Grandes Éxitos: el triunfo de Carlos Berlanga y el carpetazo a Pegamoides

“Búscame – ¿dónde estás?
no lo sé – siempre igual
yo me voy – ¿dónde vas?
a esperar — siempre igual”

Letra de “La línea se cortó”

Mientras Nacho y Eduardo daban rienda suelta a sus motivaciones punk en Parálisis, la historia con Pegamoides seguirá a trompicones, pero seguirá. Como tónica habitual de lo que vendrá más adelante, la pataleta de la disolución a principios del ’81 no irá más allá de unos días sin hablarse entre los miembros del grupo. Vuelta a la vida, el 16 de febrero de 1981 los Pegamoides darán una actuación mítica en el Marquee. Entre sus asistentes, podremos encontrar la figura del fotógrafo Pablo Pérez Mínguez, quien será testigo de la creciente sombra de Eduardo dentro de Los Pegamoides: “Tenían ganas de ser fotografiados – recuerda -. Y estaba Eduardo Benavente, la star. Todos ellos derrochaban glamour, ganas de posar. Echaban chispas por todos los poros de la piel, chispas de necesidad de estrellato, de salir a escena. Pedían a gritos un fotógrafo. Todos eran carne de Pablo Pérez Mínguez. Ahí estaba yo, con mi máquina, y sin quererlo me convertí en cronista de todo aquello”[1].

En verano de 1981, comenzará a gestarse la relación sentimental entre Eduardo y Curra. De este modo, tal como lo recuerda Curra, una noche, a la salida de la Golden Village, la sala de moda en aquellos momentos: “Eduardo después me dijo que me acompañaba a casa, todo caballeroso, y al llegar me pidió que le invitara a tomar algo. A la mañana siguiente resulta que habíamos dormido juntos. Fue todo así de rápido”[2].

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Hecho cantado, lo ocurrido esa noche será la consumación del los deseos nacidos en Eduardo desde el mismo día que acompañó a Toti a aquella prueba de batería. A partir del día siguiente, Ana y Eduardo se hicieron inseparables. Eso sí, otra cosa era la concepción que tenían del “noviazgo”. De este modo, tal como explicaría Ana en 1983 para el fanzine Estricnina: “Sí que tenemos relaciones pero no somos novios. Lo único es que tenemos nuestras aventuras. No sé, es una debilidad mía, es un chico que me gusta mucho. Pero vamos que estoy abierta a más gente”[3].

Pocos meses después, Los Pegamoides pegarán el gran pelotazo con el single Bailando (Hispavox, 1982). A raíz de este disco se producirá uno de los hechos más curiosos sobre el imparable protagonismo de Eduardo: “NME comentó el single en otoño, seguramente sin tomarse la molestia de escucharlo. Juzgando sin duda por la portada, comparan al grupo con los Lords of the New Church y, viéndole sentado en el centro con su característica actitud de rock star; se creen que Eduardo Benavente es Alaska. “Ha llegado al extremo de dibujarse arañazos en el pecho”, le acusan. Ni una palabra sobre la música disco pimpante y juguetona”[4]. Mientras se produce este ripio periodístico, “Eduardo acabará pasando de la batería a la guitarra: “Es que con la guitarra puedo componer mis propias canciones. De todos modos, yo nunca puedo llegar a tocar bien un instrumento, soy demasiado nervioso”[5]. Este nuevo rol dentro del grupo, más adelante, provocará la entrada final de su amigo Toti Árboles a la batería tras la publicación del único LP de Pegamoides, reforzando la posición dominante de Eduardo dentro del grupo.

Tras hacerse de rogar la grabación del ansiado LP, por fin Carlos y compañía irán viendo la luz al final del túnel. Todo, gracias al impacto de “Bailando” y a las artimañas perpetradas por Carlos Juan Casado, A&R de Hispavox. Tal como cuenta Silvia Grijalba en su libro Dios Salve a La Movida: “En 1982, les pide que graben en inglés “Bailando” y lo presenta en una reunión de la compañía diciendo que una canción de un grupo extranjero. Los ejecutivos (que evidentemente no hubieran dicho lo mismo si hubieran sabida que eran Alaska y Los Pegamoides) se quedan entusiasmados y ya no pueden dar marcha atrás…”[6].

