‘Into the Pandemoniun’ fue una obra que incidió en la redundancia por tratar grandes temas dentro de la semántica metal. En el caso de Celtic Frost, los preceptos del “sexo, drogas y rock & roll” se encuentran en las antípodas de la necesidades expresivas que marcan el trayecto narrativo y espiritual de las canciones. No hay que olvidar que su misma disposición musical tiene una conexión directa con los cuadros y diseños de H.R. Geiger, quien más allá de haber hecho la portada para ‘To Mega Therion’, años después llegó a contar con el propio Fischer como asistente. Al igual que la obra de Geiger, Celtic Frost contemplaban la mortalidad como tema central de sus cortes. Para ‘Into the Pandemonium’, la recreación medieval desde la misma portada refleja la ambición de postularse como unos filósofos malditos en busca de respuestas, de incidir en la pequeñez del individuo ante lo vasto de un mundo en llamas.
Gran parte dde la culpa de la resistencia que este disco tiene al paso del tiempo proviene del gopeo de batería de Reed St. Marks, que siempre cae una mílésima de segundo antes de toda la masa eléctrica. Su efecto a contrapié redunda en una profundización vertiginosa de la amplitud espacial de las canciones. Desde su misma vertebración rítmica, los afluentes sonoros se desbordaban por ciencia infusa, como un río nervioso, buscando nuevos afluentes a su curso natural.
Tom Fischer: “Álbumes como ‘To Mega Therion’ y ‘Into the Pandemonium’ son hitos en la historia de la banda. En pocas palabras, estos son álbumes que no habrían sucedido sin Reed en la banda. Cuando Reed se unió al grupo, todo cambió. Antes éramos dos niños que tenían visiones inusuales, pero éramos aficionados en el sentido literal de la palabra. Pero cuando Reed entró, daba igual que se tratara de alguien nuevo en la escena del metal; él provino de tanta técnica musical y horizontes que catapultó a la banda hasta donde necesitaba ser escuchada. Debemos tanto a esa alineación y a Reed. Y eso es algo de lo que Martin y yo todavía hablamos. Todavía estamos muy ligados mentalmente a aquella época, y sabemos muy bien a qué nos enfrentamos”.
UN PROCESO COMPLICADO
Pero para llegar a cimentar edificios tan altos como ‘Into the Pandemonium’, las dificultades siempre aparecen como algo inevitable. Y para lo que Fischer y compañía se traían entre manos, incluso más. Como cuando, nada más escuchar las primeras demos del disco, el productor Michael Wagener rehusó encargarse de la producción del álbum. A la falta de entendimiento de sus ambiciones por parte de gente como Wagener, hay que sumar la de Karl-Ulrich Walterbach, el capo de Noise Records. La incomprensión de este último llegó al punto de estar llamando diariamente a los Horun Sound Studios, donde se grabó el álbum, para intentar sabotear las ideas del grupo y hacerlos retornar a su patente más reconocible y simple. Lo que se entiende como todo un visionario…
En un intento desesperado por controlar la dirección de la grabación, Walterbach llegó a pedir al dueño de los estudios, Frank Bornemann, que tomara el rol de productor para que la cosa no se fuera de las manos. En un acto de resistencia hacia su retoño musical, Ain y Fischer se encargaron de la producción, pero no fueron pagados por su labor, sino el ingeniero Jan Nemec, quien, aunque hizo un trabajo muy competente, también ejerció de tapón a las aventuradas ideas que el grupo quería plasmar entre las pistas.
Entre enero y abril de 1987, Fischer, Ain y Reed sufrieron un auténtico calvario. La grabación de ‘Into the Pandemonium’ se convirtió en toda una epopeya. Así como lo recuerda Antje Lange, que de aquella estaba trabajando en Noise: “Karl no estaba pagando las dietas del estudio, y básicamente estaba dejando que se murieran de hambre. Tom se estaba poniendo furioso. Absolutamente furioso. Un día, entró en la oficina de Noise Records. Yo estaba escondida. Lo primero que se me pasó por la cabeza fue: ‘Oh mierda, algo va a suceder’. Creo que estuvieron a punto de tener una pelea a puñetazo limpio. Tom estaba extremadamente enojado por todo lo que estaba pasando, por lo malo que era Karl queriendo controlar a otras personas, diciéndoles qué hacer y qué no hacer. En aquellos tiempos, Karl era un poco codicioso, y tampoco es que se tratara del único ejecutivo de la compañía discográfica que se estuviera comportando de esa manera. Creo que Tom no estaba sintiendo el respeto que se merecía como artista”.
Uno de los problemas añadidos de Celtic Frost fue que no contaban con un manager propiamente dicho. La guerra con Noise había dado comienzo, pero quién únicamente les prestó ayuda durante aquella temporada fue Andy Siegrist, un amigo de la banda. Pero cuando éste pudo comprobar el enorme peso de la estructura de Noise, desistió de seguir ejerciendo labores en este terreno.
Fischer fue quien acabó ejerciendo de su propio manager, pero Walterbach ya no es que no escuchara sus demandas, es que, directamente, ni le cogía ni el teléfono. La situación se había vuelto totalmente insostenible. “En aquellos tiempos, Karl se había convertido en nuestro enemigo. Y lo estaba siendo de todas las maneras imaginables”, dice Fischer. “Para entonces, Noise ya no era el trampolín que había sido. De manera antagónica, Noise se había convertido en el obstáculo, la amenaza para la banda. Y es que fue en ese mismo año, 1987, cuando destruyeron la banda”.
