Se organizan en manadas. A tu paso gritan, mugen, balan, berrean, rugen, gimen, jadean, chitan, eructan, aplauden y se golpean el pecho. Sobre las 8 de la mañana ocupan los parques aledaños al instituto así como los muros, vallas y tapias que rodean el centro. Más adelante, se apostan en los pasillos, ocupan el espacio, bloquean la entradas a las aulas y lanzan puñetazos y patadas a puertas y paredes cuando pasas a su lado. Así amedrentan, asustan, intimidan, acosan. Extorsionan, humillan, manipulan, mienten y agreden.
En clase, cualquier referencia a la paz, la convivencia, la igualdad o el respeto a los seres sintientes y al medio ambiente es replicado con risas y miradas que después se traducen en mensajes chantajistas de las familias o, en última instancia, violencia, que se expresa tanto en una corporeidad agresiva como en insultos, vulgaridades y comentarios soeces que pretenden boicotear la clase e infundir el miedo en quienes siempre sufren el acoso y que ven revalidado su pensamiento de que es mejor no denunciar.
Son jóvenes educados por la machosfera y un sistema turbocapitalista, colonial y bélico basado en el extractivismo y la explotación de seres humanos, animales y medio natural. Es decir, son machos directamente producidos por la propaganda antifeminista y ultraderechista, creaciones perfectas del reaccionarismo más violento que se ceban en familias sin recursos, con diversas problemáticas, que no encuentran su amparo en este estado social y democrático, destruido por la turistificación, que ha devaluado el empleo y eliminado un tejido social y comunal de ayudas y cuidados.
Son machos. Sí, chicos, por ello, el clima de hostilidad, hostigamiento, crispación, frustración y violencia en el que las profesoras desempeñamos nuestro trabajo es un clima de violencia de género, un problema sistémico que es necesario abordar poniendo sobre la mesa a todos los agentes responsables.
Al fin y al cabo, estos jóvenes son víctimas de un sistema que se aprovecha de ellos para perpetuar un sistema basado en mantener los privilegios de quienes nos explotan y explotan a sus familias. Unos jóvenes sin futuro a los que no podemos educar para la convivencia en sociedad y que verán su juventud y madurez arrebatada por unos vendehúmos, charlatanes y estafadores que les prometieron libertad a cambio de su educación.
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Pilar Jódar Peinado, doctora en Filología Hispánica, es profesora de Enseñanza Secundaria.
Valiente y estremecedor relato que retrata perfectamente la situación vivida por muchos profesionales de la educación que, diariamente, sufren insultos, vejaciones y maltrato psicológico por parte de los cachorros de un sector de la sociedad que denosta y reniega de unos servicios públicos que, por otro lado, esquilman.