Ana Curra: “Tardó siglos en grabarse. Tardamos mogollón porque nos decían que fuéramos al estudio y de repente nos echaban porque había llegado Raffaella Carrá. Éramos la última mierda de Hispavox. Teníamos que ir a los huequitos. Nos dieron las horas sobrantes. Por eso tardamos tanto en hacerlo. Había mucha gente por allí, conocí a Bibi Andersen, que también tenía contrato con ellos. Y a Enrique y Ana [risas]”[7].

Patricia Godes: “Eduardo Benavente ha aprendido a tocar la guitarra y a componer. Le salen las canciones como churros. Casi todas van para Parálisis Permanente, el grupo familiar de los hermanos Benavente/Canut. No le gusta nada la música ye ye y satírica de los Pegamoides y preferiría que su grupo fuese como los Lords of the New Church. Carlos Berlanga, en cambio, cada vez más sofisticado, está deslumbrado por Bernardo Bonezzi, le gustaría ser un clásico, y no le gustan nada las nuevas inclinaciones de sus compañeros”.

alaska-y-los-pegamoides foto 4“Una tarde, Eduardo llega al ensayo, enchufa su guitarra y empieza a tocar una canción puramente disco, muy rítmica y bailable. Carlos escucha atentamente”.

“La tensión, como el queso y el jamón, se puede cortar con un cuchillo”.

“Todavía no tiene letra, pero cuando pase por las manos de Nacho Canut y del propio Carlos, el nuevo tema de Eduardo se llamará “La línea se cortó” y será el segundo single de Grandes Éxitos”.

“El objetivo común de grabar un buen primer disco hace que se superen todas las fricciones y luchas internas. Cuando Eduardo termina, Carlos se levanta y estrecha la mano al antiguo batería felicitándole”[8]. Hecho simbólico de esta momentánea comunión Pegamoide. No obstante, para no hacer resquebrajar del todo la posición de Carlos en los Pegamoides, en Grandes Éxitos sólo se incluirán dos de los temas que por aquella daban evidencias del tamizado oscuro que revoloteaba encima de la matriz sonora del grupo: “Redrum” y “Estrategia militar”. Los dos únicos cortes que llevarán la firma del tándem formado por Ana y Alaska: “Había un tándem que eran Nacho y Carlos, uno con las letras y otro con la música, y era muy difícil entrar. Entonces me alié con Olvido y le dije que teníamos que hacer nuestras canciones. Llegábamos con ellas en plan: ¡hey, que Olvido y yo hemos compuesto una canción! Fueron las más oscuritas”[9]. El halo de Parálisis asomando desde el lado femenino de Los Pegamoides, irremediablemente, esta brisa densa y gris se topará con el pop al fresco de Carlos. Por inercia de contrarios, el emergente negro violento acrecentará en Carlos sus miedos por un intrusismo a su intocable posición de divo.

Ana Curra: “Pegamoides inicialmente éramos un grupo colorista. Muy punk, pero de colores, con un rollo kitsch. Entonces fuimos a Londres cuando empezaba la música más oscura. De pronto, nos interesó. Básicamente porque en un año ya habíamos quemado la etapa más yeyé. Además, a mí personalmente siempre me ha atraído mucho la muerte. El caso es que Eduardo y yo empezamos a imponer todo esto en Pegamoides y a Carlos le molestaba porque él era eminentemente pop. A nosotros nos gustaba más buscar otras cosas más hipnóticas, más incómodas, algo como nuestra propia vida. Es que estábamos ya en otra etapa vital”[10].

Relumbrón cegador, a la salida de Grandes Éxitos podría darse a entender que la experiencia de Parálisis se esfumaría, certificando la sospecha de ser una necesidad pasajera. Nada más lejos de la realidad, en la entrevista concedida al fanzine ediciones Moulinsart en abril de ’82, Eduardo respondía de esta manera a a la pregunta sobre si las actividades de Parálisis Permanente cesarían: “A nivel de directo sí. Pero dentro de poco sale un EP con las canciones “Unidos”, “Quiero ser santa”, “Yo no” y “Un día cualquiera en Texas”.  En la compañía Dro”[11].

