Girls Against Boys: pogo bajo las bolas de neón

Una de las bandas que con mayor originalidad readaptaron el “sonido Washington”, Girls Against Boys llegaron a un punto, durante mediados de los años ’90, que incluso les podían toser en la boca a Fugazi. Reformado las señas estilísticas que definían su escena musical, llegaron a adentrarse en terrenos cercanos a las pistas de baile, sin llegar a perder nunca su pulso punk. Desde New York y trabajando con en el sello de Chicago Touch and Go, Girls Against Boys han realizado una vibrante fuga de sus señas de identidad hacia una isla propia, desde donde han trazado una trayectoria valiente y repleta de hallazgos. Tendiendo un lazo imaginario entre The Fall y LCD Soundsystem, Scott Macloud, Eli Janney, Johny Temple y Alexis Fleisig fueron también los primos lejanos de The Afghan Whigs. Dos bandas con un tremendo componente sexual, las similitudes entre este par de formaciones se circunscriben a una vertiente muy funk en Girls Against Boys, y otra muy soul en The Afghan Whigs. Pero sobre todo, coinciden en la brutal carga feromónica que emana de las gargantas desgarradas que han hecho, tanto de McLoud como de Greg Dulli, los dos principales desheredados del rock más carnal de los años ’90.

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Con denominación de origen.

Retomando la atención, únicamente, sobre la banda que nos ocupa, partiremos de unos comienzos que están íntimamente ligados a Soulside, la banda de la que provenían McLoud, Temple y Fleisig al poco tiempo de iniciarse este proyecto. De esta manera, Girls Against Boys ya se habían formado en 1988 a partir de una sociedad formada por Eli Janney y Brendan Canty, quien será el primer batería de la banda. Así, la idea inicial del grupo nació de los propios gustos musicales de Janney: “Un montón de punk británico de los primeros años ’80 y finales de los ’70 como The Fall, Killing Joke, 999, Buzzcocks, Stiff Little Fingers, y luego todas las grandes bandas de hardcore pertenecientes a la gran Washington DC: Minor Threat, Rites of Spring, The Faith, Fugazi, Soulside, Nation of Ulysses”[1]. Más preocupado por su andadura en Fugazi, Canty abandonó la nave al poco tiempo de emprender la marcha; no obstante, su paso por el grupo quedó documentado en un primer EP en el que ya formaban parte los antiguos miembros de Soulside. Como una providencial continuación de Hot Body-Gram (Dischord, 1990) de Soulside, Girls Against Boys retomaron su evolución desde el hardcore-punk más primigenio y dejaron fluir su propia evolución partiendo de dos decisiones trascendentales: la primera, la  de poner a McLoud como cantante; y la segunda, la que se refiere a la conformación instrumental del grupo con dos bajistas. Decisión de lo más curiosa, esta última, la idea de utilizar un par de bajos, compaginando a la perfección músculo ágil y densidad atronadora, multiplicó las variantes instrumentales del grupo; a la par que incidió en una pulsión muy física y sudorosa, complementada a la perfección con el insinuante fraseo repetitivo de McLoud. Combinación explosiva de elementos, la originalidad, que ya nos ofrece desde su inicial planteamiento musical Girls Against Boys, provocó que se desmarcaran del resto a las primeras de cambio.

Cansados de que se les etiquetara por pertenecer a Washington, nada más formar el grupo, Girls Against Boys trasladaron su centro de operaciones a New York: “La escena de la que veníamos estaba muy politizada, y nos fuimos haciendo un hueco al salir de la escena de Dischord records. Lo más interesante es que todo se focalizaba más

