El sheriff Frank Truman se pone en contacto con Gordon Cole para alertarle de un descubrimiento, unas páginas perdidas del diario de Laura Palmer en las que escribía sobre algo inquietante. Para los agentes de la ley empieza a perfilarse cuál es el quid del misterio (y la resolución de la serie): los dos Coopers. De hecho, él no es el único que se ha desdoblado. También lo hizo Lois Duffy, la mujer que murió supuestamente a manos de su otro yo en Olympia, Washington, en 1975. Justo antes de fallecer, les dice a los agentes que la han encontrado: «Soy como la rosa azul». Y desaparece.
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En un primer momento podría dar la impresión que, en los últimos episodios, David Lynch está haciendo realidad sus fantasías sexuales: la escena con la prostituta francesa, y ahora un sueño con Monica Bellucci. Pero hay más: aparte del humor que todo esto comporta, en el caso de Bellucci, se trata de otra clave del misterio. La actriz revela a Cole un pista crucial
«Somos como el soñador que sueña y luego vive dentro del sueño.
Pero ¿quién es el soñador?»
… y le remite a 25 años atrás, el día que Phillip Jeffries apareció en las oficinas del FBI por apenas unos instantes. Ya casi lo había olvidado…
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Los agentes de policía de Twin Peaks, guiados por Bobby Briggs, se adentran en el bosque. Siendo él un chiquillo, su padre lo había llevado a un lugar secreto. De pronto, llegan a un paraje cubierto de humo blanco. Tumbada sobre la húmeda espesura, la mujer de los ojos tapiados está desnuda, retorciéndose, articulando palabras incomprensibles. Andy Brennan le agarra de la mano, se conecta a ella. Aparece de nuevo el bucle y Andy se introduce en él.
La habitación en la torre. Blanco y negro. El gigante frente a él le revela:
«Soy el bombero»
es decir, el que apaga el fuego.
El broche final del episodio se merece un capítulo aparte. Sarah Palmer se había quedado sin alcohol en casa, de modo que se dirige a un bar. Entra, se sienta en la barra y pide un Bloody Mary. En el otro extremo de la barra, hay un hombre. La mira fijamente. Da un trago a su cerveza y se levanta. Va hacia a Sarah. Ella lo mira de reojo, con recelo. El tipo le pregunta si está bebiendo sola. Ella: «Métete en tus propios asuntos». El tipo no se da por vencido e insiste. Cuando Sarah se pone dura, él la ataca con improperios. Vamos, la típica estampa de un baboso entrándole a una chica: cuando ella lo rechaza, la reacción de él es denigrarla.
Pero Sarah Palmer es mucha Sarah Palmer. Lo había sospechado siempre: ella (pro)venía de la habitación roja. Y los de ahí no se andan con chiquitas. Un nuevo desdoblamiento de significados: la otra habitación y feminismo caníbal.