El disco de los Pegamoides coincidirá con el debut en largo de Mecano, el otro disco español predestinado a cambiar los designios del pop español. Ambos discos se publican en el mes de abril del ’82 certificando lo que la periodista y novelista Grace Morales tan bien señala en aquellos comienzos de los ’80: “La mayoría de los artistas superventas pertenecían a otro estilo y otra generación: Julio Iglesias, Joan Manuel Serrat, Victor Manuel, Jose Luis Rodríguez El Puma… Solo la Orquesta Mondragón se cuela como un excéntrico y excesivo elefante en esta cacharrería de crooners y cantantes melódicos. En música extranjera triunfan Santana, los éxitos del dúo francés Otawan y los protomix de los holandeses Star 45. Había un público cada vez más numeroso que estaba dispuesto a comprar un sonido nuevo, más joven que el de estos cantantes. Una música más descarada, más saltarina que la de los productos para fans, demasiada romántica y un poco pasada de moda, y menos complicada y minoritaria que la del rock urbano. Una música hecha solo para consumir y disfrutar, para disfrutar, sin riesgos y atrevimientos”.

“Si además venía envuelta de forma atractiva y, no solo eso, sino que el público se podía ensimismar, más que identificar, con los temas que abordaban las canciones, las claves de un fenómeno social estaban servidas”[12].

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No obstante, a pesar de coincidir en el tiempo, cabe señalar la apreciación que Los Pegamoides tenían de una banda “rival” como Mecano, y de la que, literalmente, “pasaban”.

Ana Curra: Todo lo que puedo decir de Mecano es que los odiábamos en su día y con los años me he trabajado mis sentimientos. A fecha de hoy puedo decir que no me interesan nada ni ellos ni el público al que influyeron, ellos son el agujero bobo de la historia”[13].

Ya antes de este momento crucial, se producirá una anécdota muy significativa proveniente de que las familias Canut y Cano se conociesen de varios años atrás.

Nacho Canut: “Un día fuimos Javier (su hermano, que había salido con Ana Torroja)  con José María Cano a ver una película de los Beatles y después estuvimos en su casa. Tenía un poster gigante del guitarrista de Genesis. Se me ocurrió decir que la guitarra que sacaba Paul McCartney en la película era muy chula y él enseguida me corrigió. “Perdona, no es una guitarra, es un bajo.” Ahí ya me di cuenta de que aquello no podía ser”[14].

Este renovado campo de siembra será mejor aprovechado en el futuro más próximo por unos Mecano mucho más centrados que unos Pegamoides donde los continuos roces entre Carlos y Eduardo acabarán provocando la marcha del primero, quien empezará a gestar un nuevo proyecto en su cabeza: Dynarama. Sobre la última espantada final de Carlos, Ana saca a colación la intempestiva relación entre Eduardo y Carlos: “Encajaban mal. Pero fue una decisión de Carlos, que fue el que se marchó. Eduardo estaba dispuesto a seguir haciendo en los Pegamoides lo que fluyese, porque él se adaptaba perfectamente y le gustaba lo que hacíamos con Carlos. Y por eso formó el grupo paralelo, Parálisis. Carlos necesitaba infraestructura a su alrededor. Era un gran compositor, pero nos necesitaba a los demás para sacar adelante las canciones. Que era lo interesante del grupo: cada uno aportaba y la mezcla era muy graciosa, muy explosiva”[15].

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Eduardo Benavente: “No, no le echamos. Sencillamente, estábamos cansados de él. No le echamos, aprovechamos uno de los continuos momentos en que decía que se iba para tomarle la palabra. Si él no hubiera querido irse ¿cómo vamos a echar nosotros a Carlos? Por problemas suyos personales decía casi semanalmente que se iba, y después diariamente. Fue una situación especial, si nos pilla en un día normal y dice “me voy del grupo”, de tanto oírlo, ni le hubiéramos hecho caso; pero estábamos todos cabreados y ni teníamos ganas de hablar. Dijo que se iba y simplemente le dijimos adiós. Después él nos llamaba para ensayar y le tuvimos que decir que ya habíamos metido a otro músico, estuvo como quince días llamando e intrigando porque no se lo podía creer. Todo el mundo piensa que como no me llevaba bien con Carlos fui yo quien lo echó; pero la verdad es que fue Nacho quien tomó la decisión, y ellos son íntimos amigos”[16].

Por supuesto, la versión de Carlos sobre su marcha tendrá a Eduardo como principal objetivo de sus iras: “Yo decía algo y me ponían mala cara, supongo que conspiraban a mis espaldas. Me molesta que se diga que yo me iba del grupo todas las semanas. Olvido se iba todas las semanas. Nacho se iba todas las semanas. Y los únicos que no se iban eran Eduardo y Ana. Bueno, Eduardo se iba siempre…, yo también, claro (risas)”[17].