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Foto: Abel Cruz

 que nada en el ritmo y, a causa del contenido abiertamente político, había un montón de conciertos benéficos”[2]. Momento de debutar discográficamente, Girls Against Boys dieron pie a su trasiego por la carretera central de grupos principales rodándose con dos obras menores pero terriblemente interesantes. Publicadas en el sello del ex-Minor Threat, Jeff Nelson: el EP Nineties Vs. Eighties (Adult Swim, 1990) y el álbum Tropic of Scorpio (Adult Swim, 1992). Lejos de la media habitual, estos trabajos  experimentan con ritmos industriales, en el primero; y se bañan en guiños de funk sensual, en el segundo: cajas de ritmo de trazo grueso, teclados sesenteros al rojo vivo, jazz vaporoso, la sombra del Nick Cave más solemne, la huella de Joy Division, su pasado más cercano en Soulside. Girls Against Boys buscaron definirse entre todas estas esquinas, mientras iban dejando algunos aciertos de impresión por el camino: el dance-core explosivo de ‘Move’, los ritmos fibrosos de ‘Stay In The Car’ y ese pepinazo con regusto a himno punk llamado “Wow, Wow, Wow”. Generosas muestras de un potencial que aún estaba por reventar, tras Tropic Of Scorpio los de Washington ficharon por Touch and Go, descolocando más todavía al que tuviera la frustrante intención de intentar clasificarlos y archivarlos. Será en este sello desde donde Girls Against Boys forjaron su leyenda dentro de los sustratos más embriagadores del underground americano de los años ’90. Pero antes de comenzar con esta sembrada andadura discográfica, no está de más indagar en la particular forma de escribir de Scott McLoud, y cómo esta influye directamente en su manera de cantar mediante constantes repeticiones, además de en su continua fijación por la delimitación geográfica: “Siempre me ha gustado que las letras me evoquen personalmente un lugar y un tiempo. Por ejemplo, ‘Miami Skyline’ se refiere directamente a mí en Miami, conduciendo un descapotable de noche y mi experiencia de Miami como un paraíso vacacional, aunque hay una enorme muchedumbre urbana, y no hay nada de paraíso en eso. Es la dicotomía entre el punto de vista del turista y el aspecto de la vida real. Mencionar nombres de ciudades es algo que también hago porque todas las ciudades tienen su propia imagen, su propio ambiente. Si tú dices ‘Los Angeles-NewYork-NewYork-Chicago’ -‘Tucked In’-, hay algo especial en eso. Me proporciona el lado visual que a mí me gusta. La música que hacemos es repetitiva y algunas veces bailo como queriendo intentar alcanzar un sentimiento de trance a través de las letras. Me gusta repetir las cosas con frecuencia hasta que parezcan un defecto. La gente me comenta: ‘Tienes que decir un par de líneas más’, pero eso es algo que no me gusta porque se hace demasiado bailable. Me gustan las repeticiones. Cuando repites algo, me hace pensar en algo nuevo. Interpretas las letras de una forma diferente la segunda vez que las escuchas.  La primera vez piensas ‘letras festivas’, y luego aparece algo más oscuro. Gracias a las repeticiones se pueden revelar nuevos significados en sí mismos”[3]. Con el cuadro poblado de innumerables matices, para el siguiente paso discográfico tocó escoger y ensamblar un discurso musical más coherente. Bajo esta premisa, el 20 de agosto de 1993 Venus Luxury No.1 Baby (Touch & Go, 1993) salió a la calle. Derroche de ideas y resultados, el segundo LP de Girls Against Boys logra alcanzar una tremenda homogeneidad tras la que se conservan todos los diferentes perfiles de la banda, apuntalados en sus anteriores obras, con la salvedad de la eliminación del pulso industrial que asolaba su primer EP.

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Primera cumbre.

Canciones angulares, rellenas de nervio puro, entre la erótica voz acompasada de McLoud y la aritmética de ritmos cruzados, ejecutada por el resto de la banda, brotó una obra que destila olor urbano, mientras provoca nerviosas emanaciones sexuales. Perfecto de principio a fin, uno de los puntos clave de este disco proviene de la innata forma de transformar la energía instrumental, llegando a picos de intensidad que se mueven entre un fragor de funk de guerrilla y un grito primitivo de noise-punk sin desperdicio alguno.

Disco atiborrado de momentos enmarcables, quizás sea el pulso a lo Joy Division que desprende ‘In Like Flynn’, el krautrock metronómico que dirige la tensión de ‘Bullet Proof Cupid’ y las cabalgadas de punk intempestivo que se superponen en ‘Billy’s One Stop’ las que elevan esta obra a pieza imprescindible dentro de la historia del post-hardcore. Construcciones musicales en desarrollo constante, la inusual propuesta con dos bajistas, unido al desbordante carisma de McLoud, formalizaron una puesta en escena simpar. Amantes del directo más intenso, la mezcla explosiva de feromonas, músculo y matemáticas colocaron a Girls Against Boys como una de las bandas más intensas del planeta sobre las tablas. Música cocida en los estudios para chorrearla delante del personal, con su siguiente paso discográfico Girls Against Boys ya conseguieron llegar al summun de sus teorías musicales en pos de un orgasmo de ruido fibroso. Titulado Cruise Yourself (Touch and Go, 1994), la nueva obra de McLoud, Janney y compañía mantiene la inercia ganadora de su anterior obra y recibe un plus de teclados intoxicados –‘My Martini’-, xilófonos que parecen sacados del Your Funeral My Trial (Mute, 1986) de Nick & The Bad Seeds -‘Glazed Eye’- y, sobre todo, un nervio latente que recorre la médula espinal de todos sus cortes. Como si Joy Division se hubieran transmutado en un Isaac Hayes crispado, joyas como ‘Tucked-In’ definen a la perfección la confluencia de dos mundos hermanos como el post-punk y el funk, y que en Girls Against Boys se confunden con naturalidad pasmosa. Pero hay más, vaya que sí. Siempre hilando fino entre los relieves estilísticos, cuando se les da por hacer reventar el pulsómetro de la electricidad, las descargas pueden llegar a ser definitivas. Para eso, que mejor que sacudidas tan feroces como ‘Raindrop’ o ‘Cruise Your New Baby Fly Self’. Chutes de adrenalina sin prospecto que valga, ‘Cruise Yoursef’ marcó otra cima dentro de una trayectoria que aún nos deparará otro momento altamente magnético.

