Historia del último crisantemo de Kenji Mizoguchi

A Paco Clavel.

0Historia_de_los_crisantemos_tard_os_Historia_del_ltimo_crisantemo-904300105-largeEl talento no se hace evidente siempre desde un principio, sino que debe, paulatinamente, descubrirse a sí mismo y ante los demás. Muchas veces permanece escondido hasta que alguien lo descubre y le da un empujoncito; entonces empieza a desarrollarse y, de ahí, si el apoyo es suficiente, el esfuerzo tenaz y la suerte abre sus puertas, el talento acaba explosionando.

Tokio. Finales del siglo XIX. Kikunosuke Onoue, el hijo de un reputado actor de teatro, vive y actúa entre algodones, aclamado por un público que únicamente se atiene al buen nombre de su padre, como si el genio se heredase indefectiblemente. Algo curioso además, puesto que Kikunosuke es adoptado. No obstante, el joven actor parece no tener el talento de su padre. Hecho que empieza a enervar a su progenitor, tras el nacimiento de su hijo biológico. El bebé/hermano, como un posible sucesor con dones innatos para la interpretación para el padre, significa para Kikunosuke el germen de la duda. Las alabanzas, se menciona en el filme en un par de ocasiones, son sólo regalar los oídos, un espejismo que, por otro lado, desgarran las burlas y los comentarios hirientes a espaldas de Kikunosuke. Sin embargo, éstos no pueden permanecer siempre ocultos, pues su razón de ser radica en salir a la luz, a hacer daño.

En una misma noche, tras una representación nefasta, el joven actor se enfrenta a dos críticas antitéticas: la primera, en el burdel, un lugar interior, cerrado, poblado de intereses personales, donde la misma gente que alaba a Kikunosuke en su presencia, lo denosta en su ausencia. La segunda, en el exterior, paseando por las calles cercanas a su hogar, en boca de Otoku, la niñera de su hermano recién nacido. Otoku le relata que fue a ver su interpretación, a raíz de que su tía comentase lo mal que él actuaba. La niñera, indignada ante semejantes acusaciones, quiso comprobarlo por sí misma. Asistió a la representación y se dio cuenta de que su pariente estaba en lo cierto. No obstante, vio algo en Kikunosuke aquella noche. Un destello de talento que, con esfuerzo y perseverancia, podría avivarse.

«Tiene derecho a criticar,

quien tiene un corazón dispuesto a ayudar«.

Abraham Lincoln.

La crítica de Otoku es totalmente desinteresada. Más aún, nace de la curiosidad, de la duda, de querer saber si la crítica de su tía era cierta o no; de cuestionarla.

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Es sumamente difícil darse cuenta de que alguien tiene talento, cuando éste permanece aún oculto. Si, según Arthur Schopenhauer, el genio es el creador de una obra de arte y también es genio quien en un determinado momento contempla una obra de arte y sufre un éxtasis estético, habría que añadir que un o una genio es aquella persona capaz de vislumbrar la genialidad antes de que ésta germine.

Aquella noche las dudas de Kikunosuke sobre su propio talento se hacen patentes. Pero, mientras las críticas malintencionadas de los moradores del burdel suspenden al actor en un estado de letargo y de inacción, las palabras de Otoku suponen una acicate para él. Dichas cara a cara, parten de la sinceridad y no acaban ahí, sino que crecen como un coloso, dispuestas a sujetar al joven, el tiempo que haga falta, hasta que éste se convierta en un gran actor.

En Historia del último crisantemo (Zangiku monogatari,1939) Kenji Mizoguchi nos arroja al Teatro: en lo estético, las composiciones de los interiores y exteriores sumamente teatrales, que él expande, haciéndolas panorámicas, ya sea en el paso de una habitación a otra con un plano continuo, o bien con un travelling a través de una mesa repleta de comensales; en el conflicto dramático de su personaje que navega durante la obra entera, perdiéndose para encontrarse de nuevo y, lo más interesante de todo, el conflicto se bifurca en dos, pues es Otoku quien lo padece en realidad. Un conflicto interno que no es suyo, pero que siente en su pecho y deviene el motor de su vida.

Mizoguchi, feminista hasta el tuétano, sitúa en el punto de mira a la joven criada, quien encarna a tantas otras que, mediante el apoyo constante e incondicional, han encumbrado a los hombres. Un pilar firme e insobornable que no sólo indica al creador el camino a seguir, sino que lo conduce por él, y permanece a su lado, cuidando que no se desvíe. De no haber sido por Otoku, Kikunosuke jamás habría llegado a nada. La verdadera creadora, Otoku, la mujer que dio a luz a Kikunosuke, el actor. Mizoguchi clama por el reconocimiento de estas mujeres que durante siglos han permanecido en la sombra, pues la fama se la llevaban otros que, sin ellas, ni siquiera habrían tenido las agallas de nacer.

2 comentarios en «Historia del último crisantemo de Kenji Mizoguchi»

  1. buena crítica, sobre la genialidad, los egos, el éxito y el fracaso en el mundo artístico. Criticar la obra de arte de un amigo es como criticar a su propio hijo, difícil tarea, por eso es mas fácil moverse en el terreno de lo políticamente correcto. Pero el éxito no tiene nada que ver que la genialidad. Cuantas artistas anónimas ha habido y hay en la sombra? Desde las que firmaban sus obras con nombre masculino para ser publicadas, hasta las que permanecen ocultas tras la sombra del artista. Ningún artista habría podrido mostrar su obra al mundo sin tener sus necesidades cubiertas, al menos mínimamente. Y de estas necesidades históricamente nos hemos ocupado las mujeres. El feminismo es el acto revolucionario para que esto cambie, para que las personas que trabajan en la oscuridad salgan a la luz, para que se valorice todo ese trabajo oculto, tan necesario, imprescindible. Como bien dice la crítica de la película, sin ellas, los artistas no habrían podido nacer.

  2. Efectivamente, todavía estamos a años luz para que el trabajo de las mujeres se reconozca como es debido. El arte es uno de los puntos flacos a este respecto, pues allí las mujeres estamos absolutamente ignoradas y arrinconadas. El feminismo es, al fin y al cabo, un acto de justicia.

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