Sleaford Mods: «Key Markets»

sleaford mods foto 1La desilusión que afecta a los tiempos presentes no puede tener plasmación más certera que estas dos criaturas surgidas entre los estertores de la resaca post-rave. Siendo así, James Williamson y Andrew Fearn siguen a lo suyo: sacando discos que siempre deberían copar lo más alto de las listas entre lo mejor del año. O acaso Divide And Exit (Cargo, 2014) no fue el LP más nutritivo del 2014. Pues con su continuación, este Key Markets (Cargo, 2015), van por la misma senda. Quizá no eleve el rastro de inspiración de su anterior entrega, pero si los muestra con una panorámica cada vez mayor de adecuar toda su rabia -incluida hacia sí mismos- entre nuevos recuadros de polimorfia sonora. El ritmo desdoblándose, sacándole el polvo a vértebras que creíamos muertas, Sleaford Mods vuelven a doblar la apuesta. Y sí, lo han vuelto a conseguir. Bueno, ¿había alguna duda tras sus dos últimas apariciones en Barcelona? Para los que estuvieron en estas actuaciones, tanto en el Primera Persona como en el Primavera Sound, sabrán a lo que me refiero. Lo más grande que he visto en directo desde los Swans, un misil teledirigido al cableado articular del esqueleto. Ritmo por inducción alcalina, rabiosa, dentada entre beats de rastrillo y verborrea eyectada desde el tumor que puebla una sociedad dispuesta entre escalonamientos palpables y divisiones invisibles.

Sleaford Mods no quieren rebaños, quieren a la oveja negra de cada rebaño. Les escupen toda la mierda que tragan día a día, en la cola del paro, cuando salen las noticias de la caja tonta y cuando leen un tweet de algún idiota que se acaba de comer una galleta para desayunar, y lo tiene que dejar documentado en su ridículo diario personal. Key Markets sigue la senda, un cuerpo de trabajo que deviene en discurso en progresión, confundiendo profundo malestar personal con crítica en reverb. En consecuencia, estos dos paradigmas del anti-héroe rehuyen de panfletos para masas unineuronales, y tiende un espejo gigante para todo el que no piense que si se rompe serán siete años de mala suerte, todos son de mala suerte. Ellos lo saben, y no lo esconden. Bajo esta premisa inalterable, Williamson sigue dando razones para ratificarlo como el gran frontman de hoy en día, la verdadera reencarnación de lo que significa, y siempre debió significar, el punk. Sus mensajes explotan sin codificaciones que valgan. De su escupitajo a tu cara. Si luego te limpias los ojos, podrás ver a su lado al hombre de la eterna cerveza pegada a la mano. El señor Fearn puede que en directo sea la versión siesta de Bez, pero en cuanto a dominio del encuadre instrumental mínimo es el espeleólogo más sabio e intuitivo de hoy en día, méritos que no se escapan en su mayor esfuerzo hasta la fecha, Key Markets, del que ya no me quedan más excusas para no empezar de una vez a escucharlo mientras escribo.

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El LP se abre con ‘Live Tonight’, previo anuncio estilo hooligan. Desde este primer corte, Fearn muestra su interés por seguir ofreciendo nuevos perfiles de su cuerpo de trabajo en las bases rítmicas. Cargas de reggae-hip-hop dubstepizado nada más comenzar, lo siguiente es ‘No One’s Bothered’, con su proclama “Alienation, no one’s bothered”. Se puede decir más alto pero no más claro. Por su parte, el bajo de ‘Bronx In A Six’ penetra como un taladro en velocidad mínima, constante, obsesivo. La paranoia ya la ha retratado Fearn, que en este corte logra uno de sus trenzados rítmicos más adictivos. Ya no hay necesidad de cabalgadas desbocadas ni funk hipertenso. No, Sleaford Mods han descubierto que no existe mejor representación para su discurso agriado que un trote más lento, paranoico. Sólo así es posible sacar adelante el funk mutante de ‘Silly Me’, otro hallazgo a añadir a su lista, con brotes de raggamuffin’ incluidos. ‘Cunt Make It Up’ sigue la línea, retorciéndose entre masas plasmásticas de grime anestesiado desde bases de membrana alienígena. Siguiendo su propia inercia, Fearn vuelve a clavar una línea que se salta el peaje del cerebelo para abrir una brecha en el mismo centro del subconsciente. Sin duda, un tema que no estaría de más para enseñar cómo la solución no siempre tiene que ser el maximalismo porque sí o las oleadas de ruido sin correa. ‘Faces To Faces’ es un tema más marca de la casa. Suben las revoluciones, aumenta la posibilidad de poder imaginarse a unos Bomb Squad monolíticos, galvanizados con una buena dosis de simbiosis Mark E. Smith/John Lydon. ‘Arabia’ es otro de los momentos más sorprendentes. Su cadencia india resalta la vasta mirada de unos Sleaford Mods cada vez más poliédricos. En este caso, mediante unas hiladas percusivas dignas de unos Can en plena sesión hipnótica. Y para salir del trance, qué mejor que una buena ración de psico-funk. ‘In Quiet Streets’ es la respuesta, la canción que The Streets lleva sin hacer desde su primer LP.

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Las opciones se disparan de forma imparable, mientras tanto, Sleaford siguen sumando bombas de relojería en un almacén explosivo. ‘Tarantula Deadly Cargo’ es otra prueba mayor, un sueño hecho realidad. Nunca habían sonado tan post-punk. Es como si Public Image Limited hubieran renacido en una dimensión paralela en el tiempo comprendido entre sus dos primeros LPs. Y sí, no me puedo reprimir: sólo por ésta ya merece la pena.

El tramo final de Key Markets sigue su culebreo decibélico. ‘Rupert Trousers’ es una nuevo sortilegio de Fearn. Esos espasmos de electricidad sampleada cortan el viento, suena a funk del siglo XXII, tan jodidamente adictiva como para pegarle celo al botón de replay. ‘Giddy On The Ciggies’ retoma la senda de la velocidad, pero de forma minimalista. Williamson se encuentra más en su salsa que nunca. Su mitad instrumental le proporciona un engranaje speedico in crescendo, tan sucio como un contenedor de la Plaça Catalunya. Sin duda, los Sleaford en toda su esencia, revolviéndose con la soltura del que no sólo conoce al dedillo su hábitat natural, sino que lo ha hecho absolutamente, y exclusivamente, suyo.

Como gran cierre final, ‘The Blob’ metaboliza la esencia natural que fluye por todo el disco en apenas dos minutos ideales en su ejecución densa, con el botón de repeat encallado en la caja ritmos. Williamson se guarda su última bala en la recámara, y la escupe, literalmente, en un amasijo de slang tan curtido como el buen jamón de pata negra.

Para el que no le haya quedado aún claro, Sleaford Mods es el grupo del momento -no el hype, ojo-, la representación más fidedigna y cruda de esta Europa podrida. Desde esta percepción global, no tienen más que extender tentáculos desde su mismo papiro no-idelógico -por favor, populismo, no gracias- hasta todo quisqui viviente que aún sepa distinguir entre la horchata de supermercado y una buena hostia desde la columna vertebral hasta todas las terminaciones nerviosas. Tan bueno que duele. Lo juro.