“Dentro del círculo más cercano al grupo, a nadie le gustaba el disco que estábamos haciendo. La compañía discográfica recurrió a las cortes jurídicas contra la banda para intentar detener el álbum. Odiaban ese LP, querían que grabásemos uno diferente. Muchas de las reseñas recibidas fueron muy críticas o al menos sorprendidas por el álbum. Eventualmente, ese álbum se convirtió en nuestro álbum innovador e hizo de Celtic Frost lo que es Celtic Frost. Medio año después de ser lanzado, comenzó a venderse muy bien y la gente comenzó a entenderlo, pero llevó un tiempo hasta que la gente lo llegara a entender. Pero Celtic Frost nunca fue una banda fácil. Ninguna de las bandas de las que he formado parte han sido fáciles, ya sea Hellhammer o Triptykon, y he aprendido a ser muy paciente. Hago los álbumes que creo que tengo que hacer. En realidad, no podría hacer ninguna otra clase de música. Estoy tocando música muy honesta, estoy tocando la música que está dentro de mí. Qué más voy a hacer. Estoy haciendo los álbumes que tengo que hacer y cuando salen, a veces, llevan a la gente bastante tiempo entenderlos, pero cuento con esa paciencia. Hago lo que tengo que hacer”.
De vuelta al enfrentamiento entre Noise y Celtic Frost, cabe señalar una circunstancia reveladora: la poca estima que Walterbach tenía hacia Celtic Frost ya desde sus tiempos como Hellhammer. “Tuve que buscar profundamente para encontrar bandas”, cuenta Walterbach. “Escuchaba todo lo que me llegaba. La mayoría de las cosas eran basura. Escucha a Hellhammer; eran horribles. Pero a los fanáticos del underground les gustaba. Al final es irrelevante en qué nivel técnico se encontraran. En aquellos días, la energía era algo importante. En la actualidad, jamás habría firmado a Hellhammer, pero no había una escena en aquel entonces. Tuve que tomar lo que pude conseguir”.
Por otro lado, según Walterbach, la actitud combativa de Fisher venía motivada de que estaban celosos de Helloween: “Tom Gabriel Warrior, de Celtic Frost, me culpó por no haberlos hecho tan grandes como Helloween. En lo que él se fijó fue en el hecho de que que Celtic Frost tenía buena prensa en Inglaterra, pero eso no se reflejaba en las ventas del resto de Europa. Vendían aproximadamente tanto como Kreator, 50.000 o 60.000 copias. No creía que Celtic Frost contaran con las canciones necesarias para ser realmente grandes, pero Tom lo hizo. A su manera, ‘Into the Pandemonium’ es un buen álbum, pero es de izquierdas y underground, y eso no era popular en aquel entonces. Incluso si hubiera triplicado mis costos en mercadotecnia, Celtic Frost no se habrían vuelto grandes. El batería Reed St Mark era el único de ellos que sabía tocar. Martin Eric Ain era un bajista estable pero no más. Los riffs de Tom eran de corte punk y su voz, una verdadera película de terror. Celtic Frost eran gente muy difícil con la que trabajar. Había mucha locura en la personalidad de Tom. No nos llevábamos bien y él tenía una especie de sensibilidad artística que no siempre entendía. Era como si compensara su falta de habilidad musical con ser artístico. Su actitud me ponía de los nervios”.
LA GIRA OBLIGATORIA
Pero los sucesos no acabaron en la grabación del LP, sino que llegaron hasta una decisión consecuente con la dificultad que sería trasladar este disco al directo. “Estábamos a tres cuartas partes del trabajo, manos a la obra. Para nosotros, fue un álbum extremadamente complejo de hacer”, dice Fischer. “Requirió de músicos clásicos y de toda una serie de invitados. Las sesiones de grabación fueron muy difíciles de hacer. Sobre todo, en aquellos tiempos, anteriores a la era de las computadoras. Trabajamos con demos y no sé cuántas pistas. Invertimos todos nuestros esfuerzos en ello. Aún no habíamos tocado nuestro nuevo set en vivo. Todavía no éramos una banda de vivo tan competente, una que pudiera salir al escenario sin estar prepararados y, aun así, conseguir sacar la actuación adelante. Dijimos: ‘No, gracias. Suena a que sería una buena gira, pero no podemos hacerla’. Luego, fue cuando Karl me llamó unos días más tarde y me dijo: ‘Estáis de gira’.
Según la versión del propio Walterbach: “Por cuestión de principios, nunca interfiero con las fechas de conciertos cuando una banda está en el estudio. La gira se realizó, le pasé la información a Tom, pero jamas le empujé a hacerla. ¿Por qué habría de hacerlo? El momento no era el adecuado. Yo no era el director de la banda, no tenía ningún control ni nada que decir al respecto”.
Finalmente, Celtic Frost accedieron a hacer la gira. Y para ello, la solución fue introducir a Ron Marks como segundo guitarrista. Pero nada más entrar al redil, Marks pudo sentir que algo iba mal. Como el día que Fisher llegó de la frutería con las verduras envueltas en un papel arrugado. Uno que era la portada de una revista metal con la portada del grupo… “Karl no nos estaba pagando dietas para poder vivir’, dice Marks. “Dejó de enviarlas, y nos estábamos muriendo. Estábamos muertos de hambre. Recuerdo que Tom se puso al teléfono y llamó a Noise: ‘Oye, que todo esto ya lleva dos semanas. Estamos muertos de hambre. Envía el dinero’. Pero Walterbach le colgó el teléfono. Ése es el punto en el que se encontraba la relación. Literalmente, a Karl le importaba un pimiento si nos moríamos de hambre. Lo que yo pensaba de todo esto era: ‘Hey, esto ya no tienen nada que ver sobre el rock and roll o la música. Se trata de gente. Era ridículo”.