlanga recuerda: “Cuando se me hizo un homenaje en la Semana de Cine de Barcelona, a mediados de los años setenta, aquellos que antes me criticaban entonaron un mea culpa y manifestaron su error con muchos golpes de pecho” en GÓMEZ RUFO, A. Berlanga. Contra el poder y la gloria, Ediciones Grupo Zeta, Barcelona, 1997, página 16.

[2] Ibíd., página 356.

[3] “Lo que se llama “humor negro”, denominación anglosajona que a mí me molesta, creo que en definitiva es el humor español, el humor genuinamente nuestro. Nosotros ya hemos inventado esto hace muchísimos años. En mí, más que el humor negro, lo que siempre ha estado latente es la picaresca española. Todo señor que en España escribe, y escribe con una cierta intención de diseccionar a los españoles, o sea, de diseccionarse a sí mismo, tiene que recurrir por fuerza a esto que se ha llamado humor negro. Pero es que España no es nada más que esto. Y desde Quevedo a Buñuel, pasando por Goya y Solana, España se mostrará siempre igual.” en GÓMEZ RUFO, A. Berlanga. Contra el poder y la gloria, Ediciones Grupo Zeta, Barcelona, 1997, página 304.

[4] “Azcona ayudó a transformar su pesimismo en amargura, su romanticismo en beligerancia y su buen humor en realismo trágico” en PERALES, F, Luis García Berlanga, Cátedra, Madrid, 1997, página 56. Asimismo, “El humor de sus comedias ha sido calificado como humor negro o cruel y su irrupción se ha visto como una aportación de Rafael Azcona” en ÁLVAREZ, J. La vida casi imaginaria de Berlanga, Editorial Prensa Ibérica, Barcelona, 1996, página 175.

[5] “El cineasta también mantuvo otros elementos que ya habían estado presentes en su primera etapa; así, mostraba un mismo tipo de personajes, pero privados de la ternura que antes poseían. Habían sufrido una profunda transformación, y eso le iba ocasionar el poder llevar a la pantalla otras vivencias más agresivas y dolorosas” en PERALES, F, Luis García Berlanga, Cátedra, Madrid, 1997, página 56.

[6] ÁLVAREZ, J. La vida casi imaginaria de Berlanga, Editorial Prensa Ibérica, Barcelona, 1996, página 179.

[7] GÓMEZ RUFO, A. Berlanga. Contra el poder y la gloria, Ediciones Grupo Zeta, Barcelona, 1997, página 51.

[8] “El protagonista berlanguiano no se ajusta al modelo norteamericano porque se trata de un individuo de naturaleza pasiva y espíritu conformista, caracterizado por su gran capacidad para sufrir” en PERALES, F, Luis García Berlanga, Cátedra, Madrid, 1997, página 189.

[9] “El hombre, tal como Berlanga lo presenta, es un ser manipulado por imposiciones externas a él mismo: la sociedad, el grupo con el que convive normalmente, y la mujer, contribuyen de una manera notable a reducirlo a una simple marioneta incapaz de decidir en libertad” en Ibíd., página 146.

[10] PERALES, F, Luis García Berlanga, Cátedra, Madrid, 1997, página 123.

[11] “La única evolución que se admite en sus vidas se dirige hacia una situación agravante y fatídica” en Ibíd., página 57.

[12] Ibíd.., página 123.

[13] GÓMEZ RUFO, A. Berlanga. Contra el poder y la gloria, Ediciones Grupo Zeta, Barcelona, 1997, página 245.

[14] “Sin agitar demasiado los mantos blancos de justos, hagámonos cada uno esta pregunta: si mi vida hubiera dado un giro distinto, ¿sería yo un verdugo igual que éstos?” en SOLJENITSIN, A, Archipiélago GULAG, Plaza & Janés, Espulgues de Llobregat, 1975, página 130.  

[15] Ibíd., página 118.

[16] Ibíd., páginas 316-317.

[17] Ibíd., página 208.

[18]  “Es la única vez que Rafael ha aceptado, a regañadientes, empezar una película sobre la idea de un  final. Aunque me costó tres años encontrar un argumento que condujese a ese punto culminante del guión” en Ibíd., página 183.

[19] PERALES, F, Luis García Berlanga, Cátedra, Madrid, 1997, página 250.

[20] GÓMEZ RUFO, A. Berlanga. Contra el poder y la gloria, Ediciones Grupo Zeta, Barcelona, 1997, página 316.

[21] “El verdugo que retrata Berlanga no es, ni mucho menos, un ser repulsivo, sino todo lo contrario. Es una víctima de la sociedad, un pobre hombre que tiene que aceptar esa profesión porque está casado, necesita un piso, no puede sobrevivir de otra manera… Esa es la tesis más importante de la película, una demostración de cómo un individuo cae en la trampa que la sociedad le tiende, como para obtener una mínima seguridad en su vida el individuo entra en una rueda mortífera” en  Ibíd., página  317.

[22] Ibíd., página 317.

[23] Ibíd., página 317.

[24] Amnistía Internacional: http://www.es.amnesty.org/temas/pena-de-muerte/datos-y-cifras/

[26] Ibid.

[27] Ibid.

[28] Amnistía Internacional: http://www.es.amnesty.org/temas/pena-de-muerte/alarmante-indice-de-ejecuciones/

[29] Ibid.

[30] Aunque se tiene constancia de asesinatos mediante lapidación realizados por grupos armados en Afganistán, el norte de Malí, Pakistán y Somalia en Amnistía Internacional: http://www.es.amnesty.org/temas/pena-de-muerte/la-lapidacion/

[31] Ibid.

[32] http://www.es.amnesty.org/temas/pena-de-muerte/datos-y-cifras/

Un comentario en «EL VERDUGO: LA TRAGEDIA OCULTA EN LA ERA FRANQUISTA»

  1. Impresionante inmersión en el corazón de esta obra capital. Llevaba muchos años sin verla, y ya me han vuelto las ganas de volver a devorarla, incluso, con más hambre que la primera vez. !Chapeau!

Los comentarios están cerrados.