Ida – Iniciático viaje a la Polonia de 1960

portadaUna de las más agradables sorpresas que nos ha dado el cine europeo durante el pasado año, en referencia a cuándo llegó a nuestras pantallas, fue la producción polaca Ida (Ida, 2013) de Pawel Pawlikowski, con guión a cargo del mismo director y de Rebecca Lenkiewicz. Tanto es así que, con toda justicia, se ha hecho recientemente con el Goya a la mejor película europea, y además cuenta con bastantes papeletas para llevarse también el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Porque si algo no le falta a Ida son argumentos para embelesar al espectador que busca una historia intimista adornada con una fotografía inolvidable.

El uso del blanco y negro no es, ni mucho menos, una novedad en estos días. No tanto que se mezcle con una proporción de aspecto 4:3, casi olvidada actualmente. Pero esto sería mera anécdota si no fuese por la magnífica labor de Lukasz Zal y Ryszard Lenczewski, directores de fotografía que han conseguido retratar la Polonia de los años 60, con una imagen que habla por sí misma convirtiéndose casi en un personaje más de la historia. En España estamos acostumbrados a despotricar contra cualquier película que recree nuestra guerra civil o sus años posteriores, incluso recientemente una periodista del ABC se enfrentaba al director de la academia, Enrique González Macho, acusando por enésima vez al cine español de estar politizado y de no hacer más que películas sobre el año 36. Por suerte en Polonia no han tenido miedo de visitar su propio pasado, mostrado mediante los ojos de la joven monja Anna, huérfana que fue entregada en un convento siendo un bebé.

fotograma

Una vez adquirida la mayoría de edad, Anna, o Ida, decide intentará descubrir quiénes fueron sus padres y los motivos que le llevaron a abandonarla. En su viaje deberá enfrentarse a un país que lucha por mirar hacia otro lado, casi vitalmente aplastado por una impuesta ley del silencio y el terror. Porque el viaje de Anna es realmente el retrato de su país, un paisaje en blanco y negro de ritmo pausado porque la esperanza para haberle abandonado a su suerte, a la espera de una resolución que pareciese que le vendría autoimpuesta. Anna lucha, también sin aspavientos, principalmente porque no ha sido educada para mostrar sus emociones. Como contrapunto a Anna, magníficamente interpretada por Agata Trzebuchowska, está  Wanda, encarnada por Agata Kulesza, un personaje oscuro que sabe moverse por las arenas movedizas de la corrupción imperante en el país, la misma que te permite obtener ventajas gracias a tus contactos, aunque ello supongo infundir el miedo en tu interlocutor. Una situación de pánico controlado.

Ida es comedida en su viaje y en su resolución. A menudo parece estar a punto de estallar, pero la atmósfera global siempre lo impide. Existe emoción, por supuesto, pero como casi todo se oculta bajo un manto de silencio, por lo que habrá que estar preparado para discernir más que para ver. El viaje de Ida merece la pena.