1987, los Estados Unidos viven inmersos en plena era Reagan. Las películas más taquilleras suelen ofrecer el enaltecimiento nacional, con héroes de enormes músculos que suele tener al soviético de turno como enemigo, normalmente porque son los horrendos comunistas los que atacan al honrado capitalista. El clima es tal que un año más tarde el propio Ronald Reagan acudiría al estreno oficial de Rambo III (Rambo III, 1988) de Peter MacDonald, con el pecho bien henchido y sentado al lado de Sylvester Stallone mientras le comentaba que soldados como Rambo era lo que necesitaba su ejército. Así que Hollywood apuesta por películas de acción espectaculares, con personajes que se toman la justicia por su mano y en el que cualquier atisbo de crítica a lo que los estadounidenses consideran su modo de vida haría que te señalasen y te acusasen de comunista. Teniendo como telón de fondo este florido campo de misiles con la bandera norteamericana, Paul Verhoeven se atrevió a rodar en Hollywood.
¿Cómo consigue un holandés hacer una crítica sin que el propio criticado llegue a darse cuenta? Pues en primer lugar aliándose con los guionistas Edward Neumeier y Michael Miner, para entre todos crear los suficientes fuegos de artificio como para poder deslizar su crítica de forma sibilina. En realidad estamos ante un juego de magia, se trata de desviar la atención creando una película aparentemente hecha para adolescentes y público masculino hormonado en general, muchos tiros, mucha sangre y mucha justicia callejera. Además, si usaban un organismo cibernético podrían situar la película en un futuro indeterminado, lo que serviría también para excusar a la violenta sociedad que nos ofrece y así no identificarla inmediatamente con la de 1987. En definitiva, consiguieron que el público medio en Estados Unidos viese Robocop (Robocop, 1987) con los mismos ojos que lo hacían los adolescentes del resto del mundo. El Reaganismo estaba tan extendido y asimilado que asumían como normal algunas de las situaciones que podíamos ver en Robocop, y que hoy en día siguen causando sorpresa por su descaro. Muchos años después Verhoeven y Neumeier trataron de repetir la jugada con Starship Troopers (Starship Troopers, 1997), aunque sin el gran éxito comercial de esta Robocop.
Así que teniendo claro que en su forma Robocop es una película de ciencia-ficción repleta de acción, y bien hecha y dirigida, llega el momento de entrar más en su contenido para escarbar y encontrar todo lo que la convierte en una película especial. En primer lugar tenemos un altísimo nivel de violencia, increíble para 1987 y que supuso un nuevo hito en ese aspecto, una nueva barrera para comprobar hasta qué nivel de sangre y vísceras llegaba el nivel de aceptación del público. Realmente hubo que batallar mucho para que Robocop saliese con la temida calificación R en lugar de X, que la hubiese hundido antes siquiera de ser estrenada. Así que de por sí el montaje final resulta impactante, la tijera actuó y bastante.
Lo primero que salta a la vista es una certera crítica a los medios de comunicación y a la manipulación de la información. Precisamente los noticiarios se usan de forma original como introducción de la película, mostrándonos un futuro ciberpunk de violencia desmedida, y en otras ocasiones como narración improvisada de los hechos que sirven como contexto a la película. Sin darle la mayor importancia, se relata el ataque militar de Estados Unidos a zonas del vecino México. La despreocupación es tal que los espectadores sólo prestan atención si las ciudades bombardeadas son sus lugares escogidos para sus vacaciones. Precisamente esto nos sirve para enlazar con la crítica al imperialismo, se asume como normal la invasión de otros países y en un discurso de un miembro de la OCP, empresa que dirige la policía en Detroit, mientras ensalza los valores que han hecho grande a su nación, podemos ver en los monitores del fondo cómo uno de esos valores es, efectivamente, el militarismo. Tanto para la conquista de nuevos territorios, ya sea físicamente o controlando al gobernador de turno, como usándolo como modelo de negocio para la prosperidad económica de la nación.
Retomando a la OCP, podemos comprobar que también se usa como crítica a la privatización de los servicios básicos a la ciudadanía, ya que controla la policía de Chicago buscando más la rentabilidad económica que la efectividad y la protección del ciudadano. Pero es la propia OCP la que motiva a sus directivos a que encuentren una solución a la creciente criminalidad en Detroit. Su motivación, de nuevo, no es la seguridad de los ciudadanos, sino el facilitar poder hacer una limpia en la ciudad y permitir de ese modo construir una megaurbanización segura que atraiga a la gente acaudalada. Paradójicamente, es el propio directivo de la OCP, Dick Jones, quien tiene tratos con el mayor y más peligroso traficante de la ciudad, Clarence Bodderick, para que le haga el trabajo sucio y le mantenga seguro en su puesto. Toda ética se doblega ante el ansia de poder, la corrupción política prevalece y se transforma en un sistema de gobierno y de acceso a los puestos directivos.
Los dos proyectos de la OCP que toman la delantera son los del icónico ED 209, el robot bípedo de funcionamiento defectuoso, y el proyecto Robocop. Mientras todo esto ocurre, el policía Alex Murphy llega a su nuevo destino en la comisaría central de Detroit y es en su primera misión, tras ser asignado como compañero de Anne Lewis, donde es salvajemente tiroteado por Bodderick y sus hombres. Murphy sufre una tortura que podría ser asimilada como la de Jesucristo, y al igual que éste termina resucitando y continuando con el paralelismo, en una escena posterior, ya como Robocop, es traspasado por una lanza para tratar de arrebatarle la vida. Pero en esta ocasión no es Dios quien le insufla la vida a su hijo, sino que es el propio hombre quien salva a Murphy, pero para convertirlo en un esclavo cibernético al servicio del propio hombre. La vida tiene un bajo valor, y la de un policía al parecer más bajo aún porque usan el cuerpo de Murphy como si se tratase de un objeto tirado a la basura, desechando incluso una de sus extremidades por considerarla inapropiada para su nuevo cuerpo robótico.
Para asegurarse su buen funcionamiento, o su sumisión según se mire, Robocop es programado con tres directrices iniciales más una cuarta inicialmente oculta. Las tres primeras casi asimilables a las leyes de la robótica de Isaac Asimov, o más bien adaptadas a la realidad del Detroit de Robocop. En su vida inicial como esclavo, Robocop cumple y comienza a limpiar las calles llegando a usar incluso una violencia desmedida y transformándose en un modelo para los más pequeños, eternizando el modelo de sociedad violenta. Todo va bien hasta que en un momento de descanso sueña y adquiere de nuevo parte de su consciencia humana, ya que lo último que se puede doblegar de un ser humano es su capacidad para soñar e imaginar. Desde ese momento tratará de reencontrarse, de recuperar su identidad perdida, pero también de vengarse de sus ejecutores y de quienes les amparan. Ya que si su objetivo es limpiar la ciudad de Detroit ¿Qué mejor que comenzar por arriba?
Robocop consiguió reconocimientos como el Oscar a los mejores efectos sonoros o el premio al mejor director en el festival de Sitges. Pero sin duda su mayor logro fue adquirir el estatus de película de culto y permanecer en la memoria de muchos de los que vivimos en su momento el fenómeno Robocop. Algunos, como yo, primero como espectáculo de acción y años después, con la cabeza más asentada, degustando sus otros valores.
Brillante la apreciación sobre el paralelismo entre Robocop y Cristo. Ahora ya entiendo lo de su resurrección!!!
Enhorabuena!!