La Noche del Demonio

PortadaJacques Tourneur fue un director nacido en Francia, pero nacionalizado estadounidense a los 15 años al haberse mudado a vivir a Hollywood por el trabajo de su padre, el también director Maurice Tourneur. Pronto destacó dentro del cine de terror, mostrando una gran efectividad a la hora de montar interesantes historias y saber tratarlas con maestría. Quizá La Noche del Demonio (Night of the Demon, 1957) no sea su película más conocida, pero tiene todos los mimbres necesarios para ser considerada una película clásica de terror.

De primeras, no parece presentar una estructura muy típica dada su argumento. El protagonista es un escéptico con el mundo espiritual, y, sin embargo, La Noche del Demonio presenta sus cartas de buenas a primeras. Comienza con una escena en Stonehenge, que da paso al título y a una segunda escena en la que un hombre llega a casa de Julian Karswell, implorando su perdón para que le libre de una maldición. Aquí el espectador podría pensar que Karswell no es más que un charlatán que se aprovecha de la ingenuidad de la gente, pero la huida del hombre con una posterior persecución, con aparición estelar del demonio incluida, deja pocas dudas.

Bajo esta premisa se nos presenta el psicólogo John Holden, interpretado por Dana Andrews, quien quiere investigar el asesinato. Pronto conocerá a Joanna Harrington, Peggy Cummins, sobrina del fallecida y creyente en el mundo de las sombras, el contrapunto a la racionalidad de Holden. El espectador tiene en este momento un obstáculo para compartir las inquietudes del protagonista, ya que goza de una información mayor y por eso no descubriremos el misterio a su ritmo, sino que nos iremos precipitando lentamente y sin remedio hasta el descubrimiento final.

Quizá esto pudiera hacernos pensar que rebaja la tensión, pero todo lo contrario ya que puedes llegar a sufrir por el desconocimiento de Holden, sabiendo que está dando los pasos incorrectos y siendo víctima de una maldición de la que ni siquiera es consciente. Pero la sucesiva aparición de elementos de brujería y satanismo consiguen hacer dudar a Holden y, por ende, nuestra empatía con él. Esto no es nada sencilla, ya que tras la aparición del demonio, imponente figura para la época, cualquier otro elemento puede palidecer ante el espectáculo inicial.

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En su conjunto, la película contiene numerosas escenas llenas de fuerza, incluida una imperdible sesión de espiritismo, oscureciendo lentamente el tono según Holden va descubriendo más y más datos sobre el caso. Todo ello sin artificios, sin escenas exageradas, con un ritmo pausado y que se nos antoja natural, una consecuencia lógica de lo que estamos viendo.

Todo ello envuelto en la terrorífica banda sonora de Clifton Parker y la maravillosa fotografía de Ted Scaife, conformando un conjunto sólido y una película que merece más reconocimiento.