MARTÍN.- ¡Vaya cola!
ANDREA.-Ya te he dicho que deberíamos haber quedado antes.
PEDRO.- Ahora no podemos hacer nada. Lo hecho, hecho está.
MERCHE.-Bueno, ¿qué peli vemos?
PEDRO.- A mí me gustaría ver la nueva de Angelina Jolie.
ANDREA.-¿En serio? Yo preferiría una de miedo.
MARTÍN.- Hay tres de miedo: La casa del terror, La casa maldita y La noche de los zombis VII.
Adorno confirma que la industria cultural se dirige siempre a lo mismo: «Toda cultura de masas bajo el monopolio es idéntica [...] La técnica de la industria cultural ha llevado sólo a la estandarización y producción en serie y ha sacrificado aquello por lo cual la lógica de la obra se diferenciaba de la lógica del sistema social. Pero ello no se debe atribuir a una ley de desarrollo de la técnica como tal, sino a su función en la economía actual[1]».
MERCHE.-¿Una peli de terror? No sé… ¿Por qué no una comedia romántica? Amor por sorpresa, por ejemplo. Suena bien.
PEDRO.- ¿No la vimos la semana pasada?
La industria de la cultura nos dice: “Eres libre para elegir”, cuando ya nos ha dado todas las opciones por adelantado. «Para todos hay algo previsto, a fin de que ninguno pueda escapar; las diferencias son acuñadas y propagadas artificialmente. [...] Cada uno debe comportarse, por así decirlo, espontáneamente de acuerdo con su “nivel” , que le ha sido asignado previamente sobre la base de índices estadísticos, y echar mano de la categoría de productos de masa que ha sido fabricada para su tipo[2]».
ANDREA.- Imposible, hoy es el estreno. ¿Y si vemos Casualidades que tiene la vida?
PEDRO.-Esa ya no la echan.
Hannah Arendt reflexiona sobre el peligro de nuestra sociedad de laborantes y consumidores en su obra La condición humana: «Uno de los signos de peligro más claros en el sentido de que tal vez estamos acuñando el ideal del animal laborans, es el grado en que nuestra economía se ha convertido en una economía de derroche, en la que las cosas han de ser devoradas y descartadas casi tan rápidamente como aparecen en el mundo para que el propio proceso no termine en repentina catástrofe[3]».
PEDRO.- Esa ya no la echan.
ANDREA.- ¿En serio? Si la estrenaron la semana pasada.
PEDRO.- No te preocupes, hay muchas pelis más que van de lo mismo.
Adorno recalca el principio de siempre lo mismo: «La totalidad de la industria cultural se basa en la repetición». «La máquina rueda sobre el mismo lugar. Mientras, por una parte, determina ya el consumo, descarta, por otra, lo que no ha sido experimentado como un riesgo [...] Nada debe quedar como estaba, todo debe transcurrir incesantemente, estar en movimiento. Pues sólo el triunfo universal del ritmo de producción y reproducción mecánica garantiza que nada cambie, que no surja nada sorprendente[4]».
MERCHE.- Y tú, Martin, ¿qué peli quieres ver?
MARTÍN.- Ni idea, me gustan todas. La de la semana pasada estuvo bien.
ANDREA.- ¿Quieres volver a ver la misma peli?
MARTÍN.- No, lo que quiero decir es que me gustaría ver una de ésas… Bueno, a mí me da igual. Sólo sé que quiero ver una peli.
El conformismo de los consumidores, su falta de participación, permite y facilita la continuidad de la repetición de lo mismo: «Ese conformismo se contenta con la eterna repetición de lo mismo. [...] Los consumidores son los obreros y empleados, los agricultores y pequeños burgueses. La producción capitalista los encadena de tal modo en cuerpo y alma que se someten sin resistencia a todo lo que se les ofrece[5]».
ANDREA.- Vale. ¿Qué peli vemos, pues?
PEDRO.- Yo voto por Dos agentes dobles con problemas.
MERCHE.-No, yo no quiero ver esta peli.
PEDRO.-¿Por qué no?
ANDREA.- Hay que decidirse. Somos los siguientes.
MERCHE.- Ya sabes por qué. No me gustan las pelis de acción. No tienen argumento.
PEDRO.-Perdona, pero si quisiera ver algo con argumento, iría al teatro. Además, las comedias románticas son todas iguales. Ya se sabe cómo acaban: el protagonista se casa con la tía buena. Esto es todo. Es la misma cosa desde hace décadas.
MERCHE.- Sí, pero también sabemos cómo acaban las pelis de acción: el héroe salva el mundo y se queda con la chica.
PEDRO.- Exacto, pero al menos no nos moriremos de aburrimiento mientras tanto. Vamos, he oído que los efectos especiales son increíbles.
Los productos de la industria cultural están vacíos de contenido, de ideas o de reflexión. La técnica es la única forma de llamar la atención de los espectadores: «Con razón el interés de innumerables consumidores se aferra a la técnica, no a los contenidos estereotipadamente repetidos, vaciados de significado y ya prácticamente abandonados[6]».
MERCHE.- Vale, tú ganas.
ANDREA.- Nos toca.
PEDRO.- (A la taquillera.)Cuatro para Agentes dobles. (A Merche.)Ya verás, nos lo pasaremos genial.
A pesar de todo, la industria cultural permanece como la empresa del entrenamiento.
Entran en el vestíbulo. Suena “Smells like teen spirit“ de Nirvana.
