Odi es fenomenal. No es un robot corriente, ni siquiera entre sus compañeros de reparto del programa Real Humans (Äkta människor, 2012-). A los de su especie los llaman hubots. Son androides diseñados para hacerle la vida más fácil a los humanos. Odi es un modelo antiguo. De hecho, se avería ya en el primer episodio y su dueño, Lennart, un jubilado, debe llevarlo a reciclar. No obstante, en el último momento decide no hacerlo. Sencillamente no puede. Odi es su amigo.
Lennart consigue mantener a Odi escondido en el garaje. Teme que su familia y, sobre todo, su nueva hubot, una criada vieja cascarrabias, lo descubra y lo lleven al desguace. Un día ambos se fugan con el coche para correrse una juerga. Irán de pesca y beberán cerveza. Pero el destino se ha dispuesto a separarlos. Tienen un accidente y Lennart le pide a su amigo que se adentre en el bosque y lo espere allí. Odi obedece, pero su amo no se presenta, y un desconocido le aconseja que huya. Cuando Lennart vuelve a por Odi, éste ha comenzado una nueva vida. Nada tiene que ver con la anterior, plácida y confortable. A partir de ahora caminará por el lado salvaje.
El cambio no supone en absoluto un trauma para Odi. Simplemente lo asume. La verdad es que el hubot anda siempre algo aturdido. Actúa al ralentí, como si viviera en un mundo paralelo. Aunque es un chico para todo; lo mismo vale para un roto que para un descosido. Es capaz de dirigir un campo de batalla simulado, donde los humanos luchan contra los hubots; puede ser tu perro sadomaso o, si quieres, deshacerse de un cadáver, despedazándolo con una sierra mecánica.
Por si esto fuera poco, Odi reproduce sonidos, como la sirena de un coche policía. Hace la ola. Y ríe así: jijijiji.
¡Odi es maravilloso!
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Alexander Stocks interpreta a Odie
¡Odi es la repera! ¡Qué mono! Y menudo homenaje que se lleva en este artículo ¡Wow! Tras devorarlo palabra a palabra, viñeta a viñeta, ya cuento las horas para hacerme con un modelo «Odi 1ª generación». Faltaría más.