Lungfish: carrera de fondo

Lungfish foto1“Estaba en el college cuando escuche por primera vez a Lungfish”, dice Dan Cohen, director de publicidad en Astralwerks, sello neoyorkino de música electronica. “Ellos contaban con todo lo que me gustaba de la escena punk de Washington D.C. Eran más inteligentes que la mayoría de bandas punk. La música era punk, pero las canciones eran realmente interesantes con esas estructuras tan raras. Lungfish sonaban tan extraños y al mismo tiempo tan familiares.”[1]

Una de las bandas más respetadas de la familia Dischord, Lungfish empezarán dar síntomas de vida en 1988 cuando Daniel Feldstein entre en un proyecto que, un cuarto de siglo después, sigue a pleno funcionamiento: “Danny, Asa, Mitchell, y yo decidimos hacer una banda, pero no iba a ser un grupo al uso”, dice John Chriest “Sólo haríamos lo que nos apetece. Si funcionaba, genial. Lo que no íbamos a hacer era continuar por el camino de música tradicional marcado por la industria. Ya habíamos estado en bandas donde tuvimos que hacer esas mierdas y ya no queríamos seguir involucrados con ese tipo de cosas nunca más.”[2] Con estas nulas ambiciones, podría parecer que la vida del grupo no duraría más allá que un simple divertimento. Si llegaron a pensar eso en algún momento, desde luego, que equivocados estaban… La banda más prolífica en toda la historia de Washinghton D.C., Lungfish son el paradigma de esa insobornabilidad, tan artística como comercial, a la que nos tiene acostumbrados las hordas punk provenientes desde la capital de los Estados Unidos.

Salidos de la bizarra Baltimore, Lungfish se escaparán ya desde un principio del nivel medio mediante una incansable producción discográfica repleta de momentos memorables. Conducidos por el carismático Daniel Higgs, éste, más bien, recuerda a un tipo que podría pasar como el primo colgado de los My Morning Jacket. Arropado por una célula instrumental inquebrantable, Higgs encontrará el espacio necesario para su mantra funk en la multifacética guitarra de Asa Osborne, el bajo motorizado de John Chriest y la batería templada, pero imparable, de Feldstein. Con una base de esta enjundia, las coordenadas sonoras de Lungfish se dispararán hacia un punto donde sólo ellos han conseguido llegar: hacer del post-hardcore una tradición, tal como el folk. Así, la trayectoria de Lungfish partirá del excelente LP, Necklace of Heads (Simple Machines, 1990). En una línea paralela a Fugazi, pero con un guitarra más rugosa, Lungfish dejarán su opus sonoro demarcado ya desde esta grabación. Un gran gusto por los punteos melódicos como fuga o, conviviendo entre riffs de hormigón incorpóreo, los de Baltimore crearán un sonido 100% Washington configurado por tres esquinas instrumentales muy separadas, siempre buscando estirar el espacio hasta una sobredosis de metros cuadrados. Canciones en continuo desarrollo, dentro de este marco ideal, Higgs, se servirá de sus emocionales cuerdas vocales para lanzar el sonido de Lungfish hacia el verdadero núcleo del sistema nervioso.

Ocho temas repartidos en 28 minutos perfectos, el debut de Lungfish es punzante y cerebral. Sin velocidad, al compás de un blues de homogénea distorsión arrastrada, los vecinos de John Waters se impregnan en ecos dub -“Fambly”- y nos sirven dos temazos inolvidables en bandeja de plata: las brutales “Not only long ride too high” y “Parthogenesis”.

Tras esta piedra roseta, llegará el segundo largo del grupo: el sobresaliente “Talking Shows for Walking” (Dischord, 1991). Todavía más correlaciones con Fugazi -“Friend to friend in endtime”-, estamos ante un pariente lejano del “Waiting room” de los MacKaye en compañía. Repleto de pausas de poso dub y explosiones noise cada vez más agresivas -“Descender”-, también nos podremos llegar a imaginar a Lungfish como unos Led Zeppelin jamaicanos pasados de rosca -“Non dual blues”-. Obra sobresaliente, no obstante, si por un disco Lungfish dejarán su firma en el libro de oro del post-hardcore, ese será “Rainbows from Atoms” (Dischord, 1993). Siempre pulsando una nueva tecla a cada paso dado, para esta ocasión, Lungfish se vuelven más tribales -“Axiomatic”-, al mismo tiempo que se meten en una turbina post-punk que les irá como anillo al dedo para poder construir algunas de sus canciones más sugestivas. De este modo, nos encontramos a Led Zeppelin empastillados -“Instrument”-; la huella dub en “Fresh air Cure”; la etérea y desnuda “Creation Story”; la impresionante “Open house”, con ese bajo serpenteante genialmente acompañado de subidas eléctricas a lo Fugazi; y más que ninguna otra, “Abraham Lincoln”, paradigma del “sonido Washington” y, posiblemente, el tema más conocido de toda la carrera de Higgs y compañía. Una obra maestra, perdida entre las montañas de discos cogiendo ticket de espera por su consiguiente reivindicación, “Rainbows from Atoms” marca la cumbre durante los primeros años de Lungfish. Por suerte, tras esta providencial etapa, la trayectoria del grupo seguirá sin dar visos de agotamiento. Ni de lejos, vamos.

