Barcelona, ciudad cateta: ¡cuidado al cruzar!

Barcelona, ciudad de fenicios, se ha sabido siempre vender muy bien. Que si es una ciudad cosmopolita, que si es una ciudad vanguardista, que si es una ciudad europea…

La realidad es otra. Barcelona es una ciudad cateta como pocas. Además, la gente tiene muy mala leche; la mayoría de barceloneses están amargados.

 ** Esto es una advertencia para los que vienen de fuera y están pensando en quedarse una temporada.  ¡Ojo! Lo quieras o no, al final, acabas convirtiéndote en uno de ellos. Hay que echarle mucha voluntad para que eso no suceda. **

Uno de los rasgos del aspecto cateto y resentido de los barceloneses consiste en su manera de conducir. No tienen modales, son extremadamente agresivos. Hasta el punto de hacer peligrar la integridad de los peatones. De hecho, cruzar la calle en Barcelona significa jugarse literalmente la vida.  Los conductores conducen a velocidades supersónicas. Se saltan semáforos en rojo, coches, motos, incluso ¡los autobuses metropolitanos! Se pasan por el forro los pasos de peatones. Cuando doblan la esquina y el semáforo está en verde para los transeúntes, van avanzando poco a poco hasta casi rozar las piernas del paseante, se oye el rugido amenazador del motor, como diciéndole, «venga, tú, que si no te das prisa, te atropello. ¡¡Que te estoy salvando la vida, ¿te enteras?!!».

– Muy europeo, sí, muy civilizado. 

En una ocasión fui espectadora de una escena dantesca. El semáforo estaba en verde, así que dos personas se dispusieron a cruzar por el paso de peatones. Ambas llevaban sendos perros que, al encontrarse en mitad del paso, se reunieron y empezaron a olisquearse.

-¡Qué momento más bello!

-Dos perritos iniciando una amistad, o un romance, quién sabe.

Pero frente a ellos se encontraba un coche a la espera. El tío cenizo del conductor pegó un bocinazo que arrancó a los seres humanos allí presentes de ese momento mágico . La amistad entre los perritos, rota.

– Qué triste ese conductor.

– ¡Qué canalla!