Nymphomaniac – von Trier y el sexo

PortadaSi hay un director que hoy en día despierta, a partes iguales, desatadas pasiones y furibundas animadversiones ese es, sin duda alguna, el danés Lars von Trier. Seguramente llegará hasta el final de su carrera y seguirá sin apagarse el intenso debate que hace que sus obras bailen entre el calificativo de obra maestra incontestable y el de ejercicio infumable de pedantería. Por suerte para los que nos contamos entre las filas de sus admiradores, von Trier sigue haciendo en cada momento lo que le apetece, sin importar el qué dirán. Algo que sin duda es de alabar en una industria que antepone el éxito comercial frente a cualquier parámetro artístico o de calidad, pese a que sus excesos en muchas ocasiones buscan la incomodidad del espectador, el enfrentarle a una situación desagradable que invite a apartar la mirada de la pantalla.

La película que hoy nos ocupa cierra la llamada, de forma extraoficial, trilogía de la depresión, formada junto con Anticristo (Antichrist, 2009) y Melancolía (Melancholia, 2011). Digo bien, película, ya que aunque fue estrenada en dos partes, Nymphomaniac (Nymphomaniac, 2013) fue en todo momento concebida como una única película, que ante la oposición de von Trier, y aconsejados por su mastodóntica duración, cortaron en dos partes. Estamos hablando de cuatro horas en la versión que fue estrenada en salas, y de cinco horas y media en su versión íntegra que sólo ha podido verse en algunos festivales y que, por suerte, sí que ha sido editada para formatos domésticos en nuestro país en versión original subtitulada. Nymphomaniac, provocó polémica desde su concepción ya que von Trier se encargó de especificar que la vida de la ninfómana Joe sería llevada con todo lujo de detalles, incluyendo escenas de sexo real y explícito. Algo que inicialmente sorprendía al saber que el reparto no iba a estar formado por actores provenientes de la industria pornográfica, si no que veríamos a Charlotte Gainsbourg, Udo Kier, Uma Thurman, Jaime Bell, Willem Dafoe o Shia Laboeuf entre otros. Pero finalmente no veríamos al hijo de Indiana Jones fecundando al nieto de Indiana Jones, sino que digitalmente se implementaron los genitales de actores porno en la imagen para eludir las previsibles negativas del elenco.

¿Está realmente justificada tanta polémica con Nymphomaniac? Sí, desde el mismo momento que el sexo es polémico esta película también lo es, porque es totalmente explícita y no se ahorra ni el más mínimo detalle. Pero pese a no jugar con ambigüedades vanas, tampoco es una película que logre excitar al espectador, ya que seguramente estemos ante una de las películas que realmente se ha tomado el sexo más en serio, desvistiéndolo de todo componente lúdico en lo que a su contemplación se refiere. Reconozco que he visto directamente la versión íntegra, por lo que no puedo saber hasta dónde llega la versión exhibible y juego con la desventaja de no saber cuáles son los 90 minutos que faltan de metraje, pero aún así, en un ejercicio que más de uno seguramente tildará de masoquista, tras contemplar sus cinco horas y media no acierto a saber qué parte sobra. Una vez abrazado el concepto de mirar al sexo de frente, una vez asimilado que aquí no van a valer las medias tintas, una vez hecho esto se puede llegar a entender el porqué de tan larga duración.

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Entrando en la historia en sí, tras un prometedor comienzo conoceremos a Joe, interpretada en el presente por Charlotte Gainsbourg, tirada en el suelo y con heridas en su rostro, a quien auxiliará Seligman, interpretado por Stellan Skarsgård, un amable hombre que le dará cobijo en su casa. Intrigado por lo ocurrido, Seligman le preguntará por los motivos que le han llevado a tal situación, y Joe contestará que para entenderlo debe contar toda su historia desde el principio, comenzando así un viaje a la vida de una ninfómana. Ambos interlocutores, Joe y Seligman, curiosamente representan unos papeles que instintivamente les asignaríamos a la inversa. Ella, la ninfómana, no trata en ningún momento de justificarse, al contrario narra su vida sin escatimar en detalles y tratando en todo momento de retratarse como una buena persona. En varios momentos pareciera que en ella predominan prejuicios pertenecientes al ámbito religioso, pese a que durante su vida no parece haber albergado sentimiento alguno de culpa o arrepentimiento. Por el contrario, el apocado Seligman es de origen judío pero a la vez representa la voz de la razón científica, buscando siempre una justificación racional para los actos de Joe, aplicando símiles que faciliten la comprensión. En general, toda la primera parte de la historia, subdividida a su vez en cinco capítulos, entra dentro de lo más asimilable por el público en general, incluyendo experiencias que van desde que Joe es una niña, con la natural exploración genital propia, hasta la juventud y su pleno disfrute de su sexualidad. Tras años practicando el sexo sin casi importar cuándo y con quién, paradójicamente la llegada de un nuevo factor a la ecuación: el amor representado por Jerôme, Shia Labeouf, es el que desequilibra la vida de Joe y le hace entrar en una crisis que cierra el primer volumen.

Si en el primer volumen veíamos a un von Trier casi amable, dentro de sus propios parámetros, es en el segundo volumen donde más se reconoce al director, donde realmente nos agarra por el cuello para obligarnos a ver y asimilar lo que quizá no querramos ver. Aquí surge el von Trier más provocador, el que nos desafía a cuestionarnos en un tema tan polémico como es el aborto, en una de esas escenas que difícilmente borrarás de tu memoria y con un diálogo posterior que no hará sino aumentar la sensación de desasosiego. También trata muy brevemente otro apartado tan polémico como es la pederastia, por suerte en este caso lo hace sin que quede duda de su oposición a tan despreciable acto y sin que en ningún momento se llegue a tan siquiera insinuar su exhibición, ahondando más que en el pecado en el pecador. Pero antes nos adentrará en el terreno del sadomasoquismo, con algunos golpes que parecen traspasar la pantalla y herir al espectador, propinados por un Jamie Bell que transforma su bailarín Billy Elliot en un insensible e hierático sádico. Desde este capítulo inicial, la vida de Joe irá complicándose cada vez más, abrazando la ilegalidad, la violencia, y llevándolo todo hacia un sorprendente final, precedido por una conclusión final por parte de Seligman que desnuda muchos de los prejuicios sobre la sexualidad femenina que durante siglos han reinado gracias al predominante patriarcado.

Nymphomaniac es 100% von Trier, con todo lo que ello implica. Es un ejercicio de autenticidad del director, algo que todos agradecerán, sus defensores porque sabrán a qué atenerse, y sus detractores porque sabrán de lo que están huyendo.  Lo que es evidente es que este ejercicio de pornografía filosófica, o pornografía pedante, no dejará indiferente a nadie.

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