Bong Joon-ho rompe las reglas en Hollywood

bong-joon-ho
Bong Joon-ho

No suelo escribir acerca de mis sentimientos, pero debo decir que sentí algo parecido a la tristeza cuando me enteré de que Bong Joon-ho, uno de los mejores directores surcoreanos se había ido a hacer las Américas. No porque pensase que se hubiera vendido ni nada parecido, sino porque por esos lares se corre el peligro de enfangarse con lo comercial y echarse a perder.

¿Con qué se encuentra una cuando se sumerge en Rompehielos (Snowpiercer, 2014)? En primer lugar, con una novela gráfica de Jacques Lob and Jean-Marc Rochette – Le Transperceneige – trasladada a un plano coreano, en el que la violencia, el humor y la filosofía se entrelazan, aunque sea a base de machetazos. El escenario, un Apocalipsis del que han sobrevivido apenas un puñado de seres humanos, cuyo único hogar reside en un tren de alta velocidad que recorre sin paradas el mundo entero. Se trata de un microcosmos que reproduce lo que ha sido la sociedad humana desde que el hombre es hombre, y se dedica a explotar a sus semejantes. Los pobres en último vagón, los ricos en los de adelante y el rey, el presidente o el todopoderoso, como prefieran ustedes llamarlo, en la locomotora. Lucha de clases, que se extiende más allá para hablarnos de la condición humana, de aquello que nos hace humanos, ya sea la voluntad de libertad, o la estupidez más absoluta.

– ¿Que Bong Joon-ho se fue a Estados Unidos para abordar temas universales? 

– En efecto.

– ¡Anda, ya!

– Que sí, coño.

Decadencia de las clases privilegiadas.

La soledad del poder, aunque prefiero estar solo, que vivir en la mierda.

Adoctrinamiento de los niños. Lavados de cerebro.

¿Un héroe, un antihéroe, un traidor?

15SNOWPIERCER1-articleLarge
El vagón de tercera y última clase.

Una película de acción trepidante, en la que cada nuevo vagón destapa una nueva capa, que nada tiene que ver con el cine que se estila hoy en día en Hollywood. Lo brillante es que el director ha conseguido hacer un filme que por su género puede atraer a mucha gente y, al mismo tiempo, hacerle vivir el cine, e incluso pensar.

No hay ni una tía buena.

No hay historia de amor.

No hay moral.

¡Un hurra por los coreanos!

Por si esto no fuera suficiente, Joon-ho se trae al genial actor y sex-symbol coreano, Song Kang-ho, quien no habla ni una palabra de inglés en lo que dura la película. Toda una declaración de intenciones.

¡Atención spoiler! ¡Cuidado!

Y la mirada que se cruzan al final estos dos seres, un oso y una niña. Un momento bellísimo, que ahonda en lo más profundo de la vida. El oso – ¿o es una hembra? – lo ha sabido siempre. Ella acaba de descubrirlo, de comprenderlo. El filme nos deja una pregunta en las manos: ¿Será la niña la que olvide este conocimiento precioso, o sus hijos?