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La piedra roseta.

Considerado como uno de los mejores discos de los ’90 por publicaciones tan representativas como Alternative Press, el tercer álbum de Girls Against Boys fue su proverbial lanzadera. Uno que también despertó la curiosidad de la prensa a la hora de buscar nuevas alternativas a Fugazi. Esta necesidad de nuevos referentes provocó que se empezara a vender a Girls Against Boys como una simple variación de la banda madre de Dischord. Incongruencia, y de las gordas, no hay más que remontarnos a Soulside para caer en la cuenta que “cuando Soulside estaba comenzando… lo hicimos antes que Fugazi… Definitivamente, hay similitudes musicales y rítmicos entre Soulside y Girls vs Boys; pero líricamente es muy diferente, soy un cantante muy diferente a Bobby Sullivan, no tan melódico. Respecto a Fugazi, no quiero hacerlo de una forma errónea porque los respeto completamente, y han sido una influencia para mí. Pero, en cierta manera, es irritante tener una banda en Washington D.C. porque, vayas a donde vayas, la gente sigue comparándote con Fugazi. Todo se reduce a si eres o no eres como Fugazi. Tras Soulside nos fuimos hasta New York. En nuestras cabezas estaba cambiar nuestro sonido un poco más y escapar de la sombra de Fugazi”[4]. Polémica absurda, para su siguiente movimiento, Girls Against Boys se dejaron llevar por un espíritu rupturista para poder alejarse un poco más con los lazos que les seguían uniendo al “sonido Washington.” Pero antes de la grabación de su siguiente LP, Geffen records se fijó en Girls Against Boys como apuesta de futuro.

Perspectivas de cambio en el horizonte, la banda se enfrentó al dilema de seguir en los meandros independientes de Touch and Go o apostar por el cambio a un sello que le ofrecía posibilidades de llegar a un público mayor, con la consabida reacción negativa por parte de sus seguidores. Al final, pesarán más las posibilidades de trabajar con la comodidad de una considerable mejora económica. Oportunidad que no implicaba tener que ceder ante las posibles manipulaciones desde los más altos cargos de Geffen, Girls Against Boys llegaron a un trato para poder finalizar su contrato de un LP más en Touch and Go, antes de ponerse a trabajar con ellos. Simultáneamente a este paso, McLoud y Johny Temple ponen en marcha Net Wet Kojak, un inspirador proyecto indie-rock de efluvios jazzísticos para el que también contaron con el ex-Gray Matter Geoff Turner; el ex-Edsel, Nick Pellicciotto; y el saxofonista, Charles Bennington. Aventura reveladora de la inquietud que mueve a Girls Against Boys; de todas maneras, la porción más sabrosa del pastel volvió a emerger de Girls Against Boys. Así, para su siguiente paso en estudio, McLoud y compañía firmaron House Of GVSB (Touch and Go, 1996), un nuevo LP que cierra una demoledora trilogía de álbumes. Yendo más allá de la simple depuración de una fórmula musical cada vez más estilizada, Girls Against Boys portaron una intuición milimétrica para alumbrar palpitantes hits subterráneos. En este sentido, el núcleo central del disco -‘Disco Six Six Six’, ‘Super-Fire’ y ‘Click Click’- derrocha personalidad e intenciones.

Girls against boys foto 3Cada vez más interesados en un sonido que enlaza el pulso post-punk con los ritmos más orientados hacia pistas de baile clandestinas, Girls Against Boys comenzaron a apropiarse de elementos del trip-hop y la electrónica para transfigurarlos dentro de su propia plantilla musical.

Inmejorable forma de despedirse de la independencia musical, el paso de Girls Against Boys a una major arrancó con la peor de las decisiones posibles: el cambio de su productor habitual, Ted Niceley, por el reputado Nick Launay, famoso productor australiano que contaba en su nómina con trabajos para Public Image Limited o Gang of Four, entre muchos otros. Este cambio redundó en el sonido de un disco que pierde toda la paleta de matices que se reflejaban en sus anteriores obras. Apuesta definitiva por los ritmos bailables, Freak*on*ica (Geffen, 1998) suena machacón y terriblemente simplón. Maquinaria de ritmos obesos, pero sin fibra, todas las canciones sufren un empacho de frío industrial, al servicio de un insulso rock de diseño en la línea de los peores Garbage. Intento fallido en la mutación total de la banda dentro de una zona más emparentada con la música dance, a pesar de ser su disco más vendido, no será lo suficiente como para que  les salga rentable a grupo y discográfica.

