Desde 2009 que The Underground Youth lleva perfilando una trayectoria que parecía estar direccionada para acabar en Haunted (Fuzz Club, 2015), su flamante nuevo LP. Cada vez menos psicodélicos, definitivamente, en su reluciente nuevo LP los bordes más volátiles han sido reemplazados por estructuras galvanizadas en capas más rocosas y espuma de sonidos más expansivos. Puede que la originalidad no sea algo deducible de estas matemáticas, pero tampoco es lo que buscan. De hecho, este álbum es una frasco repleto de dejà vus, aunque la cirugía aplicada nos los muestran con fragancias de estimulación anti-revival. Más que recordar a los ’80, pertenecen a esa época. ¿Una dimensión paralela? Vamos allá para dar con todas las claves.
El disco se abre con ‘Collapsing Into Night’. Los espacios se hacen carne, es como si las sombras del sonido tomaran forma. The Underground Youth han perfeccionado su fórmula, en la que surgen ecos de The Cure. La línea está marcada por el sutil pulso drone, capas de sonido planeando en la noche. Una especie de M83 narcotizado. O cómo Joy Division sonarían tocando el Disintigration (Fiction, 1989).
‘Haunted’ continua la introspección ochentera de forma modélica. El resuello de los mejores The Cure sigue tan presente como al arranque del disco. A diferencia de los revisionistas de tomo y lomo, aquí existe un propósito musical. Realmente todas las piezas e influencias están dispuestas hacia la disposición de un cuadro musical dibujado en 3D. La profundidad de campo es vasta, y ‘Dreaming With Maya Deren’ no es una excepción. En esta ocasión, el trenzado de electricidad solista se hunde como un puñal en el epicentro del magnetismo. No tiene nada que envidiar a aquellas fabulosas caras B de los singles extraídos de Wish (Fiction, 1992). Como telón de fondo, una erupción magmática de noise humeante, calcinador.
‘Self Inflicted’ parece escrita para una película de terror de John Carpenter, al menos el arranque. Tras la curiosa intro, las aguas vuelven a su cauce habitual. La propensión natural de esta obra no varía un ápice, pero los nueve reflejos contenidos son totalmente autónomos. En todo momento planea la duda de saber si realmente este artefacto no va a acabar en la estantería dedicada a los Interpol y compañía. ‘Drowned In Me’ es una prueba de que su lado está más hacia la zona comandada por Maps, John Maus y M83, artistas que no reproducen los clichés heredados de los ’80, sino que sueñan los ’80 como un género en sí mismo.
Quizá en algún momento pequen de cierta pomposidad impostada, pero los tejidos que forman los músculos tienen tanta fibra que explotan con su simple roce con el silencio. Tal es el caso de ‘The Girl Behind’, otra vez timoneada por un irresistible ribete de electricidad barroca.
En todo momento, la pulsión entre electrónica esquelética y telares shoegazers van marcando el plano de enfoque. Pero así como en ‘Slave’, el objetivo también apunta hacia esquemas de post-punk fantasmagórico. La coctelera resultante da con un sabor gótico, pero más como película de ciencia ficción post-apocalíptica que como un remake sesentero de una de esas de “casas encantadas”. Por momentos, los pianos desplomados tienen ese deje a banda metal con gusto por el crescendo cinemático. Es aquí donde emerge otra de las grandes virtudes de The Underground Youth: quedarse siempre al límite del patetismo, salir airosos con un resultado diametralmente opuesto a los malas calcomanías.
Ya para ir cerrando el disco, ‘Deep Inside Of Me’ se adhiere a la memoria como el super-glue de acción instantánea. La melodía es tan cristalina como las lágrimas de estalactita, pero finalmente está queda aplastada por una avalancha de ruido glaciar.
Y como broche final, ‘Returning To Shadow’ sigue con las cartas mostradas hacia arriba. El peso de los Joy Division de ‘New Dawn Fades’ se hace más evidente que nunca, pero cuentan con la suficiente habilidad para volver a detonar una cascada instrumental sin las rozaduras dolorosas de la épica sin más. En su lugar, la criatura parida parece ser el paradigma del sonido ideado por esta formación: una banda sonora de imágenes ya conocidas, pero cosidas con la intuición suficiente como para evocar una región nueva de lugares comunes, pero siempre atrayente.