Golem – La versión polaca de Piotr Szulkin

Golem-254688389-largeNacido a partir de materia inanimada e insuflado con un hálito vida por un rabino de la ciudad de Praga para defender a los más necesitados del gueto, el golem es una criatura fantástica propia de leyendas judías. Un concepto, el del enorme armazón de arcilla viviente, que sirvió para inspirar a varias obras, entre las que, principalmente, encontramos la película El Golem (Der Golem, wie er in die Welt kam, 1920) de Paul Wegener y Carl Boese y la novela de mismo título, El Golem, escrita por el austríaco Gustav Meyrink en 1915. Existen otras versiones posteriores, e incluso anteriores, del mito del golem que lo afrontaron con mayor o menor fortuna, entre ellas dos más del propio Wegener que a día de hoy se encuentran desaparecidas y sin visos de poder llegar a ser rescatadas.

La menos conocida por su prácticamente nula distribución internacional, su país de procedencia, Polonia, y su estilo críptico y poco amable para el espectador medio, es, seguramente, la que hoy trataremos brevemente: Golem (Golem, 1980) de Piotr Szulkin, escrita por el propio Szulkin y Tadeusz Sobolewski, tomando como referencia el libro de Meyrink.

Sin embargo, en esta ocasión no viajaremos al Praga del siglo XVI como en anteriores versiones, sino que nuestro viaje en el tiempo toma el sentido contrario e iremos hacia el futuro, teniendo como destino un futuro desolador, de tonos ocres ásperos que acompañarán a todo el metraje dando una sensación de óxido y herrumbre flotando en el ambiente. En ese futuro, los científicos han avanzado hasta el punto de poder crear seres sintéticos provistos de recuerdos inducidos. Es el caso de Pernat, creado en un laboratorio a partir de un hombre real, provisto de su cerebro que quiere adueñarse de su cuerpo, pero que iniciará un viaje interior en busca de su propia identidad, teniendo siempre la sensación de que algo va mal, de que ese no es su cuerpo, sino que no es más que una simple cáscara que ha de ser derribada.

A imagen y semejanza del golem mitológico, Pernat ayudará a la gente más necesitada de su vecindario, pero aún así seguirá sin encontrar su sitio en el mundo mientras se topa con extraños personajes que le harán dudar de su propia salud mental. Aunque el objetivo de la creación del ser sintético es la elevación a un nuevo estado de la raza humana, haciéndola más resistente y longeva, lo cierto es que lo único que parece lograr en Pernat es dolor emocional.

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Golem es, en definitiva, una película compleja, poco accesible tanto literal como metafóricamente, pero en la que se nota la mano de su director, Piotr Szulkin, versado en el terreno de la ciencia ficción y con evidentes reminiscencias e influencias recibidas de maestros soviéticos como Tarkovsky, de cuya alargada sombra no puede, ni quiere, desprenderse en ningún momento. Toda una experiencia para los que busquen un desafío diferente, pese a que pueda atragantársele a más de uno.