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Uno de los artistas más personales de los últimos treinta años, Jaime Hernández lleva desde comienzos de los años ’80 renovando con trazo único el comic underground americano. Así, primero desde la publicación Love & Rockets creada por él mismo, junto a sus hermanos Gilbert y Mario, y desde 1996 en solitario, su carrera casi siempre ha estado ligada a “Locas”, la obra por la que siempre será recordado.
De este tipo de creaciones que primeramente se degustan para luego poder devorarlas con ansia pantagruélica. Antes que cualquier otra cosa, “Locas” es uno de los homenajes más sinceros e intensos realizados a las mujeres: a su sensibilidad, a su espíritu de lucha dentro de un mundo de hombres, unos a los que Jaime pone a completa merced de sus heroínas.
Tres décadas dibujándolas, creciendo con ellas. Al principio Jaime se divertía sacando a la luz su amor por los comics de Jack Kirby, la ciencia-ficción de serie B, el hardcore-punk de la Costa Oeste y el pressing cath femenino, hasta que poco a poco fue adentrándose en el corazón de sus creaciones, proporcionándoles vida propia, para que fueran ellas las que le dictaran los futuros contornos de la tinta negra. De esta manera, con el inevitable paso del tiempo, el mundo de Locas estará cada vez más en consonancia con el pulso de la vida diaria, de sus pequeñas pero grandes vicisitudes, no exento de mágicas excentricidades como esas delirantes superheroínas encarnadas por las Ti-Girls. Giro progresivo hacia historias cada vez más corales, y al mismo tiempo, más individualizadas en sus respectivas protagonistas. En la propia evolución como dibujante y narrador de Jaime se encuentra una de las claves para dar con la perspectiva más humana que sus creaciones han vivido a lo largo de los años. De este modo, bajo la pluma maestra de un Jaime cada vez más sencillo, dotado de una admirable capacidad de síntesis, podremos llegar a considerársele un primo lejano del maestro de “Peanuts”, Charles M. Schulz.
Viñetas sin textos explicativos o, directamente, sin bocadillos, Jaime es un maestro del cine mudo aplicado al recuadro en blanco; en su caso, uno relleno de un matizado blanco y negro, cada vez más sutil, donde sus personajes consiguen decírtelo todo con la mirada o un simple gesto.
Adictivo universo bizarro, Jaime siempre ha tenido claro que éste debía estar orbitando alrededor del barrio de Hoppers y, más concretamente, sobre dos de los personajes comiqueros, y el arte en general, más humanos, vivos, y entrañables que se hayan creado jamás: las inconfundibles Maggie Chascarrillo y Hoppey Glass. Rodeadas de una troupe delirante, entre los personajes más atractivos que acompañarán a sus principales protagonistas siempre estarán la díscola Penny Century; las reinas del Wrestling, Rena Titañón y su archirrival Vicki Glory; y la atormentada Izzy Reubens. Mundo girando alrededor de mujeres con personalidades tremendamente contrastadas, Jaime observa sus miedos, amores, arrebatos, locuras, amistades y, en definitiva, sentimientos desde la distancia exacta: la que nos muestra la naturaleza de sus actos con tanta delicadeza y amor que nunca tiene la necesidad de recargar las situaciones para que sus locas originen una acción o un conflicto forzado. Bueno, eso a no ser que lo quiera provocar para originar momentos tan disparatados como los que suelen salir a raíz de los choques entre las siempre pasionales Hopey Glass y Penny Century.
Del trazo más sencillo a la caricatura más humana, el universo creado por Jaime Hernández derrocha amor, compresión, humor, punk, y un cruce de sentimientos tan variopinto como cercano, de esos que hacen agarrarte a sus páginas con total necesidad y devoción. Porque Jaime ha creado a Maggie, Hoppy, Penny, y todas las demás, para que sean tus amigas, unas a las que puedas acudir cuando la vida necesite respuestas que sólo puedas encontrar dentro de ti. Por eso, aprovechando que desde hace unos años La Cúpula está llevando la obligada labor de publicar en castellano la obra del maestro angelino, desde esta sección podréis disfrutar de un artículos periódicos sobre Maggie, Hoppey, Rena, Penny, Izzy, y todas esas adorables locas que, siempre haciendo de las suyas desde sus recuadros en blanco y negro, nos han hecho ver el mundo de una forma más vitalista y sensible, con los ojos más abiertos y la espalda más libre de pesos innecesarios. De todo corazón, va por ellas.
