Anari: vuelve el verbo eléctrico

Anari portadaSangre, vísceras, y uñas clavadas en la médula. Por fin, Anari vuelve a salir de la cueva para regalarnos un nuevo desgarro de medianoche. Perteneciente a esa mini-exclusiva liga de autoras domadoras del verbo tumefacto -Carla Bozulich, la gran Thalia Zedek, y la misma Anari-, la vasca vuelve a recordarnos que en este país no sólo Lisabö sabe reventar explosiones de electricidad mediante pantagruélicos bocados existenciales. Amiga de la gran banda Irunesa, el propio Karlos Osinaga también hace su participación en este disco, curiosamente, en directo. Formato cada vez más perdido, gracias al desbordante y abrasivo repertorio de Anari, esta fórmula vuelve a cobrar sentido, al igual que lo tienen los infinitos directos que Swans nos han regalado en exclusivísimas ediciones limitadas durante 2011 y 2013.

Como viene siendo habitual en sus actuaciones en directo, para tan celebrada ocasión, Anari vuelve a estar acompañada por sus expertos cirujanos del nervio puro: la poderosa banda  de post-hardcore Inoren Ero Ni. Fascinantes e infravaloradísimos -no hay más que escuchar el inspirador Fregoli (Bidehuts, 2011), su arremolinada trasfiguración blues envuelve la voz temblorosa de una Anari que canta desde las tripas; escupe su volcan interno con ansia trepanadora, vital.

Publicado por el colectivo Bidehuts, Bidea eta Denbora (Bidehuts, 2013) ya está aquí para saltar a la yugular sin correa. Y es que sólo poder revisitar clásicos del rock más turbulento y regenerador, como Habiak (Esan Ozenki, 2000), Zebra (Metak, 2005) e Irla Izan (Bidehuts, 2009), se hace más que necesario en unos tiempos donde la invitación a quemarnos en ruido vivo cotiza a la baja ante el puñetero hype revivalista de la semana, o el día, o la hora…

Ni falta que hace decir que este será uno de los discos más relevantes del año; por lo menos, para los que se preocupan más de recibir una experiencia inolvidable que ir a la moda. He dicho.