Pasan los días, y ya queda menos para la publicación de Wyatt at the Coyote Palace, el esperadísimo nuevo doble LP-libro de Kristin Hersh, una de nuestras favoritas de la web. Y mientras esperamos con ansia la llegada del 28 de octubre, día de su publicación, Hersh ha tenido la ocurrencia de aumentarnos la ansiedad con ‘Soma Gone Slapstick’, un adelanto que no sirve para ir abriendo boca, sino para rezar para que adelante la fecha en la que Wyatt at the Coyote Palace se materialice entre nosotros. Una obra que no sólo formaliza la constante habitual en su reciente trayectoria de fundir universo sonoro y narrativo en uno solo, sino que debería servir para que comience a recibir el trato perdido durante tanto tiempo como lo que realmente es: una de las grandes de la canción americana. Llámalo post-punk folkie, indie-rock, indie-pop o canción de autora. Hersh siempre impone su personalidad.
Para su nueva criatura bicéfala, Hersh ha encontrando la senda mirando en su propio fondo de armario, gestando un recorrido de 24 canciones cocinadas con los mismos ingredientes que su inmenso Hips & Makers (4AD, 1994), pero ajadas con la tensión del punk acústico vía The Evens. Y mejor ejemplo que ‘Soma Gone Slapstick’, imposible.
Para su nuevo trabajo, la misma Hersh ha encontrado el punto de fuga exacto para una racha que le ha llevado a encadenar Purgatory/Paradise (Throwing Music, 2013), su fabuloso retorno con Throwing Muses; “Don’t Suck, Don’t Die: Giving Up Vic Chesnutt” (Austin: University of Texas Press, 2015), su demoledor libro sobre Vic Chesnutt; el EP Bath White (Throwing Music, 2016) , para 50 Foot Wave; y su esperado nuevo trabajo en solitario. Uno mediante el que sigue escarbando en su equilibrio personal, y que como ella mismo nos cuenta: “La integración me ha mostrado que las canciones no son el diablo, son sólo oscuridad. Y es una especie de oscuridad que te empuja hacia la luz: algo radiante y que alivia”. Y a ese reducto luminoso en el que se destila ‘Soma Gone Slapstick’ es adonde apunta el resto de un botín de emociones bipolares para las que Hersh se ha dejado llevar por la obsesión por los coyotes de su hijo autista, Wyatt. Qué más decir: que ha vuelto una de las grandes. Una que, en realidad, nunca se había ido.