Dentro la escena musical de Washington de principios de los’80, más allá del espíritu do it yourself punk y hardcore de las bandas afincadas en el inspirador sello local Dischord Records -casa de Fugazi, Minor Threat y un larguísimo etcétera-, también existía un reverso pop, menos conocido, liderado por Mark Robinson, lider de los prestidigitadores de pop experimental Unrest y capo del sello Teenbeat records, de donde saldrían discos de bandas locales, así como excepciones foráneas tan sugerentes como Stereolab, Gastr De Sol y Versus.
En cuanto a la banda de Robinson, desde sus comienzos, a mediados de los ’80, ésta seguirá una progresiva línea ascendente que les acabará llevando a cerrar su discografía en su cénit creativo, mediante Imperial F.F.R.R. (Teenbeat Records, 1992) y The Perfect Teeth (Teenbeat Records, 1993): dos álbumes radiantes, hermosos, inquietos y de altos vuelos, en los que el dicho del menos es más cobra su máximo significado. Obras construidas a partir de una mezcla de voces celestiales y guitarras de una sencillez indie desarmante, de esta simple ecuación brotan gemas de alto calado emocional como ‘Imperial’ o ‘Isabel’, dando con un perfil sonoro que bien se podría entender como la definición perfecta de lo que es el slowpop.
Partiendo de un uso hipnótico de la repetición, Unrest consiguen que cuanto más escuches sus canciones más te penetren en la piel por la vía emotiva. Todo un carrusel de sentimientos de los que este pequeño gran tesoro -publicado poco antes de sus dos clásicos a redescubrir, desde ya-, compuesto de tres bocados de pop anómalamente adictivo, marca una línea a partir de la que empezaría su corta, pero brillante, época dorada. Entre este trío de joyas, ‘Yes She Is My Skinhead Girl’ se lleva la palma, siendo el perfecto exponente de ese pop planeador, de fragancia amateur y ejecutado con esas guitarras que suenan como una versión a baja fidelidad de las que daban cuerda hitos como el George Best (Reception Recods, 1987) de The Wedding Present. Tras un momentazo de esta magnitud, aparece la cara más vanguardista de los de la capital mediante ‘Hydroplane’, un feedback de noise putrefacto repetido hasta la saciedad y atacado por voces que parecen sacadas de una psicocofonía pasada por un acelerador de átomos. Ya para terminar, ‘Feeling Good Fixation’ surge como de la nada para emborracharnos con un chupito de licores acústicos memorable, tan fugaz como recordable.
Podría seguir contando más cosas sobre a lo que uno se expone al estirarse en el sofá y dejar que los altavoces retumben al sonar los primeros acordes de ‘Yes She Is My Skinhead Girl’, pero no haría más que quitarle el misterio a un disco del que éste es uno de sus máximos valores, y que lo único que te pide es que le acompañes en un viaje de ensueño, como los que a veces nos regalaban los maravillosos, y tristemente desaparecidos, The Clientele.