Mars: «Mars EP (Lust/Unlust/Infidelity, 1980)»

mars foto 2Año 1976, incluso antes de que el punk británico se endosara las chupas con tachuelas y las muñequeras de pinchos, desde las cloacas de New York el no-movimiento por excelencia, la no wave, salía eyectado como un agujero negro autónomo, uno que, por si alguien aún no se ha enterado, poco tenía con la new wave. De hecho, la ideología musical de esta tribu de cirujanos del verbo eléctrico tenía de todo menos de pretensiones comerciales, melódicas o miradas anquilosadas en el pasado.

Mezcla de pintores, artistas performance, y otros ámbitos artísticos, durante sus cuatro años principales de vida -1978-82- la no wave tomó el Lower East Neoyorkino para convertirlo en el centro de torturas donde poder calcinar el rock, y cualquier prolongación de éste: rock & roll, punk, rock progresivo, etc. A menudo relacionados con el punk, hay que aclarar que todos los integrantes de la no wave siempre renegaron de esta escena. Su misión era la destrucción como nueva forma de construcción, no el reciclaje de lo simple.

Rama infectada por una tendencia natural a captar el horror del momento para representar el verdadero corazón de una sociedad inoculada por una sobredosis de violencia, artistas como Glenn Branca -en solitario y al frente de The Static y Theoretical Girls-, Lydia Lunch, DNA, James Chance y Mars, tuvieron como características comunes el uso tribal de sus instrumentos, donde la técnica quedaba relegada al mayor de los olvidos, los sonidos atonales, y el aprovechamiento de la distorsión y de las capas de ruido como elementos primordiales en los desarrollos sonoros. Un esqueleto musical que se convirtió en santo y seña de unas teorías musicales casi nacidas de la nada -la Velvet más ruidista, y el canon repetitivo y mántrico de minimalistas como Steve Reich se podrían considerar como las huellas más rastreables en su sonido-, y en el que el formato canción quedaba subvertido para siempre, perdiéndose entre  los pliegues deconstruidos de exabruptos frontales de jazz, avant-garde, funk o ruidismo de los que hicieron uso la gran diversidad de bandas pertenecientes a la no wave.

mars foto 4

Utilizando principalmente el 7 y el 12 pulgadas, brotaron verdaderas invitaciones al vértigo en este formato, que funcionaron como vehículo perfecto para transmitir el espíritu de trasgresión al concepto de LP tradicional que dominaba en el mundo del rock. Bajo esta premisa, la mayoría de las bandas principales de este movimiento nunca jamás llegó a publicar un larga duración durante su corta vida; su terreno eran las distancias cortas, y ahí no tenían rival.

Nihilistas, rompedores y vanguardistas, el reflejo del enorme legado de los no músicos de la no wave quedó plasmado para siempre en el disco recopilatorio No New York (Antilles, 1978),  ideado por Brian Eno y compuesto por cuatro de los grupos más importantes de esta escena: Contortions, Teenagee Jesús & The Jerks, Mars y DNA. Por otro lado, los comienzos de dos formaciones de la importancia  capital de  Swans y Sonic Youth, quienes integraron el punk-rock en su lenguaje sonoro, fueron providenciales como puente entre la no wave y el noise que tantas alegrías dio a la parroquia indie en la segunda mitad de los ’80.

mars foto 3

Volviendo a los grupos originarios de la no wave, cabe recuperar la obra de los excitantes Mars. Pioneros absolutos de la no wave, desde el mismo momento de su disolución, alrededor de esta formación se fue creando una de las leyendas más apabullantes, que un servidor recuerda, bajo la expresión de banda maldita.

Con únicamente un single publicado y su participación en el No New York como producción discográfica, y una cifra irrisoria de conciertos entre 1977-78 que no pasa de los diez, mientras funcionaron como grupo, Mars siempre fueron la excusa ideal para rebuscar entre los circuitos de cintas piratas y grabaciones clandestinas. Gracias a algún alma caritativa, esta falta de pruebas físicas quedó subsanada mediante Mars EP (Lust / Unlust / Infidelity, 1980), sacado a la calle dos años después de su ruptura, y que viene a ser un documento vital de su existencia, contando con cinco canciones de una de sus actuaciones, donde el término indiferencia se va de vacaciones infinitas.

Nigromantes del paroxismo sónico, primitivistas exacerbados de música sangrante, Summer Crane, Mark Cunningan, China Burg, Nancy Arlen y Rudolf Grey maltrataban los instrumentos y perpetraban gritos infrahumanos en jams alucinadas de free-noise desarrapado del que sólo gente sin conceptos técnicos y sin ningún tipo de complejos en su atropellada ejecución, como estos terroristas sonoros, podrían haberlo hecho. ¿Qué queda como resultado de un planteamiento tan extremo y libre? Una EXPERIENCIA ÚNICA, donde la intuición del momento aplicado a la construcción musical, se convierte en la brújula perfecta para dirigir unas tormentas cargadas de distorsiones lacerantes hasta que queda extirpado hasta el último hilillo de voz suplicante.

Imposible salir indemne de ‘Scorn’ y sin la cara retorcida tras someterse a la descarga cortante de ‘Outside Africa’. Esta misma descarga se repite en las, todavía, más tribales ‘N.N. End’, ‘Monopoly’ y ‘The Inmediate Stages Of  The Erotic’. Todas estas piezas malsanas son demostraciones, gloriosamente imperfectas, en las que Mars canalizan kilos de materia eléctrica, que luego esparcen por filtros desiguales mediante un ataque mortal que traspasa los oídos para arañar con desgarro la espina dorsal. Vamos, para escuchar con el airbag incorporado. No vaya a ser…