«New City: The City in the Sea» de Liam Young

Una instantánea de una ciudad asiática costera.

Liam Young, su autor, realiza el encuadre de la primera línea de costa, como si él se situara en el mar y tuviese la ciudad exactamente delante, frente a sus ojos.

Color ocre.

Los rascacielos parecen ocupar prácticamente todo el espacio. Destacan sobre ellos unas luces de neón parpadeantes. Son anuncios publicitarios, eslóganes en chino.. japonés… árabe… Luces rosas, amarillas, blancas.

Si bien la perspectiva casi no existe, a medida que se observa el cuadro, se distinguen vagamente otros edificios más bajos situados por delante.

Incluso hay unas pequeñas casas; también barracas en la orilla del mar.

Cuando se perciben, ya hace rato que hemos visto lo que flota en el agua: unas pocas barcas y grandes montículos de basura.

La instantánea, desde el mar, se mueve, se escucha.

El agua se balancea suavemente.

Al principio parece que se oyen voces humanas. Sólo al principio, luego ya no.

Después es el sonido del agua moviéndose.

El graznido de las gaviotas.

El aullido de un lobo.

Y un rumor, una música reverberante. Quizá un didgeridoo de los aborígenes australianos.

La instantánea se hace mántrica, apacible, misteriosa.

La Nueva ciudad está desierta.

En los rascacielos, las luces de neón siguen parpadeando, como si se resistiesen a desaparecer. Como si todavía celebrasen su victoria, su poder. Sin importarles, sin admitir, su estrecha relación con los montones basura que flotan en el mar.

Liam Young ofrece una visión del apocalipsis sumamente tranquila. Silenciosa.

No hay violencia, sólo el vaivén del agua, el rumor lejano.

Los edificios parecen también balancearse, muy despacio.

El ser humano es un niño incapaz de entender sus actos, de ponerles freno.

La instantánea revela que el daño ya está hecho.

Más vale acostar al niño y mecerlo.

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