With the lights out, it’s less dangerous
Here we are now, entertain us,
I feel stupid and contagious,
Here we are now, entertain us….
El grupo de amigos escucha la canción. Pedro la tararea.
MERCHE.- Quiero comprar algo para picar.
PEDRO.- Es demasiado tarde, nos perderemos el comienzo de la peli.
MERCHE.- Vengo ahora mismo. ¿Queréis algo?
ANDREA.- Voy contigo.
MARTÍN.- Para mí una chocolatina.
PEDRO.- Para mí también, porfa.
En la barra.
CLIENTE.-Un paquete grande de palomitas y una Coca-Cola.
MICAELA.- El cubo está en oferta.
CLIENTE.-¿Qué cubo? ¿Qué oferta?
MICAELA.- El cubo, el envase más grande de palomitas, junto con una Coca-Cola grande.
CLIENTE.-No, gracias.
MICAELA.- La oferta es más económica, sólo cuesta 1 euro más, pero tiene muchas más palomitas.
CLIENTE.-(Algo molesto, pero dócil al final.)Vale, me llevo la oferta.
La desconfianza de los consumidores frente a la mentira capitalista no es tan importante para los mismos consumidores como lo que obtienen de esta mentira: la abolición del aburrimiento. «No hay ya nada caro para los consumidores. Y sin embargo, éstos intuyen a la vez que cuanto menos cuesta una cosa, menos les es regalado. La doble desconfianza hacia la cultura tradicional como ideología se mezcla con la desconfianza hacia la cultura industrializada como fraude[7]».
**
Pedro, Andrea, Merche y Martín suben rápidamente por las escaleras hacia la sala de cine. Entran en ella. La sala está totalmente a oscuras.
PEDRO.- (Susurrando.) Mierda, ¿lo ves? La peli ya ha empezado.
MERCHE.- Aún no.
PEDRO.- Sí. Ésos dos son los protagonistas de la peli.
MERCHE.- Pedro, es un tráiler.
Adorno señala una vez más el principio de siempre lo mismo: «Cada película es el avance publicitario de la siguiente, que promete reunir una vez más a la misma pareja bajo el mismo cielo exótico: quien llega con retraso no sabe si asiste al avance de la próxima película o ya a la que ha ido a ver[8]».
**
EL DUEÑO.- ¿Qué haces tú aquí?
Lidia está sentada fumando un cigarrillo en el comedor.
LIDIA.- Sólo hago una pausa.
Se levanta y apaga el cigarrillo.
EL DUEÑO.- ¿Te parece esto bien?
LIDIA.-¿Cómo?
EL DUEÑO.- Mientras tus compañeros trabajan, tú estás aquí zanganeando. Además, no te pago para hacer pausas. No te olvides, que este trabajo te está alimentando.
LIDIA.- De eso, nada.
EL DUEÑO.- (Sorprendido.) ¿Qué?
LIDIA.- Con este sueldo no puedo ni siquiera sobrevivir. Pero ésta no es la cuestión, sino que, de hecho, somos nosotros quienes le estamos alimentando a usted. Y, para ser sinceros, no parece mal alimentado.
Los hombres de la industria han manipulado la dimensión del trabajo, de modo que parece que los trabajadores se morirían de hambre sin ellos: «Los trabajadores, que son los que realmente alimentan a los demás, aparecen en la ilusión ideológica como alimentados por los dirigentes de la economía, que son, en verdad, los alimentados[9]».
EL DUEÑO.- Ya sabes, lo que esto significa para ti.
Adorno confirma el destino del marginado: «Quien no se adapta es golpeado con una impotencia económica[10]».
LIDIA.- Sí. Cojo mis cosas y me marcho ahora mismo.
EL DUEÑO.- No te será fácil encontrar otro trabajo. Eres un desastre. Pero para mí… Mañana tendré a un montón de gente, llamando a mi puerta pidiendo tu puesto.
«Excluido de la industria, es fácil convencerlo de su insuficiencia[11]».
Lidia se va. El dueño eructa.
Hannah Arendt nos muestra el peligro que existe en una sociedad donde absolutamente todo puede ser consumido: «Esta sociedad que contiene el grave peligro de que ningún objeto del mundo se libre del consume y de la aniquilación a través de éste[12]».
**
Una familia entera abandona la sala de cine, antes de que la película haya acabado. Hablan los unos con los otros.
LA MADRE.- ¡Qué película más mala!
LA HIJA.- Me he aburrido tanto…
EL HIJO.- Era una porquería.
EL PADRE.- Vaya una manera de tirar el dinero.
LA MADRE.- Bueno, ¿qué hacemos ahora?
EL HIJO.- ¿Vamos a McDonald’s a comer algo?
EL PADRE.- Venga.
El hijo muestra a su hermana el cartel de una película expuesto en el vestíbulo del cine.
EL HIJO.- Carla, mira, la próxima semana estrenan Muerte Letal. ¿Venimos a verla el próximo finde?
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[1]Max Horkheimer y Theodor. W. Adorno: Dialéctica de la Ilustración, página 166.
[2]Ibídem, página 168.
[3]Hannah Arendt: La condición humana,página 141.
[4]Max Horkheimer y Theodor. W. Adorno: Dialéctica de la Ilustración, página 179.
[5]Ibídem, página 178.
[6]Ibídem, páginas 180-181.
[7]Ibídem, página 205.
[8]Ibídem, página 208.
[9]Ibídem, página 195.
[10]Ibídem, página 178.
[11]Ibídem, página 178.
[12]Hannah Arendt: La condición humana, página 140.