Los desheredados: «Huida del corredor de la muerte» de Edward Bunker

“Era media mañana cuando cruzamos Oakland y el puente

Ritchmond-San Rafael y pudimos ver las paredes color mierda

De la prisión estatal californiana de San Quintín.

-Ahí está, Cameron –dijo el conductor-. Tu último hogar.

-Uuuh… La Casa de Drácula”.

“La casa de Drácula”, Edward Bunker

 

 

edward bunker.png2Afortunadamente, seguimos recibiendo nuevas muestras periódicas de las obras escritas por Edward Bunker. El máximo paradigma de “cuando la realidad supera la ficción”, para la ocasión que nos ocupa, Huida del corredor de la muerte (Sajalín, 2014), el objetivo no sólo no va a cambiar, sino que incluso estará más afinado hacia un realismo más desgarrador que en otras de sus brutales novelas: No hay bestia tan feroz (Sajalín, 2009), Perro come perro (Sajalín, 2010) o Stark (Sajalín, 2010). Otra cosa son libros del peso humano de Little Blue Boy (Sajalín, 2013) y su monumental autobiografía La educación de un ladrón (Alba Editorial, 2003): obras con las que el nuevo tesoro rescatado de Bunker no sólo casa a la perfección, sino que además es capaz de mirar de tú a tú en sus momentos más inspirados; que, para no perder la sana costumbre, son más que abundantes.

Huida del corredor de la muerte responde al título del penúltimo de los cuentos que engrosan esta obra, desde ya, imprescindible. Recopilación de cuentos, resulta abrumador que esta colección de escritos fuera un proyecto, posiblemente sin terminar, encontrado tras la muerte de Bunker en 2005. Reunidos uno detrás de otro, la coherencia es pasmosa. Con la cárcel de San Quintín -o la casa de Drácula, según las palabras de su autor- como hilo conductor, Bunker plasma sus experiencias durante media vida encarcelado a lo largo de doscientas páginas que, más que nunca, atrapan el proceso de los presos condenados a vivir etérnamente entre rejas, y que, tal como ocurre en el primer relato, “La justicia de Los Ángeles, 1927”, en algunos casos ni siquiera advierten su fatal destino. Precisamente, este relato se encuentra entre lo más demoledor que haya escrito nunca el visceral escritor angelino. La historia de una triste coincidencia, sumada a una terrible historia de racismo desproporcionado. Es imposible no sentir el miedo que aturde a Booker Johnson, su desconcertado protagonista. Que este sea el primer cuento escogido, también resulta un acierto de pleno. Desde estas primeras páginas, Bunker no es que nos invite a entrar en las lóbregas estancias de San Quintin, es que, mucho mejor, nos pone los grilletes y, literalmente, nos lleva de paseo por sus corredores de la muerte; presentándonos al carnaval de inquilinos que los habita e invitándonos a vivir, en primera persona, delirantes fugas suicidas. Incluso más aterrador resulta el hecho de que la mayoría de estos cuentos comiencen con personajes que están llegando o acaban de entrar: la sensación de ansiedad se hace de un asfixiante casi insoportable. En este sentido, por momentos, las descripciones de San Quintin resultan más acongojantes vistas desde fuera que dentro de sus infranqueables muros.

Si el cuento con el que arranca Huida del corredor de la muerte es un golpe de fuerza ingobernable, los que le acompañan no lo serán menos. De entre el resto del libro, nos encontraremos con dos nuevos relatos largos y tres más cortos. En uno de estos últimos volveremos a toparnos con Troy Cameron, uno de los personajes principales de Perro muerde perro. Mientras, en “Muerte de un soplón” la violencia de la historia se hace tan patente, que resulta imposible no palparse la barriga durante su lectura; parece que en cualquier momento nos llegará un navajazo perdido… En cuanto al último de los relatos cortos, y también del libro, “La vida por delante” cierra el círculo de forma admirable. En éste, podremos asistir a la iniciación de un joven preso en su vida carcelaria. Lo más tremendo del asunto, es que su protagonista lo sabe; no le importa. Sabe que no puede vivir sin robar; es puro instinto, mejor que el sexo. ¿Y qué si lo cogen? Se pregunta él mismo.

edward bunker
Las llagas más profundas de la vida.

Para los otros dos relatos largos, Bunker vuelve a demostrar que en eso de describir escenas repletas de acción, no hay nadie mejor que él. Tanto en “Mía es la venganza” como en el cuento titular de este libro, nuestro Señor Azul nos arrastra a su espiral mediante una prosa speedica, tremendamente visual, sin perfume, empañada en violencia seca: como la que resuena en las películas de yakuzas de Takeshi Kitano.

Imperturbable concatenación de palabras en cueros, ninguna de las historias relatadas en esta obra resultarían ni la mitad de creíbles de no ser por el estilo embrutecido de Bunker. Sus palabras fluyen como patadas en polvorosa, duelen a la vez que ya están preparadas para la siguiente embestida.

El tremendo dilema entre asumir una condena indefinida -¿Cómo se hace algo así?-, abocándose al progresivo vacío vital, o arriesgarlo todo por una última bocanada de libertad tras los muros de la cárcel. Definitivamente, Huida del corredor de la muerte es una nueva pieza maestra de un autor que, aún después de muerto, sigue proporcionando nuevas muestras de estremecedora humanidad.

Ya para terminar, para los que soléis saltaros la introducción de los libros: ¡Ni se os ocurra hacerlo en esta ocasión! Tan vibrante como los cuentos a los que precede, aquí se encuentra la esencia más pura de Bunker. Y no adelanto más.