Universo Tezuka: «La Canción de Apolo» (ECC, 2014)

Osamu tezuka la cancion de apolo 1Perteneciente a la etapa oscura del gran maestro japonés, Osamu Tezuka, La Canción de Apolo (ECC, 2014) se erige como la enésima pieza capital en su faraónica trayectoria. A la altura, o incluso superior, a otras joyas de la relevancia de MW, Ayako y El Libro de Los Insectos Humanos, esta obra, con la que inauguraba los turbulentos años ’70, nos muestra a un Tezuka totalmente influido por la severidad dramática proveniente del gekiga, la variante más adulta del manga, rasgo que se palpa en un dibujo tremendista, poco dado a los habituales ligeros detalles paródicos para oxigenar la tensión generada. Exposición totalmente frontal, a lo bruto; no obstante, que nadie se piense que Tezuka perderá su facilidad natural para mezclar géneros. Ni mucho menos. En este sentido, La Canción de Apolo quizá sea su obra que más se acerca al espíritu con el que creó Fenix; sin duda, el gran trabajo de su vida.

Filosofía, mitología, ciencia-ficción orwelliana, ecologismo militante, aventuras, drama amoroso, tragedia, thriller distópico, humor infantil, crítica a la instituciones psiquiátricas y ataque certero a los valores morales de la clonación. Sólo Tezuka era capaz de meterse en semejante berenjenal; confundirlo todo, darle sentido y terminar por crear un híbrido eminentemente “Tezuka” y apto para cualquier amante del cómic.

La historia de Shogo, un adolescente traumatizado por una madre “cazafortunas” que nunca quiso tenerlo, de la que sólo recibe palizas; finalmente, sus experiencias acabarán llevándole a fomentar un odio crónico hacia cualquier tipo de manifestación amorosa. De esta fobia, Tezuka se servirá para hilvanar un discurso torrencial sobre el verdadero significado del amor. Como mejor excusa para poder adentrarse hasta los límites de esta pregunta existencial, Shogo será condenado por la Diosa Atenea a encontrarse con infinitas pruebas de amor por lo largo de los tiempos y en todas las épocas. Por supuesto, tal guion en las manos del creador japonés servirá como acicate ideal para generar un desbocado torrente narrativo tremendamente pasional, por medio de uno de los personajes más contradictorios de toda su producción y, posiblemente, el más confundido de sus miles de creaciones. Enclaustrado en un centro psiquiátrico, los experimentos que harán con Shogo le provocarán experiencias extrasensoriales que le transportarán tanto a un episodio de la Segunda Guerra Mundial como a un futuro de hombres “sintéticos”, en la que resulta como la trama más brillante de las cuatro que nos regala Tezuka para esta ocasión. El filtro por el que surgen las grandes cuestiones filosóficas que se perciben a lo largo de esta obra, a través de éste podremos ser partícipes de la que, para un servidor, es la viñeta más demoledora, significativa y lúcida que ha sentido en su vida. El momento en cuestión, viene a cuento del paseo que da Shogo junto a una niña sintética en una ciudad vacía, con los edificios vacíos, sin un alma andando por las calles, hasta que se acaba por dar cuenta de que la misma ciudad es el cementerio de la humanidad; uno repleto de millones de tumbas. Sólo por esta escena, La Canción de Apolo merecería el calificativo de “imprescindible”, pero es que la cosa ya llegará a unos niveles de lucidez mareantes cuando se plantea la necesidad de un “sintético” por conocer el amor humano a través de Shogo; precisamente, el menos indicado para dar enseñanzas a este respecto. Esta pregunta sobre si en algún momento las creaciones de los seres humanos podrán llegar algún día a reconocer el amor entre sus carnes sin alma, es llevada en este manga hasta sus últimas consecuencias, generando otra pregunta más terrorífica: ¿los humanos nos hemos convertido en robots, insensibles, hasta el punto de poder aceptar el “amor” de un ser inerte? Cuánto menos, Brutal.

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Las fulminantes visiones de Shogo.

Más allá del relato enfocado en el futuro, la narración alcanza otra de sus cumbres narrativas en la fabulosa descontextualización de la leyenda de El Arca de Noé. Animales liberados en una isla de esa cárcel de animales conocida como zoo, Shogo acabará en este paraíso, en el que podrá ver en primera persona lo que significa el amor más puro hacia la vida; siendo una de las leyes de esta isla la prohibición de matar a cualquier especie; ni siquiera para poder alimentarse.

Las consecuencias de ir hasta los límites de lo que puede llegar a provocar el amor más profundo, irracional, tendrá su hermano siamés en la muerte; sin duda, el otro gran foco temático de esta obra. En este sentido, estamos ante una de las visiones más intensas, poéticas y lúcidas que se hayan realizado jamás del amor más allá de la muerte. Sobrecogedora en su tremenda dureza, La Canción de Apolo, esquiva las fina línea del patetismo para acabar convirtiéndose en un relato tremendamente real; una nueva lección magistral de un Tezuka que, hasta en sus años más duros, era capaz de arrancar cantos a la vida tan inmensos como el que fluye a lo largo de estas 544 páginas alumbradas por el don de la inspiración más intensa.

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Shogo entre pérfidos psiquiatras.

 

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