Un lugar tranquilo

a_quiet_place-854286921-largeDesde hace ya muchos años, el género del terror parece vivir en un eterno intento de reinventarse buscando nuevas vías para llegar al gran público. En general, las nuevas producciones son vistas con recelo y muy pocas acaban alcanzando algo de notoriedad. Muy lejos quedan sus épocas gloriosas, como la década de los 80 y principios de los 90 en los que alquilar “una de miedo” en el videoclub era algo habitual, y pareciera que éramos bastante menos exigentes con este género.

Desengañémonos, era mucho más fácil asustar a la gente hace 30 años que ahora, que muchas veces el telediario da más miedo que cualquier película del ultragore alemán. Hoy recomendar una película de terror da pánico, pero no por el miedo que pueda dar la película sino porque al hacerlo, lo más normal será que cuando tu amigo/a, familiar, arrejuntado/a o lo que sea te haga su “crítica constructiva”, lo que te comenté sea: “pues no me ha dado miedo”. Claro, berzotas, ya eres mayorcito como para tener miedo así que sería el momento de dejar la eterna búsqueda del miedo y centrarte un poquito en la película en sí. Raza curiosa la de esa gente que ve una película de este tipo y dice que “no me lo creo” o “esto no hay quien se lo crea”, como si estuvieran analizando el último número de la National Geographic en lugar de una obra de ficción.

Con este panorama nos llegaba el enésimo intento por tratar de asomar la patita en este áspero mundo, en este caso de la mano de John Kasinski y su Un Lugar Tranquilo (A Quiet Place, 2018). Su premisa nos sitúa en un mundo posapocalíptico, no nos da casi información, sino que tendremos que ir desgranándola poco a poco. Inmediatamente intuiremos que algo ocurre con el sonido, con el ruido, ya que la familia protagonista evita incluso hablar entre ellos, comunicándose mediante lenguaje de signos. Sin embargo, la curiosidad del niño pequeño hace que se lleve un juguete ruidoso que no tarda en accionar. Es entonces cuando vemos que una misteriosa criatura aparece llevándose al pequeño.

En ese momento comenzamos a unir piezas del puzle, es evidente que unos misteriosos seres han masacrado el planeta. Son ciegos y se guían únicamente por el sonido, de ahí la obsesión por no hacer ruido alguno. Es ahora cuando ya tenemos todas las premisas para comenzar a sentir tensión por el futuro de la familia, no en vano nos coloca en una tesitura en la que cualquier paso en falso, cualquier tropiezo, podría acabar con la vida de uno de ellos. Todo esto sumado a que no parece haber salida posible a la situación.

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La idea podría tener sus pros y sus contras, el pro es la ya comentada tensión, la contra sería que esto supone una ausencia casi total de diálogos… contra si no fuese por la existencia de la lengua de signos, que pese a todo no llega a cubrir todo lo que podríamos considerar como una cantidad de diálogos “normal”,  y ni falta que hace.

Como seguro más de uno habrá ya adivinado, estamos ante una película en la que la criatura amenaza con convertirse en un macguffin, un elemento de la trama que finalmente no tiene importancia ya que quieren que nos centremos en el resto de personajes. Todo encajaría si no fuese porque en los últimos 40 minutos todo empieza a precipitarse y comienza a girar la película hacia algo con mucha más acción, desgraciadamente también hacia un final bastante previsible. Pero también es cierto que lo importante es el camino.