Como si se olvidaran del formato canción, a partir de este punto los discos de Lungfish irán en una acuciante búsqueda progresiva de un estado de ánimo familiar, cada vez más personal. Pasando de la media hora habitual de sus anteriores LPs hasta la hora de duración en Pass & Stow, (Dischord, 1994), no sólo no significará una pérdida de intensidad, sino que beneficiará  las intenciones del grupo por postergar su sonido. Con la dirección tomada en pos de crear una atmósfera extrañamente bella, y tremendamente adictiva, las formas más típicas del post-hardcore empezarán a mutar gradualmente en un pozo de art-punk, que bebe tanto del folk más hipnotizante -“The Evidence”- como de esos tan característicos y sudorosos medios tiempos de corazón funk que siempre los han definido -“Washing away”-. Modélica ampliación de su universo, antes de su siguiente LP, se producirá la marcha de un Chriest, últimamente más interesado por el drum ‘n’ bass. Sustituido por Sean Meadows -bajista de los enormes June of 44-, este cambio provocará un cambio en el sonido del grupo. Más melódico, menos físico, Meadows aportará nuevas líneas de flotación, introduciéndose con suma fluidez entre las palabras de un Higgs, cada vez más sincopado y etéreo. Una nueva etapa dentro del recorrido de Lungfish, “Sound in Time” (Dischord, 1996) seguirá con esa necesidad de ir mutando de forma imperceptible. En la misma línea, pero más repetitivo, este trabajo casi alcanza el mantra por momentos -“Sphere of Influence”-.

Siguiendo la evolución natural del grupo, en su siguiente LP, “Indivisible” (Dischord, 1997), la guitarra de Osborne perdera kilos de electricidad -“You did not exist”-, mientras gana en sutileza. Por su parte, Higgs va cambiando su forma de escribir, cantando canciones en sentido circular con cada vez menos letras; y de esta manera, profundizando en sus aspectos más simbólicos. De las canciones a los cantos rituales, finalmente,  Lungfish se han transformado en un ente de folk dentro del post-hardcore. Reafirmando esta evolución, el propio Higgs explica su posición: “La noción general es que nos gustaría llegar lo más lejos posible con nuestros viejos instrumentos”, explica Higgs. “Existe una tentación para conseguir los sonidos más nuevos y alocados, pero básicamente, seguiremos aferrados a las guitarras y las baterías. No somos un grupo desechable.”[3]

Llegados a este punto, Lungfish seguirán adaptando su fórmula maestra a lo largo de una media docena más de LPs cuyo mayor pecado es no haber caído nunca en la mediocridad. De una regularidad a prueba de bombas, obras como “Artificial Horizon (Dischord, 1998), “The Unanimous Hour” (Dischord, 1999), “Necrophones” (Dischord, 2000), “Love Is Love” (Dischord, 2003), “Feral Hymns” (Dischord, 2005) y “A.C.R. 1999” (Dischord, 2012) siguen aportando deslumbrantes matices, tanto de corte experimental como de folk y post-rock. Sin bajar nunca el nivel y, a veces, criticados por hacer siempre hacen el mismo disco, ¿acaso alguien acusa los Ramones de esta circunstancia? Si nunca fallan, entonces ¿cuál es el problema? De todas maneras, una cosa es repetirse y otra muy distinta es ser identificado a la primera por un sonido inconfundible. Cosa que ocurre tanto con los Ramones como con la banda de Higgs.

Espaciando cada vez más sus discos, el que necesite más dosis de la pantagruélica personalidad de Higgs, siempre podrá acercarse a alguno de sus quince discos en solitario, donde su profunda huella espiritual y folk está más latente que nunca.



[1] Lewis, John: “A Decade Of Dischord And Harmony With Lungfish”, City Paper, 1/8/2007 en http://www2.citypaper.com/story.asp?id=13921, traducción del autor.

[2]Ibídem

[3]Ibídem