Fin prematuro de sus borrosas aventuras por los mundos mainstream, entre otras cosas, la banda se dedicó a aportar su granito de arena en bandas sonoras de películas como “200 Cigarrettes” (1999) o “Psycho” (1998), llegando también a realizar el score completo de la comedia de culto “Series 7: The contenders” (2001). “Un amigo de Scott conocía nuestra versión del ´She´s Lost Control´ de Joy Division y se puso en contacto con nosotros porque estaba buscando un grupo que fuera algo oscuro. Para nosotros fue una gran oportunidad poder escribir música basándonos en una narrativa que no habíamos escrito; era una forma distinta de aproximarnos a nuestra propia música”[5] .Tras estos pinitos por el séptimo arte, que se remontan a sus  aportaciones para las películas de Kevin Smith, “Clerks” (1994) y “Mallrats” (1995), el grupo tomó la decisión de retroceder un paso y regresar a un sello independiente, Jade Tree, mientras Ted Niceley retorna a las tareas de producción: “En Jade Tree nos sentimos mucho más cerca de nuestra etapa en Adult Swim o Touch & Go y además son una gente encantadora en la que confiamos. Trabajan realmente duro y hacen las cosas con el corazón. Nos gusta la música que Jade Tree ha estado publicando y estamos contentos de haber entrado a formar parte de la familia”[6].

Vuelta a la senda natural, para este nuevo trabajo el sonido angular de la banda pierde posibilidades rítmicas, en comparación con su trío de obras mayores de mediados de los años ’90. La razón: Eli Janney deja de tocar el bajo en ocho de los cortes. “Hace un año estábamos de gira en Canadá y nos robaron un montón de material, incluido un bajo custom de Eli que tenía un sonido muy característico. Tuvo que volver a usar un bajo corriente con el que no podía conseguir el mismo sonido que buscaba, así que decidió volver a trabajar con el teclado. De todas formas, hay al menos tres temas en los que toca el bajo”[7]. Sin llegar a la altura de su glorioso pasado, tampoco podemos ver You Can’t Fight What You Can’t See (Jade Tree, 2002) como una obra fallida, y menos tras el despropósito que significó su anterior trabajo… De esta manera, para su último LP Girls Against Boys se quitaron el incómodo disfraz que no les dejaba moverse con Freak*on*ica, retornando a sus planteamientos originales con enorme esfuerzo. Para tal misión, joyas hipervitaminadas como ‘BFF’, ‘Kicking The Lights’, ‘Bassatation’ y ‘All The Rage’ funcionan a las mil maravillas. Los momentos más destacados de todo el lote, por desgracia, el resto de cortes no aguantan las comparaciones ante este abrumador póquer de gemas nervudas.

Fin discográfico de Girls Against Boys, desde este disco sólo han vuelto a juntarse puntualmente para dar alguna gira. Con McLoud y Alexis Fleisig involucrado en los interesantes Paramunt Styles, Eli Janney trabajando como productor a tiempo total y Johnny Temple llevando su sello editorial independiente Akashic Books. La trayectoria discográfica de Girls Against Boys echó el telón casi al unísono que Fugazi. Ironías del destino, este hecho marcó un triste punto y final en 2002 dentro de los meandros del punk inteligente.



[1] LoFiles: “The Eli Janney interview”. Traducción del autor.

Fuente: http://lofiles.org/the-eli-janney-interview/

[2] Hill, Ray: Interview Girls Against Boys”, Convulsion magazine, nº 5. Traducción del autor.

Fuente: http://obsolete.com/convulsion/interviews/gvsb/gvsb2.html

[3] Wood, Seb: “Interview with Scott McLoud”, “Only Angels Have Wings”, 17/11/2002.

Fuente: http://onlyangels.free.fr/interviews/g/girls_against_boys.htm

[4] Ibídem

[5] S. Luna, Juan: “Entrevista a Alexis Fleisig”, Mondosonoro, 25 de junio de 2002.

Fuente: http://www.mondosonoro.com/Entrevista/GIRLS-AGAINST-BOYS/NO-LUCHES-A-CIEGAS/1740.aspx

[6] Ibídem

[7] Ibídem

Un comentario en «Girls Against Boys: pogo bajo las bolas de neón»

  1. Añadir que en 2013 editaron un EP llamado «The Ghost List» que no está nada mal. Por otro lado, no comparto en absoluto vuestra opinión sobre «Freak*on*ica» (opinión bastante unánime en la crítica de la época). No es, desde luego lo mejor que han hecho, pero es un disco más que disfrutable.

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