¡Sorpresa! Y de las buenas. Si la semana pasada anunciábamos un nuevo LP de Moon Wiring Club -el undécimo en ocho años, ahí es nada-, cuál ha sido mi perplejidad al darme cuenta de éste no era la única novedad que Ian Hodgson nos tenía preparados para felicitarnos una de sus características navidades cuatridimensiones victorianas. Así, al mismo tiempo que se anunciaba Why Does My House Make Creaking Noises? (Gecophonic, 2015), su visión de lo que debería significar un “teatro jacobeo de muzak electrónico”, también estaba preparado un nuevo regalo: su gemelo disfuncional, Playclothes From Faraway Places (Gecophonic, 2015), una obra insuflada por un caudal desbordante de electrónica libre, breakbeats afilados en microcirugía borrosa y el inequívoco sello distintivo “Moon Wiring Club”. Cómo no, esta segunda pieza maestra se presenta en las 22 viñetas habituales. Un nuevo masaje cerebral, de esos que invocan la unicidad neuronal como un renovado estado de placer e interconexiones continuas y no como un apeadero para la búsqueda monotemática de las sensaciones guardadas ad infinitum en nuestro disco duro personal. En fin, y para no perder los buenos modos a los que nos tiene tan malacostumbrados, una nueva maravilla a añadir a la que -y me reitero las veces que hagan falta- se ha convertido por derecho propia en la apuesta musical más diestra en propósito y resultados de lo que llevamos del nuevo siglo.
De verdad que si ya no con una, sino con dos muestras al unísono de genio tan desbordantes como Why Does My House Make Creaking Noises? y Playclothes From Faraway Places las cosas no empiezan a cambiar un poco en la consideración hacia la obra de este alquimista de los sonidos psicofónicos es que la cosa esta mucho más jodida de lo que ya parece. Claro está, hasta que Pitchfork no suelte la liebre, la venda en los ojos va a seguir marcando la ceguera generalizada hacia una obra en la que “personal” no debería ser entendido como “exclusivo”. Si gente como Leyland Kirby o Oneohtrix Point Never han conseguido traspasar la membrana de lo oculto, ¿por qué no Moon Wiring Club? Yendo más lejos, con el diseño tan identificable -casi un hito en estos días de falsas extrañezas en cadena- de su universo creado, esas portadas cuasi tridimensionales, esos vídeos de fotograma distorsio-terrorífico, lo que debería ser un apoyo más que suficiente para desviar las miradas hacia su laboratorio de sonidos, se ha traducido en un sectarismo no buscado de una música demasiado sugestiva como para acabar siendo sepultada en el cajón de los oportunidades perdidas. Vale, que sí, que todo el envoltorio remite a una Vieja Albion de tintes a lo Billy Talbot. Pero ¿desde cuándo ha sido un obstáculo una denominación de origen tremendamente british, por muy fantástico que sea su presentación? Preguntas sin responder que me siguen sobrevolando la mollera. Mientras tanto, un servidor se va a dejar arrastrar por espirales tan efervescentes como ‘Stylish Disintegration’, uno de los engranajes maestros que esconde Playclothes From Faraway Places entre sus enigmáticos mecanismos. Si tú también te apuntas, te quedarán más de 200 demostraciones más de este nivel. No exagero.