Si mirarse en el espejo de los Modern Lovers era algo totalmente inusual con las corrientes preponderantes, tal sencillez temática ya significaba la exclusión total de los círculos musicales de Brisbane.
Forster tenía que empezar de cero. Ya sin grupo, desde la Universidad de Queensland podrían aumentar sus opciones de superar el aislamiento que sentía en sus carnes.
Robert Forster: “Vi tocar a Roxy Music en Brisbane en 1973 o 1974. Aquí fui a ver a Lou Reed en 1975 cuando yo tenía 18 años. Fue en el Festival Hall, había entre 3.000 y 4.000 personas. Esto es lo que resultaba interesante: en 1975 había entre 3.000 – 4.000 personas en Brisbane que fueron a ver a Lou Reed, pero ¿dónde estaban esas personas durante el día? Nunca pude conectar con ellas. Nunca pude verlas. […] Yo no sabía dónde estaban. Todo el mundo se dispersaba en los suburbios o en pequeñas escenas en las que yo no podía entrar. Tal vez eran personas mayores”.
La Universidad de Queensland se convirtió en el lugar idóneo para que Forster pudiera iniciar la búsqueda de alguna alma gemela con la que poder compartir sus inquietudes.
Robert Forster: “Yo realmente estaba comprando tiempo. Sabía desde mi corazón que no quería trabajar de nueve a cinco. Lo supe desde una edad muy temprana. Tenía miedo de estar atrapado en un trabajo; si tenía un trabajo, entonces podría conseguir una novia seria, y a los 19 o 20 todo podría haberse acabado”.
Al mismo tiempo que Forster, comenzaba su carrera universitaria un tal Grant McLennan. A los cuatro años de edad, McLennan había sufrido la pérdida de su padre. Esta muerte condicionó el resto de su infancia y adolescencia. Tiempos delineados entre la tradición familiar, rural y conservadora, McLennan fue encontrando su zona de evasión entre el séptimo arte y la música.
Grant McLennan: “Soy el hijo mayor. Nos estuvimos moviendo durante algo de tiempo, y después de la muerte de mi padre nos trasladamos a donde mi madre se había criado, en Cairns. Pasé unos años allí y luego me enviaron a un internado a una edad muy temprana. Fui a la Universidad. Cumplí diecisiete años en mi primer año. En todo ese tiempo mi madre volvió a casarse, y nos mudamos a una estación de ganado, aproximadamente a 300 millas al oeste de Cairns”.
Marcados por gustos musicales del mismo corte, el guión estaba prefijado para que Forster y McLennan tuvieran su encuentro por los pasillos universitarios de Queensland.
De este momento crucial en el devenir del universo pop, existen dos versiones diferentes: las de sus propios protagonistas.
Según Forster, un día vio a un estudiante que llevaba del brazo un disco de Ry Cooder y una revista de cine. El chico en cuestión era Grant McLennan.
Robert Forster “Nos conocimos en la Universidad de Queensland a finales de 1975 o 76. ¡No era más que un bastardo precoz como yo! Él lo estaba haciendo muy bien en la Universidad; yo lo estaba haciendo muy mal… Ya sabes, revistas de cine, discos… Él no hacía más que llevarlas a todas partes. Él era la única persona que yo veía haciendo esto. Nuestros cursos comenzaron a cruzarse, de modo que ya podía hablar de discos, libros y películas con Grant, y él conmigo. Era la única persona con la que yo podía hacer esto. La única otra persona en mi onda, básicamente”.
Grant McLennan: “Nunca había visto a una persona de seis pies de altura con un pañal. Había dos grupos en nuestra clase de teatro. En la nuestra, estábamos haciendo ‘Hamlet’, y yo interpretaba a Polonio. En el grupo de Robert estaban haciendo ‘The Rocky Horror [Picture] Show’, y pensé: ‘Qué gusto más pésimo’. Robert hacía el papel de monstruo. Me impactó su impresionante muestra. Y era muy inusual, con las cejas juntas y todas esas cosas. Me pareció que era un buen maquillaje. Luego, empezamos a relacionarnos y terminamos en la misma clase. Él leía el tipo de libros que me interesaban. Yo leía la NME, que él también leía. A ambos nos gustaba Nick Kent y el mismo tipo de discos, como Mott the Hoople. Cuando el Horses de Patti Smith salió, fue un gran disco para nosotros dos. Por entonces ya estábamos total y completamente rezagados, ya sabes, en clase”.
Robert Forster: “Los dos veníamos de escuelas privadas. Mis padres tuvieron que economizar y ahorrar. Lo de Grant fue una historia diferente. Mi padre era lo que se conoce como tornero y había trabajado en las fábricas. Mi madre era originalmente una maestra de educación física. Cuando yo tenía alrededor de ocho o nueve años regresó a la fuerza al trabajo para mantener la renta, porque ya estábamos inscritos en una escuela privada”
Entre un mundo propio en construcción de películas, libros y discos, Forster y McLennan fueron afianzando los resortes de su amistad. Hasta el punto de que Forster abandonó The Gap, [en el interior del oeste de Brisbane], donde él vivía con su familia, para trasladarse junto a McLennan en Toowong durante 1978.
Toowong formaba parte del circuito cultural asentado entre las venas de Brisbane. La actividad era diversa e incesante.