Sucesión imparable de dimes y diretes, Carlos cuenta en agosto de 1982: “Me dijeron que ya tenían sustituto. Eduardo fue determinante. Fue de Rasputín, de comerle el coco a todo el mundo, de sugestionarlos. No me explico cómo una persona tan vacía y tan necia pudo influenciarles de tal manera. Eduardo estaba harto de la batería, quería colocarse en primer plano. Pero él pasaba total del grupo, le servía porque ganaba pelas y para promocionar Parálisis Permanente. Cuando la gente se dé cuenta de cómo es… Espero que se haga una estrella, que salga en la tele y le oigan hablar…”[18].

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A esta salida habrá que sumar la siguiente fuga: la de Nacho, quien seguirá la estela de Carlos, uniéndose en su nuevo grupo, Dynarama. Nueva perdida vital para la identidad de contrarios que daba fuel al grupo, una Alaska desesperada, expone al dedillo la situación de Los Pegamoides en aquellos momentos:  “Veía venir que Nacho (el bajista) se iba desde que empezamos a hacer las galas de este verano. Él no las soporta, no le gustan. Hemos hecho setenta y a él cada vez le hacían menos gracia […]. Toti (el batería) tampoco lo veía muy claro. Entonces yo tenía dos opciones al meter dos nuevos músicos. O bien que estos fueran simples acompañantes, o bien que tuvieran plena participación. Ambas posturas rompían con la idea que tengo yo de un grupo, sobre todo al haberse ido ya alguno de sus fundadores, así que decidimos dejarlo del todo”.

“Fue la típica rabieta del “me voy”, con un “te has ido” como respuesta. Fue un momento en que ya estábamos hartos. Podía haber vuelto, pero ya nos había dado bastantes problemas. [A Carlos] Tampoco le gustaba hacer galas, claro, igual que a Nacho. Hacer galas es trabajar, y eso por lo visto es muy molesto”[19]. En este sentido, la última gira de Pegamoides había pasado factura. Recorrer España, para ganarse 10.000 pesetas por bolo no era precisamente un acicate suficiente para una banda que triunfaba en las listas de discos, y que juntaba en su haber cinco de los talentos más relevantes de la historia del pop español.

Ana Curra: “No te puedes imaginar, de pronto estábamos en Almería y al día siguiente en La Coruña, y después a Barcelona y luego a Málaga. Era una paliza… recuerdo aquel verano, que fueron ochenta bolos, y la pobre Olvido se quedaba dormida de pie en las pruebas de sonido. En estos conciertos ni nosotros ni Santiago Cano, nuestro manager, sacamos rentabilidad. Nosotros entonces hacíamos conciertos simplemente porque había que hacerlos, no había una premisa de hacerse rico. El que empezó a protestar fue Carlos, que todo este ritmo le resultaba muy duro. Y entre que no estaba cómodo con la figura de Eduardo y no le gustaba girar, lo terminamos dejando”.

“Ese verano fue realmente duro, pero a mí me divertía, tenía energía para dar y tomar. Eduardo y yo lo pasábamos muy bien de gira. Carlos, sin embargo, quería ir a hoteles de más nivel y yo prefería hoteles más baratos, porque solo entraba cinco horas nada más a dormir. Prefería llevarme un dinerito para luego comprarme un teclado o algo así. El manager no nos engañó, era tan poco profesional como nosotros. Las discográficas sí, con ellas sí que firmamos contratos leoninos y siguen sacando el material, reeditándolo, sin que veamos un duro”[20].

A todas estas vicisitudes, había que sumar la incertidumbre de tocar en los sitios más inhóspitos que pudieran imaginarse…

Ana Curra: “Íbamos a los pueblos de España y nos llamaban brujas, putas y zorras. En algún sitio concreto tuvo que venir la Guardia Civil porque estuvieron a punto de tirar los camerinos porque nos querían violar. Puedo decir que he vivido la España profunda y había pueblos que… Recuerdo en Navarra, sitios donde celebran las fiestas con peñas, montaban el escenario en el medio de la plaza, en el centro, y se ponían las peñas a tirarse cosas entre ellos, pero todo nos caía a nosotros. Nos mirábamos y decíamos ¡pero qué hacemos aquí!”[21].

