Desde los parajes asturianos, llega la gran apuesta hipnagógica estatal. Paisajes que huelen y sienten al norte, con D/Evolution (Editions Mego, 2014) LCC han diseñado una música geográfica de incólumes proporciones sugestivas. Su apuesta es grande y ambiciosa, tanto que hasta Mego se ha fijado en este dúo, formado por Ana y Uge, para enriquecer aún más su desbordante catálogo de propuestas, siempre al límite de las sensaciones más extremas y vivificantes. Sinceramente, escuchando este monumento de sonidos palpitantes, eternos, no podía ser de otra manera. Ana y Uge han creado una obra que transciende su etiqueta de disco nacional de electrónica, para emerger como una de las propuestas más intensas dentro del panorama internacional. Este debut en largo es la llave que abre la puerta a nuevos mundos ya conocidos. Su poder de atracción es como el de una caricia helada. Después de su tacto frío siempre brota una especia de calor interno. LCC no sólo nos abrigan con ocho canciones sino que demuestran el tremendo poder visual de su música. Pero no nos engañemos, D/Evolutions no es una banda sonora de ninguna escena, es la película en sí misma. El guión se cuece en ocho partes encadenadas entre sí, íntimamente ligadas a su genoma onírico, pero de una autonomía absoluta por separado.
Para empezar, ‘Chroma’ es el viento asturiano en una noche de tormenta, un estruendo repetitivo de musique concrete sintetizada. ‘Quarz’ suena como si Matmos fueran engullidos por un océano en el cielo. ‘Kypros’ le hace la cirugía estética a una nube. ‘Calx’ es dubstep ingrávido, inmemorial, de antes de que la raza humana existiera. ‘Graphein’ es una escultura griega esculpida en el tiempo, cada capa resuena en incólumes tonos ambient, creciendo hasta el infinito. Las extensiones están totalmente despobladas. Este es el verdadero sonido del silencio. En ‘Adamas’ resuena el peso de un piano milenario entre cacofonías al viento y grandes muros industriales. ‘Titan’ es tensa, de dinámicas escarpadas, su roce es tan físico que deja llagas en los oídos. ‘Silex’ es la calma tras los bramidos volcánicos de ‘Titan’.
Todo fluye y cae en una cascada congelada. La panorámica ha quedado retratada, pero no totalmente enfocada, resulta imposible. Sus dimensiones no son asibles. Brian Eno y Harold Budd estarían orgullosos. Definitivamente, Asturias estaba en la Antártida. Tras finalizar el último trasiego de esta obra ya no quedará más remedio que rehacer los mapas. Este disco se escucha mirando hacia el cielo o hacia el centro de la tierra. El sonido se eleva y nos quedamos expuestos a ocho anticiclones de diferentes proporciones, moldeados a partir de dos visiones tan contrapuestas como complementarias.
Uge: “Siempre hemos tenido visualizaciones antagónicas del disco. A Ana le evoca tomas aéreas, sobrevolando paisajes, montañas, praderas, bosques y mares, espacios fluidos y abiertos”[1].
Ana: “Uge, en cambio, lo sitúa a dos metros bajo tierra, cerca de lugares oscuros e incandescentes: magma, minerales, altas temperaturas y presiones; como mucho, asciende a minas de cielo abierto”[2].
La ambivalencia como gran motor creativo, LCC han parido un trocito de ellas misma que se encuentra a la altura de grandes del pop hipnagógico -Leyland Kirby, Moon Wiring Club, Oneohtrix Point Never-. D/Evolution es un cuadro en permanente movimiento, una sorpresa que, por inesperada, se hace todavía más obligatoria. Sencillamente maravilloso.