La República Democrática del Congo (RDC) se encuentra en la región ecuatorial de África. Cuenta con una superficie de 2.345.409 km2 -cuatro veces la de España-. Es el segundo país más grande de África y el onceavo del mundo. Su población ronda los 80 millones de habitantes. Capital, Kinshasa.
El idioma oficial es el francés, siendo lenguas nacionales reconocidas el lingala, el kikongo, swahili y tshiluba.
El presidente de la república es Joseph Kabila, que sustituyó a su padre, Laurent-Désiré Kabila, al ser asesinado el 16 de enero de 2001. El primer ministro es Bruno Tshibala.
El escudo de la República Democrática del Congo luce la faz de un guepardo en el medio, rodeada por un colmillo de marfil blanco y una lanza negra. Rodean asimismo la composición tres lemas: justicia, paz y trabajo.
La RDC es uno de los países megadiversos del mundo -aquellos que albergan en conjunto más del 70% de la biodiversidad del planeta-. Posee el 60% del bosque del África central; es el segundo pulmón del mundo después del Amazonas. El río Congo tiene un potencial eléctrico que podría alimentar a toda África central[1].
Joseph Conrad describe de este modo ese río fascinante que se abre paso entre las tinieblas del colonialismo:
Es cierto que por entonces ya había dejado de ser un espacio en blanco. Desde mi infancia lo habían llenado de ríos, lagos y nombres. Había dejado de ser un misterioso espacio en blanco, un parche blanco sobre el que un niño podía tejer magníficos sueños. Se había convertido en un lugar de tinieblas. Pero había en él un río en particular, un río grande y poderoso, que aparecía en el mapa semejante a una inmensa serpiente desenrollada, con la cabeza en el mar, el cuerpo quieto curvándose sobre un vasto territorio y la cola perdida en las profundidades de la tierra. Y mientras observaba el mapa en un escaparate, me fascinó, como una serpiente fascinaría a un pájaro, a un pequeño e incauto pajarillo. Entonces recordé que existía una gran empresa, una compañía dedicada al comercio en ese río[2].
La riqueza de la República Democrática del Congo no se limita a su biodiversidad. Dispone de yacimientos enormes de diamante, plomo, zinc, casiterita, uranio, petróleo y carbón. Es rico en minerales que hoy día se consideran estratégicos, como el cobre, el cobalto, estaño, oro, talanto, el coltán. De hecho, el «Congo oriental es considerado una auténtica cueva geológica del tesoro en la que abundan los minerales necesarios para el boom tecnológico»[3]. El país cuenta con una de las mayores reservas del mundo de cobre, y en la provincia de Katanga se encuentra el 80% de las reservas de cobalto del planeta. Este mineral se utiliza para fabricar «sistemas de armamentos para el departamento de defensa de Estados Unidos»[4]. Pero sin duda el mineral estrella de los últimos años es el coltán, denominado también el oro del siglo XXI, que en 2002 alcanzó el desorbitado precio de 400 dólares por kilo[5]. El coltán es una roca formada por la columbita (COL) y la tantalita (TAN). Se trata de un súper conductor necesario para la fabricación de los teléfonos móviles, GPS, MP3s, ordenadores, portátiles, pantallas de plasma, etc. La República Democrática del Congo dispone del 80% de las reservas mundiales conocidas de este mineral[6], que se encuentra en su mayoría en el Kivu –norte y sur- y en el norte de Katanga. Es un recurso no renovable.
«La escalada de precios del coltán comenzó hace relativamente poco tiempo y tuvo que ver con el uso de tantalio para la fabricación de microchips de nueva generación que permitían baterías de larga duración en teléfonos móviles, videojuegos y portátiles»[7].
Según José Eugenio Lucas, el coltán puede considerarse la principal causa del desencadenamiento de la última guerra del Congo[8].
«La RDC alberga algunos de los minerales más valiosos de la tierra, pero en lugar de prosperidad, la competencia por esas reservas ha agravado la pobreza, la explotación y en las últimas dos décadas, ha ayudado a financiar uno de los conflictos más mortíferos desde la II Guerra Mundial»[9].
Fidel Fabilemba, activista congoleño: «Los recursos naturales que ha recibido el Congo son una maldición, y no una bendición»[10].
«El Congo es muy rico. Tenemos muchos minerales, pero eso nunca ha beneficiado a la población. Ha causado muchos daños. Mucho sufrimiento a todo nuestro pueblo… Y nosotros no los necesitamos. Si los extranjeros, si algunas personas están interesadas en nuestros minerales, pueden venir, pero la cuestión es que: ¿si vienes a coger minerales, necesitas derramar sangre?», nos pregunta un hombre congoleño[11].
La demanda de coltán ha sido el principal desencadenante de la última guerra en el Congo. Ahora bien, no es la primera vez que los congoleños sufren lo inconfesable a causa de sus riquezas naturales.
[1] José Luis Aragón: R. D. Congo. Minerales de guerra, emitido en el programa «En portada», RTVE (2009)
[2] Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas, Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.U., Barcelona 2015, páginas 33-34
[3] Michael Ramsdell: Cuando los elefantes luchan, (2015)
[4] Ibídem
[5] Hedelberto López Blanch: El trasfondo económico del coltán. Guerra en la República Democrática del Congo, 23 de noviembre de 2008, Rebelión, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=76377
[6] Guadi Calvo: Cuando un genocidio sucede, Rebelión, 28 de febrero de 2017, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=223445
[7] José Eugenio Lucas: El coltán y la guerra del Congo. Rapiña y complicidad internacional, Diagonal, 1 de marzo de 2007, https://www.diagonalperiodico.net/global/coltan-y-la-guerra-del-congo.html
[8] Ibídem
[9] Michael Ramsdell: Cuando los elefantes luchan
[10] Ibídem
[11] Ibídem
Es lo que pasa en muchos países del mundo, tienen recursos de sobra para ser países desarrollados pero están entre los más pobres porque solo unos pocos sacan beneficio de esos recursos.
Sí, es una verdadera lástima y una gran injusticia. Por eso es importante que se sepa lo que está pasando y que se presione para que las cosas cambien.
¡Gracias por tu comentario, Alberto!
Enhorabuena por el artículo, aún habiendo sido escrito algunos meses atrás y llegar tarde a leerlo.
Soy María profesora de la Universidad de Málaga.
Me ha encantado la forma en la que está redactado y explicado.
Un placer leeros.
No he tenido el gusto de estar en el Congo pero si en otros países africanos como Camerún y fue un verdadero placer disfrutar de la experiencia.