Robert Forster: “Me mudé a una casa en Toowong, en el 10 de Golding Street. Me mudé con Grant McLennan, un estudiante de medicina, un estudiante de trabajo social y un estudiante de arqueología, que son una especie de los tres ingredientes de los Go-Betweens: medicina, trabajo social y arqueología, estos son básicamente los cimientos de la banda. Así que me mudé a esta casa. Fue en Queensland”.
Robert Forster: “Todo eran casas. Casas en Toowong, Petrie Terrace, New Farm. Habría unas diez personas por casa. Entrabas y era como el The Factory [de Andy Warhol]. Siempre había alguien actuando abajo. Otra persona estaba escribiendo. Otra persona estaba utilizando algún tipo de taller de impresión para hacer dibujos animados”.
La vida en Toowong era un solar de retroalimentación constante. McLennan y Forster se encontraban en el sitio idóneo para vivir un día a día amueblando los estantes de su templo de referencias.
Robert Forster: “Yo conducía hasta su casa para tocar la guitarra, y él estaba en una cama leyendo un libro. Grant nunca se sentía culpable por esta situación. El mundo giraba; él leía. Ése fue el primer mensaje. Él se ofrecía para hacer café, y yo sabía que éste era uno de los grandes lujos de mi vida. Yo sabía que podía preguntarle sobre cualquier cosa, dentro de cualquier frontera artística, y él tenía una respuesta. Tenía una mente enciclopédica cuando se trataba de las artes, y su conocimiento siempre tenía un toque personal. De modo que mientras él hacía el café, podía preguntarle sobre cualquier cosa que me gustara, algo que hubiera aparecido en mi vida, algo de lo que yo necesitara su perspectiva. Yo le decía: ‘Háblame de Goya’, o ‘¿qué sabes acerca de la poesía de Elizabeth Bishop?’. […] Y, con la cabeza sobre la mesa de la cocina, arqueaba una ceja sólo para cerciorarse de que yo hablaba en serio, era algo que él siempre hacía. Luego él empezaba. Erudito, lógico, con autoridad y nunca altivo ni con una onza de superioridad, él daba su opinión”.
Muy pronto se delimitaron con concreción los extremos que perfilaban el creciente cúmulo de inquietudes compartidas por McLennan y Forster: la música, por parte de Forster; y el séptimo arte, desde el extremo de McLennan.
Grant McLennan: “Cuando yo era niño, solía recortar críticas de un montón de revistas -de las que no había visto casi ninguna de las películas de las que hablaban- y las pegaba en un álbum de recortes. Siempre me gustó el cine, siempre fue una de las mejores cosas de mi vida. […] Yo había enviado una solicitud para la escuela de cine y televisión al final de mi último año en el internado, pero me dijeron que era demasiado joven, y que volviera a preguntarles cuando tuviera veintiún años. Veintiún años me parecía algo muy lejano, de modo que fui a la Universidad. Era la única cosa que podía hacer. No lo cuestioné”.
Pero mientras McLennan se tomaba la Universidad como una larga temporada en la sala de espera, Forster fue prendiendo en él la curiosidad por pasar de oyente a creador musical.
Robert Forster: “La vida de Grant iba a ser como director de cine o como crítico de cine o como algo que tuviera que ver con el mundo del cine. No era más que un entusiasta total del cine. En cierto modo, lo atrapé al enseñarle a tocar el bajo”.
Robert Forster: “Grant no había tocado la guitarra antes, y no pude encontrar ningún músico con el que me gustara tocar. No me movía en los círculos musicales. Tampoco conocía a nadie, así que le enseñé”.
A finales de 1977, Forster había abandonado la Universidad. Fue en ese momento cuando surgió por primera vez la opción de que McLennan y Forster formaran un grupo de música. Pero la respuesta de McLennan a la pregunta de Forster no fue la deseada.
Grant McLennan: “Le dije: ‘No puedo tocar’. Supongo yo que quería ser guionista. No trató de persuadirme demasiado… Él estaba rascando la guitarra y parecía que eso era lo único que él quería hacer. Yo estaba interesado en otra cosa. La música era la ‘última’ cosa…”.
Grant McLennan: “No tuvo que torcerme el brazo y tampoco parecía decepcionado, porque Robert estaba obsesionado con lo que él quería hacer. Él siempre estaba caminando en su propio mundo”.
“A finales de 1977, me llamó por teléfono y me dijo: ‘Estás acabando [la Universidad]. ¿Has cambiado de idea? ¿Quieres formar una banda?’. Y le dije que sí”.
Robert Forster: “Él tenía un año de descanso, acababa de terminar la Universidad. Era demasiado joven para ir a la escuela de cine. Fue como ‘vamos a hacer un grupo de pop durante un año’”.
Grant McLennan: “Fue como un ‘¿por qué no’. No era como: ‘¡Oh, sí, vamos a formar una banda juntos!’. Era sólo: ‘¿Por qué no?’”.
Robert Forster: “De alguna manera él se descarriló”.
Robert Forster: “Aun así, en 1980, todavía pervivía la idea de que poder volver a filmar porque, a continuación, él me metió por completo en el mundo del cine. Él trabajaba en una sala de cine e iba escribiendo reseñas para revistas. Tenía un conocimiento enciclopédico del cine”.
Y así fue como Forster y McLennan comenzaron sus primeros ensayos. Ya habían nacido los Go-Betweens.