Swans: To Be Kind (Young God, 2014)

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Criatura milagrosa.

Desde hace ya unos años, algo muy curioso está pasando en el mundo del pop. Sexagenarios son los que están dando más motivos para seguir agarrándonos a la creencia de que aún quedan  mundos por descubrir ahí fuera. David Sylvian, Robert Wyatt, Scott Walker y Michael Gira son el tipo de figuras que están demostrando que la juventud no sirve de nada si no existe un impulso ávido de seguir superándose; buscar los límites y traspasarlos; abrir una veta por la que se pueda colar un magma de formas libres donde los contextos de la época sean destrozados totalmente por flujos de intensidad libérrima, regeneradora, sin estúpidas cortapisas. En este sentido, la última creación de Gira y sus Swans vuelve a ser un ejemplo inmejorable de esta necesidad vital de salirse de los aburridos guiones que nos estamos teniendo que tragar en el siglo XXI.

To Be Kind (Young God, 2014) es un desafío de devastadora poesía eléctrica de la que vuelca cuencas oculares hacia dentro para que podamos regocijarnos entre nuestras propias vísceras. Ejercicio de superación para el que volver a utilizar el término “definitivo”, como se había hecho en el catedralicio The Seer (Young God, 2012) resulta ya una mera estupidez. Visto lo visto, ¿quién sabe? Igual vuelven a superarse. Eso sí, no será fácil. Ni mucho menos. Porque la última obra de este sexteto de cirujanos del desgarro final ya logra lo que parecía imposible: aumentar la rotundidad física de su antecesor. Más rodados que nunca, el nivel de empatía alcanzado entre Gira, Phil Puleo, Norman Westberg, Thor Harris, Christopher Pravdica y Christoph Hahn ha llegado a un punto de no retorno; donde sus mentes, alma y corazón parecen haber encontrado el foco catalizador en el que todas las partes quedan transfiguradas en un cuerpo nuevo, único, con síndrome de gigantismo. Así, en To Be Kind ya no quedan espacios para respirar, las tormentas de ruido carnal se erigen más intimidantes y poderosas que nunca. No hay más que escuchar los tramos finales de “Screen shot” y “To be kind” para darse cuenta de que este trabajo ha sido creado para introducirse hasta la última arteria del que se preste a su escucha. No hay escapatoria posible, ¿y para qué? Si lo que se encierra entre esta decena de cortes resulta una experiencia, tras la que después de recomponernos los órganos vitales, uno acaba con la sensación de sentirse más humano, libre, sin ataduras.

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Swans: un espacio sin formas.

Haciendo equilibrismos sobre una tormenta interior, Swans vuelven a echar por tierra el típico formato “canción”, dejándolo hecho un guiñapo, pervertido para siempre. Como el mismo Gira ha llegado a decir, no le interesan que sus canciones tengan cercos, lo que a él le interesa es convulsionarlas con fruición desde su alma; llevarlas hasta sus confines hasta que acaben por explotar por sí mismas. De este modo, al referirnos a las canciones de To Be Kind, mejor habría que hacerlo como “pasajes en movimiento”. Paralelismos con la gramática impulsiva, mutante, de Fela Kuti o Can, esta  práctica vital, que Swans llevan perfeccionando desde 2011 mediante giras donde siempre ha ido probando sus nuevas criaturas delante de la pasmada audiencia, vuelve a traernos composiciones ya dinamitadas en el fragor de la batalla, entre las que se erige con  violencia desproporcionada el post-punk orgásmico de “Oxygen”; por cierto, un tema que parte de una experiencia personal del propio Gira, cuando casi se muere tras un episodio de ansiedad que le había dejado, literalmente, sin aire. No obstante, intentar destacar alguna pieza de entre todo el conjunto, sería hasta un insulto. La tensión afilada que se percibe a lo largo de “Just a Little boy” – dedicada al gran pionero del blues Howlin’ Wolf -, el kraut-rock monumental de “A Little god in my hands”, el tribalismo medieval de “She loves us” o la cosmogonía de música infinita que emerge de “Bring the sun/ Toussaint l’overture” – homenaje a Toussaint, el mítico revolucionario haitiano del siglo XVIII -. To Be Kind encierra más emociones entre sus esquinas que, seguramente, todas las sensaciones conjuntas que puedan provocarnos la mejor música facturada en todo el año.

Poesía de los elementos, a lo largo de este mantra sobreexcitado Gira entra en contacto con el fuego del sol,  nos tiende una escalera para que subamos hasta las estrellas que nos alcanzan la vista – tal como en “Kirsten Supine”, inspirada en Melancolía (2012) de su admirado Lars Von Trier – y le da la vuelta a la ira combativa hacia el Dios vengativo que guiaba Children of God (Caroline, 1987) para llevarnos de la mano a un viaje hacia el corazón de un amor curativo, universal, con el mismo aire que nos rodea; en las antípodas de los topicazos a los que, desgraciadamente, estamos tan acostumbrados y que tanto daño han hecho al pop.

Dos horas de brutal cinemascope al tacto; sí, lo voy a decir, y me voy a quedar tan pancho: To Be Kind es la creación musical más relevante en lo que llevamos de siglo XXI. Si no tienes miedo a sentir hasta la última cutícula de tu cuerpo, no lo dudes, déjate llevar y, de paso, quema los libros de autoayuda, cancela las citas con tu psiquiatra y déjate sanar por esta vacuna contra la mediocridad y todos los males que nos asolan. Amén.