Muy mal debe de andar el patio noise-rock cuando la hornada más sobresaliente de los últimos años casi se reduce a Yuck Cloud Nothings y No Age. Muy deprimente, todo sea dicho. Menos mal que contamos con impagables como Bob Mould, al que, con más de tres décadas de experiencia a sus espaldas, el paso del tiempo sólo les viene a recordar que los michelines van apretando, y dentro de poco se tendrá que comprar el Grecian 2000 para las canas. Porque en cuanto a genio acumulado sólo con las reservas tiene más que suficiente para ensamblar discos que, aunque sin la chispa de antaño, siguen destacando muy por encima de la media.
Partiendo de este caso en particular, desde su fichaje por Merge Records, la factoría Mould funciona a granel, pero siempre desde la vertiente positiva del término: da igual lo que haga y a la velocidad que lo ejecute, no hay reciclado a escala de tonos grises en sus composiciones. Una cosa es que siempre recuerden a su glorioso pasado, y otra muy distinta que no se sostengan por sí mismas. Ésta es la sensación que se deriva de todos sus álbumes publicados desde el infravaloradísimo District Line (-Anti, 2008), y más todavía a través de Silver Age (Merge, 2012) y Beauty & Ruin (Merge, 2014). Precisamente, la inercia positiva de sus dos últimos álbumes es lo que hace pensar que su nueva criatura, citada para venir al mundo este 25 de marzo, estire la dinámica del enésimo renacimiento del señor Mould. Patch The Sky (Merge, 2016) es su título, y ‘Voices In My Head’ el primer adelanto, ya disponible para su degustación desde unos pocos días. De esta antesala se puede adivinar la habilidad particular de Mould para derivar lo acústico en una explosión de intensidad de impacto más cercano a la bofetada eléctrica que al rasgueo desenchufado, formulación de la que ya dio lo mejor de sí en sus dos primeros LPs en solitario y el la modélica segunda cara de Copper Blue (Edsel, 1992). Otra cosa ya es el vídeo, para no perdérselo. Y del que mejor no adelanto nada. Sólo una cosa: entrañable a más no poder.
Ahora no queda más que esperar que Patch The Sky responda a las mismas necesidades de un tipo al que ya no le queda nada nuevo por demostrar, sólo la satisfacción de que cada disco nuevo que hace, el cuerpo de su discografía sigue añadiendo órganos renovados a su anatomía.
Una de las curiosidades más transcendentes de este nuevo LP de Mould es su coincidencia con la incesante rumorología sobre una posible vuelta de Hüsker Dü, y que cada vez parece más una quimera. ¿La certeza final de que no fue más que una utopía?
Por el lado positivo, cada vez que Mould saca LP nuevo, se abre el abanico de posibilidades de que vuelva a venir por tierras españolas para estremecernos con su de desbordante directo. Por ahora, se ha confirmado tanto su gira británica como la americana. Ahora sólo falta que salgan a la luz las fechas europeas. Más que nunca, toca cruzar los dedos: cada año que pasa es una opción menos de volverlo a ver en su hábitat natural: despellejándose delante de su público, amplificando el término “empatía” a un nivel de fusión íntima con el sudor de su público. Sólo por esto la existencia de Patch The Sky está más que justificada. Y si, de paso, toca una nueva ración de pop exultante marca de la casa, pues mejor que mejor, para que engañarnos. De todas a todas: “bienvenido de nuevo, Bob, tu público aún te necesita”.