Neones, música chirriante, ambigüedad sexual, drogas, fiestas,decandencia y extraterrestres. Todo esto sucede en la noche de Nueva York, la ciudad que nunca duerme. Estos son los explosivos ingredientes que se mezclan en el hilarante film firmado por el entonces soviético Slava Tsukerman en el año 1982 (Tiene mérito atendiendo al contexto histórico reinante en la época, en plena época de la Guerra Fría). Retrato en forma de fábula futurista y postmodernista, del desenfreno de los primeros años ochenta en la capital del mundo. Todo al servicio de una auténtica oda al low cost y al do it yourself, con actores rebosantes de amateurismo, y un constante homenaje a las luces de neón y los sintetizadores chirriantes, con una banda sonora capaz de hacer sangrar nuestros oídos, compuesta por el propio director. Una serie Z de libro, con guiños al cine de ciencia ficción y extraterrestres.
Estrenada aquí como Cielo líquido, presenciar del tirón la totalidad de sus 112 minutos de su metraje hoy en día, supone todo un desafío para nuestra sufrida vista sin la presencia de sustancias ilegales en nuestro torrente sanguíneo. Vista en la actualidad, su espíritu transgresor puede parecer hasta ridículo, pero lo cierto es que en su día se consideró un filme de culto y de alto impacto en la escena underground y alternativa. En cuanto a su argumento, esta pequeña y sintética reseña nos pone en situación de la “bizarrada” que estamos dispuestos a visionar:
“Unos aliens invisibles llegan a la Tierra en una pequeña nave espacial en busca de heroína. Los extraterrestres aterrizan en la azotea de un apartamento de Nueva York habitado por una traficante de drogas y su amante, una modelo andrógina, bisexual y ninfómana”. (FILMAFFINITY)
Los visitantes se convierten en adictos a las endorfinas que segrega el cerebro de los consumidores de heroína durante el orgasmo, a los que acaban absorbiendo y evaporando por arte de magia. La andrógina Anna Carslile (modelo también en la vida real) se erige en protagonista absoluta del film, en su doble papel de vertiente masculina y femenina adicta a toda clase de sustancias. Su «agitada» actividad sexual origina que aquel que pase por sus sábanas acabe siendo devorado por el abismo.
Dentro del anecdotario, comentar que uno de los protagonistas del film, el alemán Otto Von Werhnerr, aquí entrañable ufólogo, es músico de profesión con una dilatada trayectoria de más de cuatro décadas, siendo el responsable de componer algunas de las primeras canciones grabadas en estudio de una tal ¡Madonna! Y dentro de este apartado, señalar que Tsukerman, que cuenta a día de hoy con 76 espléndidos años, nos lleva advirtiendo desde hace tiempo de su intención de rodar una segunda parte de Liquid Sky.
Un film que podríamos encuadrar dentro de esas películas denominadas como «imposibles», tan en boga en los años 70 por obra y gracia de gente como Jodorowsky o el mismísimo Buñuel, gran aficionado a las «idas de olla» en su etapa francesa más surrealista. Disparate o genialidad. Cutre o adelantada a su tiempo. Lo que es verdaderamente complicado es que cause en el espectador una absoluta indiferencia. Disfrútenla o padézcanla…lo que ustedes prefieran.