Desde hace mucho tiempo que Diamanda Galas se ha convertido en el ejemplo más significativo del paralelismo entre la voz humana y un instrumento musical; en su caso, uno de los más fascinantes que se puedan degustar. De porte intimidante, Diamanda siempre ha sido la verdadera reina gótica. Sin embargo, su transcurso musical la ha llevado a traspasar estas limitaciones estéticas hacia un viaje de lo más interesante hasta los orígenes del blues, el jazz y el góspel; a su manera, claro está. Cada vez más convencida de que el “menos es más” es la base para llegar al hueso de la emoción, actualmente lo más normal suele ser que la gran diva del averno se presente acompañada por un piano solitario para arropar la cascada de registros vocales que, nadie más que ella, es capaz de ejecutar. No obstante, esto no fue siempre así. La progresiva refinación de sus últimos trabajos no son sino una evolución que parte de un pasado donde las miasmas de litúrgica instrumentación volcánica y de vanguardia se mostraban a la altura de sus vertiginosos niveles vocales. En este sentido, The Divine Punishment (Mute, 1986) resulta ser uno de los tratados más creíbles de una adaptación musical de -y que nadie se asuste- el Antiguo Testamento. Por supuesto, esta forma temática no será más que una metáfora de algo mucho más cercano, y creíble. De este modo, el tercer LP de la de San Diego es la primera parte de la fascinante trilogía “The Masque Of The Red Death” –en clara alusión al cuento de Edgar Allan Poe-. Creadas entre los años 1986-1988, esta colección de obras se gestarán con la idea de expresar el sufrimiento de los enfermos de SIDA, del que su hermano estaba afectado, muriendo poco después de la finalización de la última entrega de esta trilogía. Oda al exceso, en la que la voz sobrenatural de Diamanda marca la pauta de una ceremonia de extremismo sonoro, sin límites. The Divine Punishment está Divida en dos partes: “Deliver Me From Enemies” y ”Free Among The Dead”. Siguiendo la estructura de la música clásica, nos encontramos con una sucesión de movimientos, a cada cual más arriesgado que el anterior. Una contatenación sin desperdicio que te arrasta irremediablemente hacia un pozo del que ni puedes, ni quieres escapar: incólumes letanias medievales -‘This Is The Law Of The Plague’-, ambientes de tensión sobrecogedora -‘Lamentation’- turbadores momentos a capella –‘Deliver Me From My Enemies’, ‘Psalm 88’ y ‘Deliver Me’-, aquelarres de experimentación alucinada -‘We Shall Not Accept Your Quarentines’-, endemoniadas distorsiones vocales -provocadas por su sistema de utilizar varios micrófonos al mismo tiempo- en ‘Why God’ y cacofonías tan aterradoras como las que regurgitan en ‘Psalm 22’. Todo expuesto bajo parámetros de vanguardia sonora que maman directamente del ADN No Wave. Vamos, como unos Swans primigenios transportados en el tiempo para oficiar una ceremonia tortuoria de La Inquisición…
Mención aparte, se merece el último exorcismo de esta turbadora oda a la desproporción, ‘Sono L’Antichristo’, que con su halo de amenaza constante, acaba llegando a unos niveles de rabia y fiereza tan sangrantes y depravados que, es difícil no sentir una punzada glaciar en la espalda al dejarte poseer por tamaña demostración de sentimientos primigenios. Por extensión, este tema también afianza la función de este álbum: mostrarte desde el precipicio el verdadero rostro de la muerte que anida en cada uno de nosotros. Sin maquillajes, en toda su crudeza. todo un salto sin red al epicentro del dolor más lacerante y excitante que cualquiera pueda soportar; y por qué no, disfrutar.