Para acabar de dar la última palada al cadáver aún caliente de Los Pegamoides, hay que decir que Eduardo y Ana estaban más centrados en Parálisis, y la propia Ana tenía otro proyecto en plena gestación: Seres Vacíos. Tanta desestabilización se hará definitivamente insostenible hacia noviembre del ’82.  Como resultado, el final del grupo se hará oficial mediante un comunicado de Diario 16: “Tras una última actuación en Bilbao, los cinco miembros han decidido poner fin a una de las aventuras pop con más repercusiones a nivel nacional. Las tiranteces internas surgieron principalmente entre Eduardo (guitarra) y Nacho (bajista), y al final, en vista del ambiente irrespirable, la propia Alaska decidió zanjar el asunto.”[22] Debido al precipitado cierre del grupo, se perderá una oportunidad único de probar suerte en el extranjero: “Tuvieron que anular fechas de conciertos como Nueva York. “Sí, y a Francia. Tuvimos que suspender esas giras, porque algunos estaban cansados y no les apetecía salir, caso de Nacho, pero en general es que ya no había nada que nos uniera. Necesitábamos otros alicientes”[23].

El cierre de los Pegamoides dará total vía libre a Parálisis Permanente y Dynarama – Luego Alaska y Dinarama -. Eso sí, no sin dejar una sensación de enorme tristeza en Ana Curra. De este modo, hablando con Alejandro Arteche para el fanzine bilbaíno Susantidad: “Me contestó con mucha pena que parecía que a nadie le importara el final del grupo”, recuerda. “Ella fue la única que lloró cuando se decidió la separación… Parece que a los demás les daba igual.” Había amargura en las respuestas de la teclista: “Me da igual todo”, concluía la entrevista”[24].



[1] Cervera, Rafa: Alaska y otras historias de la movida, pag. 186- 187.

[2] Ibídem, pag. 203.

[3] De Luxe, Rafa: Ana, Estricnina, nº3.

[4] Godes, Patricia: Alaska y los Pegamoides: el año en que España se volvió loca, pag. 175.

[5] Esquinas Rotas: “Entrevista: Parálisis Permanente”.

[6] Grijalba, Silvia: Dios salve a La Movida, pag. 102.

[7] Corazón Rural, Álvaro: “Hubo dos movidas, la light que se ha vendido, y la de los perdedores y transgresores”, Jot Down.

[8] Godes, Patricia: Alaska y los Pegamoides: el año en que España se volvió loca, pag. 139-140.

[9] Corazón Rural, Álvaro: “Hubo dos movidas, la light que se ha vendido, y la de los perdedores y transgresores”, Jot Down.

[10] Ibídem

[11] Ediciones Moulinsart: Entrevista a Alaska y los Pegamoides.

[12] Morales, Grace: Mecano 82: la construcción del mayor fenómeno del pop español, pag. 32.

[13] Corazón Rural, Álvaro: “Hubo dos movidas, la light que se ha vendido, y la de los perdedores y transgresores”, Jot Down.

[14] Grijalba, Silvia: Dios salve a La Movida, pag. 103-104

[15] Marcos, Jesús Miguel: Ana Curra, estafada pero contenta, El Detonador.

[16] Arenas, Miguel Ángel: “Parálisis Permanente: Nadie es imprescindible”,
Rock Espezial, pag. 41.

[17] Godes, Patricia: Alaska y los Pegamoides: el año en que España se volvió loca, pag. 132.

[18] Cervera, Rafa: Alaska y otras historias de la movida, pag. 217.

[19] Godes, Patricia: Alaska y los Pegamoides: el año en que España se volvió loca, pag. 53.

[20] Corazón Rural, Álvaro: “Hubo dos movidas, la light que se ha vendido, y la de los perdedores y transgresores”, Jot Down.

[21] Ibídem

[22] Godes, Patricia: Alaska y los Pegamoides: el año en que España se volvió loca, pag. 52.

[23] Matías Uribe y Gonzalo de la Figueroa: “Eduardo Benavente: con Fraga estaríamos mejor”, Heraldo de Aragón.

[24] Godes, Patricia: “Alaska y los Pegamoides: el año en que España se volvió loca”, Lengua de Trapo, Madrid, 2013, pag. 186.