Se esfumó el verano

El inicio del curso escolar nos devuelve con rigor cartesiano a nuestra realidad cotidiana. Las vacaciones son un tibio recuerdo de un tiempo tan hermoso como efímero que se otorga a la ciudadanía para seguir engañándola.

Llega la rentrée escolar cuando todavía quedan restos de soles bruñidos sobre nuestros cuerpos, recuerdos vivos de las recientes vacaciones en nuestra mente, añoranza de una libertado –el más precioso de todos los bienes para Anatole France- que nos hizo soñar, descalzos y en bañador, en la inalcanzable independencia del hombre.

Esta mañana de lunes han madrugado los despertadores, los cuartos de baño han sido motivo de disputa familiar, han trabajado en la cocina las amas de casa preparando los bocadillos crujientes de papel de plata y, antes de las 9, apresurados, somnolientos, con cara de pocos amigos, los niños y niñas han abordado la calle en escuadrones juveniles de preescolar y primaria, camino de colegios y escuelas, con sus mochilas, uniformes y libros nuevos, un 7% más caros que el año pasado.

Desde primera hora la ciudad de los Juegos Olímpicos se ha congestionado de tráfico, prisas, nervios, exabruptos y algún cachete a un chiquillo reluctante a entrar en el aula. Todo está volviendo a ser como fue siempre y no como pareció ser en los días ociosos de gula y sexo. Aquello de las vacaciones está ya muy lejos. Es, si acaso, un tibio recuerdo de un tiempo tan hermoso como efímero que se otorga a la ciudadanía todos los veranos para seguir engañándola.

¿Qué habría sido de aquella pareja madura que un atardecer agosteño, en la playa de Segur de Calafell, bajo el ojo vigilante de un sol poniente sobre un cielo prístino azul, se poseyó con parsimonia y pasión de epicúreos en la tranquilidad serena del Mediterráneo haciendo del mar su tálamo nupcial? Uno y otra, juntos o separados, aquí o en el extranjero, estarán trabajando hoy, devorados desde hace días por la rentrée. De aquel abrazo salobre y soleado sólo queda el recuerdo.

A la efímera libertad de las vacaciones sigue, puntual, fría e impertérrita, la realidad de lo cotidiano. Abramos los ojos como platos a nuestra realidad de esclavos urbanitas, cabezas de familia, asalariados azcaneados, contribuyentes exprimidos, votantes en potencia, mayoría silenciosa, culés furibundos, teleadictos enfermizos y veremos, con horror, que nos espera un año de duro  trabajo, durante el cual tendremos que atender un sinnúmero de gastos cotidianos e inaplazables: la economía doméstica, las escuelas de nuestros hijos, la ropa, los zapatos, el agua, la luz, el teléfono, las multas cuantiosas de la nueva Ley de Seguridad Vial, incapaz de frenar la siniestralidad en nuestras carreteras, la Renta, la mutualidad médica –porque cualquiera fía la salud de su familia a la Seguridad Social-, la iguala del traje de madera, la hipoteca de la segunda residencia en la costa, las semanadasde los hijos –que cada vez exigen más y estudian menos- o el desembolso de la entrada de una moto para el mayor, con la angustia añadida de saber si volverá sano o tetrapléjico por la noche.

Al urbanita que el mes de agosto se creía libre le controla el jefe, le explota el empresario, el Estado le rebaña la nómina todos los meses, la mutualidad se disuelve por mala gestión y la esposa, todavía con los muslos broncíneos y los senos lechoso sin tersura, le rechaza en el lecho, aquejada de jaqueca. «Además, querido, mañana tienes que levantarte a las 7».

Hasta que lleguen las próximas vacaciones habremos de soportar innúmeras presiones de todo tipo, el frenesí histórico de los Juegos, la rabia por el crimen indiscriminado de ETA, las sandeces de personajes tan repelentes y tristemente publicitados como Jesús Gil y Gil, Ruiz-Mateos o Dioni, las soflamas políticas, los sucesos internacionales y los desengaños cotidianos de aquellos que, buscando la libertad por la liberación económica, se dejan el último ochavo en la lotería, la primitiva, la bonoloto, las rifas, el bingo, la ruleta, las quinielas o los diegos de Miguel Durán. Y la presión aún será mayor a partir de octubre.

Para ir pasando, las mujeres se ilustrarán con las revistas del corazón, y los hombres, con los suplementos deportivos y los programas de televisión. Ellas se enterarán de si Isabel Pantoja tiene un exceso de hormonas masculinas, como podría delatar su sano vello en los antebrazos, o si Julio Iglesias sale a cantar sin calzoncillos. Los hombres nos enriqueceremos con los avatares del deporte, recibiendo mensajes peloteros todos los días y a todas las horas, en furibunda rirvalidad informativa, porque, señores, lo primero es la cultura. Ya lo dijo Séneca: «Un solo día del hombre culto dura más que la vida más larga del ignorante». La mayoría de los hombres sabemos que Michel palpó los genitales de Valderrama porque nos lo enseñó la tele. Alguno hay, curiosamente, que sabe con certeza que Severo Ochoa entrena al Polvoritense FC.

¡Ánimo, sólo faltan 11 meses para las próximas vacaciones!

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Este artículo fue publicado en El Periódico de Cataluña el 16 de septiembre, lunes, de 1991. Su autor es Juan Soto Viñolo